Doug Flutie, el muchacho contratado por 1.300 millones de pesetas
A veces se recibe la impresión, cuando se contempla la facilidad con que algunas mujeres y hombres norteamericanos alcanzan de súbito la fama, de que eso va a acarrearles una muerte prematura. Esta es la sensación que se repite ahora con el jugador de fútbol americano Doug Flutie, hasta hace un mes amateur en el Boston College y convertido ahora en profesional con un contrato de siete millones de dólares (unos 1.300 millones de pesetas) en cinco años.
Este fichaje, por el que pugnaron cuatro clubes -Buffalo Bills, Dallas Cowboys, Patriots y New Jersey Generals-, fue decididamente para este último, pero ya se podrá deducir, con sólo consultar las denominaciones de los conjuntos, la belicosidad de las contiendas, fuera y dentro del campo.Doug Flutie, con 22 años, se había convertido en la máxima estrella del Boston College y también, en buena parte, en una especie de referente de éxito para los jugadores comunes. En síntesis, Flutie no tiene el aspecto de un perfecto jugador de fútbol americano. Ni es corpulento ni agresivo. Sonríe con la dulce modestia de un Gárate, hace declaraciones en las que perdona las brutalidades del contrario y rehúye los halagos personales.
Ni siquiera el entrenador de los New Jersey Generals, Walt Michels, un tipo forjado en la veleidad, deseaba para su conjunto un carácter como el de Doug Flutie. Donald Trump, sin embargo, uno de los hombres más ricos de Estados Unidos, propietario de edificios y solares por toda la nación y dueño a su vez del club, ha sido quien ordenó el fichaje después de las Navidades.
Se trata, ante todo, de una operación económica. Catorce equipos forman hoy la United States Football League (USFL), en la que jugará Flutie. La USFL es una competición nacida apenas hace tres años, con grandes problemas para captar al público y a las tres grandes cadenas de televisión, concentradas tradicionalmente en la prestigiosa y por antonomasia National Football League (NFL).
La NFL se juega durante la temporada de otoño, y la USFL encontró su hueco entre finales de febrero y el comienzo del verano. De este modo, Flutie y su sueldo millonario son ahora un señuelo para dar brillo a esta nueva producción deportiva de primavera.
Cinco millones por hora
Contabilizando el tiempo que jugará en los partidos de competición oficial, el salario de este muchacho de 22 años asciende a unos cinco millones de pesetas por hora, tarifa que supera bajo este cálculo a la que cobra Walter Payton, del Chicago Bears, en fútbol americano, o a las que perciben ídolos del baloncesto como Moses Malone (de Philadelphia 76ers) y Larry Bird (Celtics). Doug Flutie es, por tanto, un reclamo brillante, un soporte para empresas comerciales (que apenas han tardado dos semanas desde su fichaje, a principios de febrero, para hacerlo aparecer en la televisión anunciando productos) y una inversión para Donald Trump, que ha creído en este carisma.Ciertamente, Flutie cuenta con ese oculto poder de los héroes imprevistos. Todos los técnicos coinciden en que su altura de 1,77 metros es insuficiente para el puesto de quarter back, que ha de lanzar balones hacia la delantera por encima de una nube de contrarios dispuestos a taparlo. Pero Flutie lo consigue. Corretea hacia atrás, amaga a un lado, deja sentados a dos o tres en una finta y dirige la pelota a un compañero, marcado y situado a 60 metros, con una precisión milagrosa.
En las revistas, en las emisoras de televisión y en los periódicos norteamericanos no se ha visto otra cara más repetida que la de Doug en los 28 días de febrero. Es de esperar que esto, más su fracaso en el primer encuentro oficial del 25 de febrero, no sea el principio de un nuevo y acelerado desgaste de una idolatría precipitada.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.