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Los nervios casi perdieron al Madrid en Bolonia

Luis Gómez

LUIS GÓMEZ ENVIADO ESPECIAL Mal parado pudo haber salido el Real Madrid en una segunda parte de pánico generalizado. La tensión nerviosa hizo estragos en el equipo madridista, que llega a la última joranda con un balance muy bueno, pero insuficiente para depender de sus propias fuerzas de cara a la final. La conslusión es curiosa: los tres aspirantes competirán ante tres equipos descartados. Serán tres finales indirectas. Si quienes ya nada tienen que hacer ponen en juego la dignidad deportiva del Granarolo en la segunda parte, puede haber sorpresas. El drama estará en los vestuarios de Madrid, si la diferencia horaria confirma que el equipo madridista acabará su partido contra el Banco di Roma sin saber si la victoria le ha convertido en finalista. El Real Madrid vive una situación injusta: ha ganado en tres canchas del adversario, algo que no podrá repetir ningún equipo, pero puede que no juegue la final de la Copa de Europa.

El Real Madrid fabricó la noticia. Redactó, en la segunda parte, una crónica sobre el caos en la cancha, con apuntes de dramatismo y pequeñas escenas de pánico. Los veinte minutos de la segunda parte configuraron un escenario tal que el encuentro adquirió una intensidad no solo extraordinaria sino sorprendente. Y, sobre todo, innecesaria, porque un equipo que ha arrasado con tranquilidad, serena, autoritariamente, hasta alcanzar una diferencia máxima de 25 puntos en el descanso, no puede romperse como se rompió. Los jugadores del Real Madrid acudieron al Palasport andando pausadamente desde el cercano hotel, paseo agradable después de tomar un café con leche, llegaron al descanso ganando de 25. Quizás fue eso, exceso de serenidad, calma chicha. Faltó ponerles un aperitivo en el descanso y la célebre frase de Helenio Herrera ganaremos sin bajar del autobús hubiera alcanzado un matiz más espectacular en su aplicación a este partido de baloncesto. Quizás algo así como "entre el café y la cena, paliza al campeón de Italia". Alberto Bucci, el técnico del Granarolo, expresó indignado en el vestuario: "esto es una indecencia". Su frase tuvo más trascendencia.

Semejante caos de la segunda parte carece de precedentes en esta copa de Europa. Fue tal, que la primera mitad se convirtió en anécdota que sirvió como prólogo para los veinte minutos finales. Es decir, algo así como "érase un equipo que ganaba de 25 puntos en el descanso". Tal, diferencia hacía presagiar una reanudación de trámite. Pero en una digna reacción de los italianos, el encuentro dio un vuelco y el Madrid se vio obligado a jugar un segundo partido en condiciones precarias, con Corbalán ausente, miedo en el cuerpo de los jugadores e imprecisión general. Hubo momentos de pánico, como los que transcurrieron del minuto 35 al 36 en el que confluyó tal género de adversidades, que el Granarolo era un equipo lanzado a la victoria. Corbalán se había marchado, Velasco jugaba desconfiado, sus compañeros descolocados y la diferencia por debajo claramente de la barrera de los diez puntos. El público, que había abucheado a su equipo en la primera parte, recobró una agresividad notoria, sobrevaluada, como correspondía a la emotividad de una reacción tan sorprendente.

Un comienzo realmente flojo que ocasionó un rápido espejismo. En minuto y medio el Granarolo había cosechado, tranquilamente, un parcial de 7-0. Tres minutos después, el parcial era de 15 a 4. Lolo Sáinz solo adoptó la medida de sacar a la cancha a Corbalán y Robinson, pero estuvo lento en solicitar el tiempo muerto.

Fernando Martín recogió no solo los elogios de Alberto Buchísino también la admiración del público local, muy entendido. Su juego durante la primera parte fue de una autoridad tal que provocó un silencio absoluto en una cancha italiana. Acabó con Rolle en varios minutos y ridiculizó a Bineli en un par de acciones. Ello, unido a la tradicional buena defensa madridiasta, fue suficiente para que se registrara un parcial de 14-0 en el marcador en la primera parte. El juego ofensivo del Real Madrid pudo descansar en los desmarques de Fernando Martín, en su dominio de la zona, en su autoridad y en su eficacia.

En sus manos estuvieron los tiros que permitieron que de un 79-86 se pasara a un 79-90, a falta de 2.30 minutos. Al Real Madrid le había salvado la campana.

50% de posibilidades

Las victorias del Real Madrid ante el Granarolo de Bolonia, ayer, y del Cibona de Zagreb sobre el Banco di Roma, el pasado miércoles, sitúan al equipo español en la final en cuatro de las ocho combinaciones posibles. Al Cibona le favorecen siete y al Maceabi de Tel Aviv cinco. El duelo supremo entre el Cibona y el Maccabi se da en cuatro, el Cibona-Real Madrid en tres y el Maccabi-Real Madrid en una. Los tres cuadros están empatados ahora a 15 puntos.

Los partidos de la última jornada de la liguilla son los siguientes: Real Madrid-Banco di Roma, TSSKA de Moscú-Cibona y Granarolo-Maccabi. Los pupilos de Lolo Sainz tienen tres posibilidades de ser finalistas si ganan y una si pierden. De vencer, acudirían a la cita de Atenas siempre que al menos una de sus dos adversarios fue se derrotado -el Cibona sería finalista si venciera o si su derrota coincidiese con la del Maccabi, mientras que el conjunto israelí, al margen de lo que hiciese el yugoslavo, necesitaría ganar-. De perder, en cambio, estarían en la final sólo si el Cibona triunfara y el Maccabi no -el Cibona sería finalista con independencia de lo que pasara en su visita a Moscú y el Maccabi ganando o perdiendo tanto él como el Cibona.-

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