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Mitterrand, ante el asalto de la oposición / 1

Las elecciones cantonales francesas, decisivas para la derecha

Soledad Gallego-Díaz

Las elecciones cantonales que se celebrarán el próximo domingo se han convertido en un elemento clave para el futuro de la derecha francesa. Al día siguiente de conocerse los sesultados obtenidos por los partidos comenzará la auténtica batalla entre los tres reyes de la oposición para saber quién de ellos capitaneará a la derecha en las legislativas de 1986. Jacques Chirac, Valéry Giscard d'Estaing y Raymond Barre intentan ocultar sus diferencias con vistas a estos comicios, pero afilan en secreto sus armas ante las próximas elecciones legislativas de marzo de 1986.

Las elecciones de, 1986 van a ser la gran oportunidad del líder de la Agrupación por la República (RPR) y alcalde de París, Jacques Chirac. Los sondeos demuestran que los socialistas perderán la mayoría, y Chirac es el único que cuenta realmente con un partido bien organizado y potente.Sin embargo, Chirac, que tiene 52 años, no ha conseguido despegarse en las encuestas de sus competidores. Se encuentra encajonado entre Raymond Barre, un hombre extraordinariamente popular pese a que no está apoyado por ninguna organización, y el líder de la extrema derecha, Jean Marie le Pen, dispuesto a arrebatarle votos y a colocarle en situaciones difíciles.

Un buen resultado en las cantonales significará para Chirac el tirón que le aleje de Raymond Barre y la prueba de que los seguidores del Frente Nacional, de Le Pen, a la hora de la verdad y aun sin acuerdos previos, apoyan con sus papeletas a los candidatos del RPR.

Las elecciones del domingo pueden ser también el acicate que permita la unión de la derecha. Al olor del poder, los tres líderes pueden esforzarse para llegar a un acuerdo nacional.

La operación "todos unidos frente al socialismo" está por el momento sujeta con alfileres, porque ni la Unión por la Democracia Francesa (UDF), ni el RPR, ni Raymond Barre mantienen las mismas teorías sobre cómo cohabitar con el presidente de la República, François Mitterrand, cuyo cargo, teóricamente, no depende del resultado de las legislativas ni de la composición del Parlamento.

Los delfines de Chirac y de Giscard, Tacques Toubon y François Leotard, defienden la necesidad de una santa alianza que expulse a los socialistas del Gobierno y aseguran que es posible llegar a un programa común. Sus jefes se muestran más prudentes y esperan al domingo.

Los resultados que obtenga el Frente Nacional pesarán mucho en la balanza, porque si la extrema derecha mantiene o mejora los niveles de las elecciones europeas del año pasado (11%), todo el edificio puede tambalearse, y la cohesión de la derecha clásica, saltar hecha pedazos. Muchos seguidores políticos locales del RPR exigirían entonces que Jean Marie le Pen no quede fuera de los compromisos, lo que plantearía problemas insuperables en otro sector del electorado de derechas.

Evitar que la derecha se una es el objetivo fundamental de los socialistas, y para ello están dispuestos a utilizar todas las armas. A la vista de los resultados del domingo, Mitterrand decidirá la dosis de proporcionalidad que insuflará en las elecciones generales. El presidente de la República ha anunciado ya que en 1986 el sistema electoral mayoritario que ha regido la V República será modificado, pero todavía no se sabe qué grado de proporcionalidad efectiva piensa introducir.

Lo único que espera el Elíseo es conocer el resultado de las elecciones cantonales: cuantos más puntos hayan perdido los socialistas y cuanto más próximos queden entre sí los partidos de la derecha, tanta más proporcionalidad.

El Partido Socialista (PS) sólo puede mantenerse en el poder rompiendo la unión de la oposición y asegurándose una minoría importante en el Parlamento francés.

El precio a pagar será, probablemente, la irrupción del Frente Nacional en la Cámara de los Diputados, pero los candidatos de Jean Marie le Pen no llegarán a sus escaños del Parlamento con votos arrancados a la izquierda, sino procedentes de la derecha clásica.

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