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Los políticos franceses preparan la batalla electoral cantonal del domingo

Soledad Gallego-Díaz

Toda la clase política francesa -desde el presidente de la República, François Mitterrand, hasta los líderes de la oposición, pasando incluso por el primer ministro, el tecnócrata Laurent Fabius, que ha aceptado por primera vez intervenir en mítines- se encuentra estos días inmersa en una furiosa batalla electoral cuyo objetivo son los comicios cantonales que, en primera vuelta, se celebrarán el próximo domingo. Las elecciones regionales se han convertido, por obra y gracia de los políticos, en un gigantesco sondeo de opinión cara a las legislativas, previstas casi exactamente para dentro de un año: marzo de 1986.En toda la historia de la Quinta República, probablemente, nunca ha habido unas elecciones cantonales tan decisivas y de consecuencias tan graves. Por más que en la campaña electoral no se hable de problemas concretos, sino de las grandes cuestiones nacionales, lo cierto es que estos comicios son importantes en sí mismos porque son los primeros que se celebran tras la descentralización emprendida por los socialistas. Los responsables de los departamentos y regiones tienen ahora competencias reales, y si el partido en el poder pierde alguno de los consejos que ahora domina (36, frente a los 59 controlados por la oposición), el Gobierno se encontrará en una posición muy incómoda.

Los socialistas han aceptado, sin embargo, el envite de la oposición y han preferido plantear las elecciones del domingo como el tubo de ensayo cara a 1986, la oportunidad para que los franceses expresen su juicio sobre la política del Gobierno elegido hace ahora cuatro años. En total acudirán a las urnas 18 millones de personas; es decir, la mitad del cuerpo electoral, que deberán elegir a los responsables de la mitad de los cantones (1.950).

"La primera vuelta puede ser un desastre; la segunda, el 17 de marzo, una simple derrota" admitía ayer un consejero del Elíseo. El presidente y el primer ministro han logrado en las últimas semanas aumentar un poco su cota de popularidad, pero parece difícil que los socialistas logren reponerse lo suficiente como para mantener sus posiciones. El interés se centra más en la amplitud de la victoria de la oposición que en los resultados del partido socialista. Los dos grandes partidos de la derecha, la Agrupación por la República (RPR), que lidera Jacques Chirac, y la Unión por la Democracia Francesa (UDF), representada por el ex presidente Valéri Giscard d'Estaing, han logrado ponerse de acuerdo para presentar candidatos únicos en un cierto número de cantones.

Curiosamente, la campaña electoral no ha estado dominada por la unión de la derecha, sino por Jean Marie le Pen, líder del Frente Nacional, partido xenófobo y de extrema derecha. Durante varias semanas, los partidos clásicos, y especialmente el RPR, han mantenido una postura ambigua, sin excluir la posibilidad de acuerdos locales con los candidatos lepenistas. La presión de la opinión pública y el temor a verse envueltos en una espectacular ascensión del Frente Nacional les obligó finalmente ayer a declarar que no existirá pacto alguno.

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