12 martes
Bueno, pues ya está; lo que lo patriotas sueltos piden para mí todos los días; una oferta optimista de incineración. Me escribe Geni Vega, una joven de 65 años, dice que ha leído todos mi libros (en uno de los cuales digo por lo visto, que me gustaría que se incinerase mi cadáver el día de mañana), y como ella tiene mano en eso, me asegura que es cosa hecha ya mismo. ¿Y no podría Geni Vega esperar un poco en el dar satisfacción y paz a algunos deuteragonistas íntimos políticos y literarios, e ir previa mente incinerando mis libros, ya que los ha leído? Parece que hay una Asociación de quemados y Geni Vega se me ofrece hacendosa: "Si usted nos autoriza para ello, podríamos pedir su incineración". Dulcísima anciana anhelante de mis cenizas, que polvo serán, claro, más polvo enamorado (tengo que decidir de quién). Parece que la Asociación de quemados o quemables tiene rango internacional, es decir, que a, lo mejor me hacen una pira como la de Indira Gandhi. Si pago de 300 a 500 pesetas al año, pronto tendré un capitalito en cerillas para mi quema. "Nos reunimos en Juntas ordinarias y merendamos alegremente". Como es obvio, estoy invitado. Cualquier tarde de éstas, hombre, a ver si me acerco a brindar por mi hollín póstumo. Y algunos de los que brindarían muy gustosamente por lo mismo, que se vengan conmigo. En un rasgo de sencillez, insólito en mí, a lo mejor me apunto, aunque confieso que aún no he perdido la esperanza de ser Shelley y de que Byron (a quien le hice una biografía juvenil, plagiada absolutamente de Maurois) esparza mis cenizas por el Mediterráneo circular de Ibiza, que tanto amo. Y si no puede ser Byron, que sea, por lo menos, Pere Gimferrer, que va a ser académico. Calma, patriotas, que han ido por cerillas.
14 jueves
Dice Octavio Paz que el culto mariano es un hallazgo genial del catolicismo para igualarse con las divinidades femeninas de Oriente. Pero hay una película sobre el tema que hoy tiene divididos a los franceses. Se trata de la Anunciación de María, según Godard, viejo carrozón mítico de los progres cinematográficos de cuando entonces, que ahora se reifica con varias películas/antipelículas. María/Myriem Roussell es una joven de lírico desnudo y larguísimo cuello, algo así como un Modigliani pintado por Mantegna. En el filme, la Virgen es suiza, juega al baloncesto, tiene un novio y trabaja en una gasolinera. Es virgen, como su nombre indica, y, por lo mismo, le desborda la sexualidad. Su tío se llama Gabriel, como el arcángel anunciador, es una carroza con trenka -¿el propio Godard?- y le anuncia a la. chica que va a tener tripa. Yo tengo en mi dacha una Virgen románica, preñada, que me costó casi un kilo y que es admiración de Emma Cohen y otras sensitivas. Es decir, que la preñez, de la Virgen no se la ha inventado Godard, como supone hoy el pietismo francés marianista, sitio que se la inventó la Iglesia románica.Pero ya decía De Gaulle que los franceses no saben geografía. Lo que no saben es Historia. Myriem Roussell es una belleza de las Escrituras pasada por Vogue. Cuando Nuestra Señora de Godard se niega a aceptar el hecho absurdo de su embarazo, la trenka le dice, como en los westerns: "Es la ley". Yo creo que el Papa debe viajar urgentemente a Francia/Lourdes y poner a Godard y a la Virgen en su sitio. Después de todo, Godard, partiendo a Francia en dos, como Dreyfus (siempre hay dos Francias, como hay dos Españas), no ha realizado sino una maniobra de evasión o una parábola del actual spleen de París: cuando Liberation denuncia al ultra Le Pen como torturador profesional, la derecha francesa se pone a discutir el sexo de la Virgen. Parecen españoles.
16 sábado
Eric Guéant, de Hamburgo, me pide permiso para reproducir mi crónica Inesita, de este periódico, en el estudio que prepara sobre la Prensa española. Concedido.
17 domingo
Salvador Pániker es el pensador peninsular más original de mi generación, pues que ha molturado en su texto continuo las filosofías de Oriente/Occidente. Aquí es que hemos ignorado a Oriente desde la escaramuza del Peloponeso. Hace tiempo que Salvador -mi maestro, mi editor, mi amigo- me anunció su proyecto, ilusionante para mí como si fuera mío: unas Memorias reflexivas, una relectura de sus dietarios de juventud. Primer testamento (Seix/Barral), primera entrega de estas Memorias, es un ejercicio de introspección lúcida, hecha desde el hoy, desde la madurez cansada y vivísima, un viaje con retorno por los 29 primeros años de vida del autor, que se mira vivir a sí mismo. Pero SP sabe, como filósofo que ha somatizado las manifestaciones científicas de última hora (ya Nietzsche aconsejaba pensar a partir del cuerpo), que el tiempo es una ilusión de la memoria, que todo lo pensamos en presente. SP sabe lo que no sabía Proust: que el tiempo no se recobra, sino que se inventa. De ahí que el memorialismo sea tan creador como la novela. De ahí que la novela no sea sino inmemorialismo vergonzante y con harina en la cara. Uno lo tiene escrito más rudamente: sólo existe la memoria artista. La novela es un compromiso burgués y, a propósito de esto, SP confiesa en su texto que no piensa conceder nada a la claridad. Aun así, la lectura de Primer testamento, lectura/escritura, resulta vertiginosa. Nunca nadie (y menos un filósofo), ha hecho unas Memorias así en España. Se es amigo de un hombre toda la vida y de pronto se sabe por qué: yo lo he sabido por este libro.
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