El comunismo frances, a examen
EL CONGRESO que acaba de celebrar el Partido Comunista francés (PCF) no podía ser uno más de la larga lista de los que han tenido lugar desde 1920. Tenía que hacer el balance de un hecho insólito en su trayectoria: su experiencia de participación en los Gobiernos de Pierre Mauroy después de la elección del socialista Mitterrand como presidente de la República. Esta participación era un hecho prácticamente nuevo en Europa desde 1947. El congreso fue convocado para superar un período de grandes dudas en las filas de los comunistas franceses acerca de la conveniencia de haber participado en el Gobierno, y por otro lado, sobre el acierto de haber interrumpido tal colaboración al constituirse el Gobierno Fabius. En todo caso, el telón de fondo del congreso era inevitablemente la sucesión de fracasos electorales sufridos en los últimos años, desde un 25% de los votos en los años setenta hasta poco más del 11% en las elecciones europeas del año pasado, el nivel más bajo desde 1928.Cabe recordar, además, que en los años 1976-1977 el PCF fue calificado de eurocomunista; su estrategia se basaba en el pacto de unidad que había firmado con el Partido Socialista francás (PSF); abandonó la tesis de la dictadura del proletariado, dando a ese gesto alarde propagandístico; criticaba a la URS S, más aún cuando el apoyo de ésta al presidente Giscard d"Estaing se hizo patente en 1977; Georges Marchais asistió, con Carrillo y Berlinguer, al encuentro de Madrid, calificado como consagración del eurocomunismo. Sin embargo, esta tendencia en Francia duró poco: en cuanto los hechos pusieron de relieve que la política de unidad de la izquierda -y ello era lógico- facilitaba sobre todo la incorporación al PSF de amplias capas populares y de nuevos sectores profesionales, el PCF, a finales de 1977, rompió el pacto que había firmado con los socialistas. Fue el retorno al sectarismo arcaico y tradicional; Marchais se destacó por el apoyo que brindó a la URSS en el momento de la invasión de Afganistán. Este sectarismo tiene en Francia raíces especialmente fuertes, y no sólo históricas, sino estructurales. Sin estar en el poder, el PCF tiene muchos rasgos de partido estatal.- Marchais se ha impuesto por sus capacidades de ejecutivo; ha sabido crear un aparato rígido, disciplinado, numeroso, con cuadros profesionalizados, dentro del partido o en otros organismos que éste controla: sindicatos, municipios, etcétera. Cuando, en 1981, el PSF, con el presidente y mayoría absoluta en el Parlamento, ofreció a los comunistas participar en el Gobierno, éstos aceptaron porque era para ellos la única salida después del fracaso electoral que acababan de sufrir. Entraron así en el Gobierno en una situación contradictoria: sin haber superado su sectarismo, y obligados a la vez a asumir la responsabilidad de un poder dirigido por los socialistas.
La obsesión de la dirección comunista en su etapa gubernamental era lograr una recuperación de su espacio electoral utilizando a la vez dos caballos: la presencia en un Gobierno de izquierda, por un lado, y a la vez, la crítica a ese Gobierno en todo lo que podía causar disgustos en sectores populares. Esta táctica resultó catastrófica: la caída de los votos comunistas se acentuó en elecciones parciales. Al mismo tiempo, la política francesa empezó a sufrir un cambio profundo con la pérdida de popularidad de Mitterrand y de los socialistas y el vuelco de las tendencias electorales hacia una superioridad de la derecha; el fracaso de la izquierda se colocó en el horizonte. Aquí reside sin duda la raíz de la nueva estrategia del PCF, iniciada con la salida del Gobierno y definida en el informe que Georges Marchais ha presentado ante el 252 congreso: atacar a fondo a los socialistas, olvidando la responsabilidad comunista en la gestión común; buscar una recuperación electoral del PCF con todos los argumentos antisocialistas posibles.
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