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Margarita Castro-Alberti

Lucrecia Contarini en la ópera 'I due Foscari'

Margarita Castro-Alberti es una de esas cantantes que pueden poner en un apuro a un crítico si la conoce y alguna vez ha de hacer un comentario poco positivo. Su persona emana una simpatía que inmediatamente cautiva y predispone a su favor. La extraversión y la franqueza de esta joven soprano puertorriqueña no son fáciles de encontrar en el mundo de las divas. Margarita Castro-Alberti hizo anoche su presentación en Madrid interpretando el papel de Lucrecia Contarini en la ópera I due Foscari.Esta no es su primera visita a España, puesto que en 1979 cantó una Salud de La vida breve en el teatro Real con la RTVE que mereció amplios elogios. Intervino también en unos conciertos con el Réquiem, de Verdi, y ha participado en los festivales de ópera en Bilbao. Sin embargo, ésta es su presentación lírica en Madrid, y por ello se encuentra un poco nerviosa, aunque admita que "mi personaje en esta ópera es uno de mis favoritos y lo he cantado en cuatro producciones anteriores, en Buenos Aires, Chile y Nueva York. Casi todas ellas con Renato Brusón y en una ocasión con ese bravísimo barítono español que es Vicente Sardinero. Fíjese que muchos me consideran casi la especialista en este papel".

Está casada y tiene un niño que siempre que puede lleva con ella de viaje e incluso a los ensayos, en donde él todavía no puede comprender qué hace su madre y entona algún que otro llanto poco musical hasta que viene a calmarle un chupete oportuno. Esta afectividad se traslada a la ópera, y por ello no es extraño que su parte preferida de la obra de Verdi sea la escena en la que el padre de sus dos hijos ha de despedirse de ellos camino del exilio.

"Yo, verdaderamente, no podría decir... Mire, yo he trabajado con Brusón en Simón Boccanegra, Ballo in maschera e I due Foscari. Él tiene ya sus papeles creados. Este es un papel que le va de maravilla, de esos que en 15 minutos se roban el show, y desde luego, cuando uno ya sabe lo que quiere hacer, da más trabajo a los registas. No voy a decir que sea la persona más fácil del mundo..., pero conmigo es siempre muy simpático".

Margarita Castro-Alberti estudió en su propio país, en la Academia Santa Cecilia de Roma, y en la escuela Julliard de Nueva York. Su carrera internacional se inició en 1978, cuando interpretó la Amelia de Simón Boceanegra en Chile, precisamente junto a Renato Brusón. Después seguirían papeles más expuestos, como los de Ballo in maschera, Don Giovanni o Aida. Su primera intervención realmente importante en la ópera de Puerto Rico vendrá, un año después, de la mano de Plácido Domingo y el veterano Cornell MacNeil. Más tarde, Buenos Aires y Caracas. "El teatro Colón es de primera, fabuloso, y uno de los más grandes del mundo. Tuvo una época muy buena en la que yo, gracias a Dios, pude cantar. Luego, con la guerra, hubo problemas y ahora realmente no sé cómo va porque no he vuelto en los últimos cuatro años. Caracas no tiene una sala de calidad, pero llevan muy buenos artistas y hacen temporadas interesantes. Éstas y la de Chile son las tres casas que conozco y, desde luego, trabajan mucho".

A principios de los ochenta empezó a actuar en Europa: Marsella, Venecia, Dresde, Berlín... y Bilbao, en donde cantó dos obras muy diversas: el Otello, de Verdi, y la Lucrecia Borgia, de Donizetti. Junto a las obras mencionadas, Pagliacci, Trovadore, Manon Lescaut y María de Rudenz son algunas de las óperas que componen su actual repertorio. "Dentro de mis planes está Norma, para la que estoy esperando un poco más, y La forza del destino, que cantaré en seguida. Siempre canto mucho Veridi. Cuando me ponga un poco más viejita cantaré la Tosca, de Puccini", dice esta soprano de amplia voz y timbre poco común.

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