Mister 44
JUAN ELORRIAGA Drazen Petrovic nació hace 20 años en Sibenik, a orillas del mar Adriático, en Dalmacia, región marítima de Croacia. Su casa natal daba al campo de baloncesto de Baldekin y allí empezó a darle botes al balón a los ocho años con su hermano mayor, Alexander, que alternaba ya de niño el deporte con la música. Sus amigos lo recuerdan perfeccionándose solo, durante horas, en el arte de encajar el balón en el cesto, retorciéndose en las posturas más difíciles. Mide 1,97 metros y juega con la agilidad de un pigmeo. Después de haberle metido al Madrid 44 tantos y otros 44 al TSSKA, la afición le empieza a llamar en Zagreb Mister 44.
Pero él sabe muy bien diferenciar cuándo tiene un buen día y cuándo se ha levantado con el pie izquierdo. Cuando se siente flojo, busca con la mirada, en pos de consejo, a su hermano mayor, Alexander, antes de decidirse por enfundarse en el anonimato del juego de equipo y dedicarse a colaborar con los que tienen mejor suerte.
Opinan en Zagreb que, ante el Madrid, Drazen no tuvo culpa de los incidentes. "Es un torbellino muy fácil de provocar y los entrenadores contrarios lo saben. Van a por él en sus tácticas. Es de temperamento dinámico, se enciende y explota fácilmente. Pero, si se apagara, dejaría de ser él", decía un amigo suyo.
Fuera de la cancha, su pasión es la familia. Su madre le acompaña a todos los partidos, pero su padre, de temperamento nervioso, no consigue concentrarse ni ante la televisión ni ante la radio. Le acompaña hasta los vestuarios y se queda en la puerta. Dentro de poco tiempo se jubilará y entonces marchará a Zagreb a vivir con sus hijos. Drazen es soltero y estudia primero de Derecho, al parecer con buenos resultados.
Nada más cumplido su servicio militar, Drazen recibió varias propuestas de universidades norteamericanas, pero las normas de la Federación Yugoslava de Baloncesto impiden fichar por equipos extranjeros hasta la edad de 28 años.
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