Superman, el extraño joven volador
"¿Un filme alienante y fascista?", se preguntaba Pedro Miguel Lamet en las páginas de Reseña tras el estreno de Superman, la primera que dirigiera Richard Donner, "no, un entretenimiento costoso y bien hecho, cuyas posibles malas intenciones quedan suavizadas por su capacidad explícita de exageración y de reírse de sí mismo. Una película que quedará en la historia no ciertamente por sus altas calidades estéticas, sino por su enorme impacto comercial y, por tanto, por su complejo trasfondo sociológico".Lamet había comentado, previamente, las distintas lecturas con que puede entenderse el mito de ese hombre que vuela, que posee un poder prácticamente ilimitado y que, por azar, vive no sólo en la tierra, sino en el Estado de Kansas, donde aprovecha su fuerza para defender el orden establecido. Lecturas que no nacieron con esta primera adaptación del cuento, realizada en 1978, sino desde que el mito surgió, cuarenta años atrás, en los dibujos de Jerry Siegel y Joe Shuster. A tenor de los acontecimientos vividos desde entonces en EE UU, este superhombre ha ido adaptando su poder, utilizándolo con frecuencia como vehículo de propaganda.
Descubrimiento de un actor
No es el caso del filme. En él se intentó el humor, riéndose, incluso en directo, de la mitología de este extraordinario viajero de otro planeta, que disimula su peculiaridad tras el despiste de un reportero gafoso y sin talento y con los pies muy bien puestos en la tierra. En este sentido, la interpretación de Christopher Reeve, el actor descubierto para encarnar ambos tipos, ayudó con ironía a sentar las bases distanciadoras de la película. El aspecto grotesco del personaje no es ajeno al actor, sino su búsqueda personal e inteligente.De ella sacó mejor provecho Richard Lester, el director de las dos siguientes entregas de Superman, que Richard Donner, el responsable de esta primera. Actor transformado en director, Donner, con una aún escasa obra, en la que sólo podría destacar La profecía, tiende hacia un tono plano en sus narraciones, a una grisura que, al menos en el caso de Superman, contradice las ambiciones espectaculares del proyecto, muy especialmente en la primera parte, con la morosa descripción de los orígenes del muchacho volador. Donner abunda en ese terreno de nadie, sin calor ni nervio, donde las películas se reproducen a la misma vertiginosa velocidad que se las olvida.
Si algo permanece de esos primeros momentos es la prepotencia de Marlon Brando. No deja de ser un divertido chiste elegir como padre de Superman al actor que antes fuera uno de los representantes de la rebeldía juvenil de los años cincuenta. Calvo disimulado y obeso sin solución, Brando fue en Superman su propia caricatura, de no ser por la propia carga autocrítica del actor. A la brillantez del reparto (Gene Hackman, Margot Kidder, Glenn Ford ... ) se añade la música de John Williams, el guión, escrito, entre otros, por Robert Benton (Kramer contra Kramer) y Mario Puzo (El padrino), y los efectos especiales de Les Bowie, Colin Chilvers y Roy Field, que obtuvieron por su trabajo el Oscar de aquel año en esta especialidad.
Los productores vieron que el resultado era bueno, pero que podía ser mejorado. Recordaron la discreta existencia de Richard Lester, casi siempre malgastado en proyectos a los que sólo salva dándoles la vuelta, y continuaron la saga de Superman, mil veces repetido en sus bobas andaduras.
Los primeros cinco minutos de Superman III, la última entrega hasta ahora, y que nada tienen que ver con el hombre volador, ni con su sentido de la justicia ni con sus tímidos amores, son, de momento, lo mejor de la serie. Pero quizá esto no sea un elogio.
Superman se emite hoy a las 22.40 por TVE-1
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