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Francisco José Navarro

Un joven científico español que acaba de volver a casa tras vivir un año en una estación del Polo Sur

Volvió el pasado 13 de noviembre del Polo Sur, donde ha pasado más de un año en la estación científica de Estados Unidos que lleva los nombres de los exploradores Amundsen y Scott. Se llama Francisco José Navarro, es valenciano, tiene 24 años y es de los poquisimos españoles que han permanecido durante una larga temporada en la Antártida, aunque es de esperar que no sea el último. Dentro de unas semanas cuatro científicos españoles, dos hombres y dos mujeres, participarán durante dos meses en una expedición argentina a la Antártida a bordo de un barco, mientras Navarro vuelve a su universidad norteamericana para hacer la tesis doctoral.

Todo empezó como una remota posibilidad, casi como un juego. Especialista en geofísica, Paco Polo, como le llaman sus amigos desde que empezó esta aventura, estaba terminando la carrera en la universidad Complutense, en Madrid, cuando vio, pegado en una pared, un anuncio de la universidad de California en Los Ángeles (UCLA) en el que se pedía un investigador para el Polo Sur. Mandé los papeles requeridos y se olvidé del tema. Varios meses después recibió una llamada urgente: "¿Cuándo puedes venir?".Después, unos meses de preparativos, exámenes físicos y psicotécnicos y un largo y complicado viaje hasta el Polo Sur. El joven científico explica que lo seleccionaron porque sabía manejar un instrumento, el gravímetro.

En la base, situada a sólo 300 metros del Polo Sur geográfico, se encontró durante los nueve meses de invierno viviendo con otras 18 personas, sin posibilidad alguna de salir de aquel mundo totalmente helado donde nunca llueve ni existe vida animal ni vegetal alguna. Paco era el único no norteamericano de la base, y se encargaba de colaborar en los trabajos de investigación sobre geofísica y también de mantener el ordenador de la estación. Toda una experiencia, como afirma él mismo, que reconoce que ha aprendido mucho tanto en el plano científico como en el de convivencia: "Se presentaban los problemas normales, nada espectacular. Unos que hablaban mal de otros a espaldas suyas; cosas así. El ambiente no llegó nunca a ser familiar, pero hice muy buenos amigos".

En los primeros meses, el verano de allí, era continuamente de día; posteriormente cayó la noche durante seis meses. Navarro pasaba los días trabajando, acordándose de su novia Mabel, con la que se comunicaba por todos los medios que permiten las ondas, y utilizando las posibilidades de esparcimiento con que cuenta la estación, entre ellas una pista de squash.

La estación consta de varios edificios, aislados entre sí debido al gran peligro de propagación del fuego que existe en la Antártida a consecuencia de la extrema sequedad del ambiente, y cubiertos todos por una gran cúpula geodésica de aluminio de 50 metros de diámetro. "En la estación se podía estar en mangas de camisa y la vida era bastante cómoda. Fuera podíamos salir a dar paseos, siempre que tuviéramos cuidado, ya que la temperatura normal en invierno es de 70 grados centígrados bajo cero", explica.

La estación Amundsen-Scott se encuentra sobre una capa de hielo que se desliza sobre la superficie del continente, por lo que alcanzará el punto exacto del polo sur geográfico en el año 2010. A unos 1.300 kilómetros sobre el Polo Sur magnético se encuentra una estación soviética. A veces los científicos pasan de una a otra estación para realizar investigaciones, pasando por alto el aspecto estratégico de esta presencia de las grandes potencias en el último continente que queda por conquistar.

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