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Crítica:VISTO / OÍDO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Que se mueran los feos

Lo importante es no ser feo. Por eso piden, además de una carta lo más ocurrente posible, una fotografía. Así que ya sabe: si es usted contrahecho o cheposo, si está operado de cataratas o tiene elefantiasis, si le falta un brazo o los dos, ni lo intente. En el Un, dos, tres, sucursal acabada e invernal del tontódromo de Juan Bravo no caben las imperfecciones. Y eso que la Constitución nos declara a todos los españoles iguales ante la ley. Pero en la fiesta del viernes por la noche se requiere, como para ciertos trabajos, buena presencia. Siguen detrás de Mayra, las caras, tan sosinas ellas, de las adolescentes que languidecen con un mohín de desgana. Y más allá, donde se vean menos, los caballeros y las señoras gordas, que para eso son feas.Sin embargo, ahí está lo feo, como ejemplo y como lección, para reírse de ello. Pero es lo feo como sublimación de lo ridículo -como si los concursantes no lo estuvieran haciendo también. El que se disfraza de mujer casada "con un rifle de repetición", el gangoso, la gafe, el imitador y hasta ese dúo, tan patético, que no veíamos desde nuestra tierna y lejanísima infancia. Lo ignorante, pues, disfruta con su propia imagen, aunque sea hecha, al menos, profesionalidad, modo de vida. Y no crean los que ríen que mejoran al objeto de su desprecio. Reir ante eso es un viaje con retorno asegurado.

La vuelta de Un, dos, tres es la vuelta de lo guapo, aunque sea de lo guapo fruto más de una alimentación correcta que del sim-ple saber estar. Ahí están las azafatas para demostrarlo. Bien saben ellas que deben esforzarse, que, de ahí, al estrellato a a repartir paquetes con una motocicleta. Caprichoso destino el de estas chicas, premio inalcanzable ellas mismas, miradas de reojo por el concursante guasón, vistas con prevención por la novia prudente. Ellas son lo guapo como sin gracia y más bien sosiIlo, pero también les hacen ser lo guapo decididamente hortera, el disfraz que no engaña porque se ve lo que hay debajo. La apoteosis del público como supremo juez está, sin embargo, cargada de razón: el programa se exporta y la ciudad se paraliza. A pesar de que las azafatas no acaben de convencer o de que la mecánica del concurso presente ciertas variaciones. Lo que esperábamos era eso, parecen decirse, y aquí estamos todos. Cada uno en su sitio.

Pero yo me echaría a temblar. A los niños -a los míos les privaba- les empieza a cansar. Esa señora dos veces viuda les aburre y echan de menos a las tacañonas. Siguen adorando a Mayra, que es, naturalmente, para ellos guapísima y el chollo les parece sencillamente aborrecible. Para colmo, los viernes por la noche están rendidos y o les dan caña o se caen de sueño. La solución, creo yo, está en los feos. Son más de verdad y tienen más gracia. Yo voy con la pareja esa del feo, dirán, porque al menos, verán en ella un signo de diferenciación o algo por el estilo. Hay que abrir un poco la mano con los feos. Quién sabe si al final no acabarán por arreglarlo.

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