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Reportaje:

Ana dejó morir a sus hijos porque le daba lástima que les pinchara el médico

Ana se escondió en el aljibe de agua, junto a la cocina, que estaba a medio llenar, cuando por primera vez la Guardia Civil del puesto más próximo, el de Real de Montroy (Valencia), entró en la casa de campo La Luz Radiante. Vicente A. S., su compañero desde hace 10 años, dio la cara, mientras Ana se ocultaba, aterrada de que su solitario encierro en ese chalé sin pretensiones del término municipal de Montserrat se viera invadido tras la denuncia de un vecino inquieto a causa de la inexplicable ausencia del pequeño.El pasado mes de julio, un agricultor acostumbrado a ver a Vicente y Ana cultivar sus hortalizas, frutales y viñedos en la tierra que rodea la casa se extrañó de que el llanto del bebé desnutrido que a veces tomaba el sol en la terraza no acompañara los golpes de su azada. Se dirigió al comandante del puesto de la Guardia Civil: ¿Puede influir para que le quiten a ese matrimonio vegetariano un niño que tiene el aspecto muy desnutrido y puede morir?". El Tribunal Tutelar de Menores tomó nota del caso y dio la orden oportuna meses después, en octubre, para que la Guardia Civil abriera la investigación.

Vicente y Ana, ella 24 años más joven que él, son gente algo especial que practica una dieta vegetariana porque en su aislamiento los productos más fáciles de obtener y baratos los produce la tierra que tienen al lado. Bajan andando al pueblo de Montserrat, donde se les distingue por su aspecto extremadamente desastrado. Si tienen que bajar a Valencia, donde viven sus familias, a 25 kilómetros, toman el autocar. Entre ellos hablan siempre en valenciano. A la puerta de la casa han colocado un letrero: 'Sed bienvenidos a La Luz Radiante', pero en realidad reciben pocas visitas por su carácter introvertido. La familia de Ana está convencida de que ha sido arrastrada a este tipo de vida por la fuerte personalidad de Vicente, aficionado a la filosofía helénica y al pacifismo de Gandhi.

Visita de noche

La Guardia Civil, llegó primero de día, y no había nadie en la casa; luego repitió de noche, y sólo encontró a Vicente, quien dijo que Ana estaba en Valencia. Pero el chapoteo de sus pies en el aljibe de la cocina, estancia donde se desarrollaba la conversación, la delató y reforzó las sospechas que habían motivado la visita. "Algo no engranaba bien", relata el responsable del interrogatorio. Preguntaron por su niño y dijo que estaba con su madre en Valencia. La llamaron, y su madre se sorprendió porque no era cierto.Una nueva visita, para trasladarles al puesto de la Guardia Civil y desvelar la extraña desaparición. Primero manifiesta que el niño había muerto en la residencia Sanjurjo de Valencia y allí se había quedado. Pero el libro de familia no lo certifica. La pregunta sigue sin respuesta. Iba dirigida a la madre, porque los interrogadores piensan que su dependencia sentimental del bebé puede favorecer la confesión. Al fin acepta que había muerto el 16 de agosto y estaba enterrado bajo los árboles de La Luz Radiante. Es domingo, 4 de noviembre, y, en efecto, bajo un caqui lleno de frutos la Guardia Civil encuentra encerrado en una caja de galletas el cadáver de un bebé de unos cuatro meses. Todavía se reconoce el cráneo con cabello largo. Se pone en conocimento del juez, que ordena el levantamiento del cadaver, que es trasladado al Instituto Anatómico Forense.

Había motivos para pensar que otro u otros hijos hubieran sufrido idéntico destino después de 10 años de convivencia. El interrogador hace nuevas preguntas a Ana, y "me contestó con toda naturalidad que hace unos años había muerto otro y que le había depositado en una bolsa, junto con otros desperdicios, en un basurero de Valencia". La confirmación de esta versión lleva, sin embargo, a realizar un nuevo reconocimiento del campo de la casa, y el jueves 15 de noviembre se encuentran otros restos de una pequeña que parecen corresponder a la niña Amor, que, de vivir hoy, tendría cuatro años. Esta pequeña no constaba en el Registro Civil. La pareja "no era partidaria de esas cosas legales", pero al ver cómo se les moría pensó en registrar al último para salvaguardar de algún modo su vida.

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Sin alimentos prefabricados

Los dos bebés -fuentes de la Guardia Civil no descartan que pueda haber otros hijos no declarados todavía- se alimentaban con almendras picadas, leche natural y zumo de naranja. La pareja intentaba demostrar que los podía criar sin acudir al refuerzo de alimentos prefabricados. Mientras tanto, el padre, que anteriormente estuvo casado y tiene sus hijos en Francia, se muestra interesado en demostrar sus teorías: "Tenga presente", explica al interrogador, que Sócrates y los grandes filósofos griegos eran vegetarianos".Pero se le había olvidado Séneca, a quien recuerda el interrogador como pensador perseguido por los pastores porque les comía su ganado.

Esto no es naturismo

José Sanfrancisco, médico naturista y profesor de cursillos de acupuntura en la facultad de Medicina de Valencia, asegura: "Para mí esta historia no tiene nada que ver con el naturismo. El naturismo es una filosofía. No conozco ninguna filosofía que diga que hay que dejar morir a un niño".Mientras tanto, Vicente y Ana, acusados de omisión de socorro, ahora esperan en prisión preventiva que el titular del Juzgado de Instrucción número 3 de Valencia resuelva el sumario.

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