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Reportaje:

El deporte, prohibido a las mujeres

Los 18 años, edad en la que la española se ve obligada a respetar las tradiciones

JUAN MORA Tenía 20 años cuando tuvo que tomar la decisión más importante de su vida. El ambiente que vivía en la Universidad de California del Sur, en Los Ángeles, le ayudó. Marta Figueras lo recuerda cuatro años después: "Allí el deporte es una parcela tan importante como la política. Ser un número uno es ser alguien importante. Y yo lo era. Me sentía incluso una reina. Podía ser una buena jugadora y no quise desperciar la oportunidad. Tomar esa decisión en España no hubiera sido posible porque aquí no se concibe que la mujer se dedique al deporte. No me arrepiento. Si hubiera seguido mis estudios de Medicina hoy estaría llevando carmillas, que es lo que están haciendo los que fueron mis compañeros. Se encuentran sin trabajo y desquiciados".

Marta Figueras es la única mujer española que puede vivir del deporte de las 300.000 que lo practican. Mientras ella, en Los Angeles, pudo plantearse el seguir o dejarlo, en España sus compatriotas no tenían, y siguen sin tener, alternativa. A los 18 años, cuando pierden el contacto con sus compañeras de estudios, y después de haber practicado balonmano, yudo, baloncesto, tenis, esquí, montañismo, atletismo, karate o gimnasia, preferentemente, la sociedad las absorbe. Quizá vuelvan más tarde. Son las menos. El matrimonio supone un muro insalvable.

Por eso Marta Figueras no piensa en casarse. Y menos con, un español. "No me aguantaría", dice, porque me paso 10 meses fuera de casa. Sólo podría hacerlo con alguien que compartiera lo que es mi trabajo. En España no existe la mentalidad que hay en otros países". Iciar Martínez, atleta, es de la misma opinión: "En cuanto te casas, o trabajas, o tienes hijos, o ambas cosas a la vez. Trabaja cambia pañales, cuida a los niños, y luego, si el marido te deja, ve a entrenarte. El deporte sigue siendo machista en España. El hombre sí puede encontrar tiempo para hacer deporte; la mujer, o tiene criada, que a ver quién la tiene en estos tiempos, o se ve obligada a estar en casa".

Primer contacto

Hasta hace unos años, una mujer no se podía vestir de corto. El deporte le estaba prohibido, sencillamente porque no existía. Ahora la escuela contempla la práctica deportiva. Y es ahí donde la niña comienza a tomar contacto con el deporte. Practica mucho el balonmano porque la federación tiene organizado unos campeonatos provinciales y unas competiciones internas entre colegios de minibalonmano que movilizan a 50.000 practicantes. También el baloncesto es uno de los deportes preferidos, y ya, a nivel individual, lo que significa una elección personal, se inclina por el yudo, el tenis¡ el esquí, el montañismo, el atletismo, la gimnasia y, últimamente, por el karate.

Los 13 años es una buena edad para que la niña comience a practicar deporte. Ya se ha integrado con sus compañeras de estudios y su organismo se encuentra preparado para ir realizando esfuerzos progresivos. Marta Figueras tuvo la suerte de tener una familia con inclinaciones deportivas, y a los siete años ya jugaba al golf. Le aburría y también hizo voleibol, además de otros deportes. Pero, a pesar de contar con esas facilidades, cuando tomó la decisión de ser profesional tuvo en contra la opinión familiar. "La vida que vas a llevar no es la más propia de una mujer", le decían.

Las niñas, por lo general, no tienen las facilidades que encontrá Marta Figueras para hacer deporte. No en todos los centros escolares hay deportes organizados, y tampoco hay tiempo para practicar un deporte que les guste, cuando no es la familia la que se opone a que la niña pierda el tiempo. El esquí está socialmente admitido. a partir de la clase media-alta, y menos el tenis o el atletismo, porque su práctica regular absorbe tanto a la niña que margina todas sus otras actividades sin que se vea un beneficio a medio plazo.

Blanca Fernández Ochoa está logrando vivir del esquí porque los triunfos de su hermano Francisco, campeón olímpico en 1972, la ayudaron a derribar todos los obstáculos que se encuentra la mujer cuando sigue el camino de la competición. En tenis, únicamente tres jugadoras, Michelle Garth, Ana Almansa y Beatriz Pellón, optan a ser profesionales a cambio de una dedicación casi exclusiva que de momento no se traduce más que en regalos de material deportivo y pequeños ingresos económicos que no dan más que para satisfacer algunos caprichos. Lo mismo ocurre en atletismo, donde, de momento, Teresa Rioné, la atleta de mayor proyección, no puede vivir del correr, ni siquiera a cambio de dejar incluso su casa para realizar unos entrenamientos intensivos en Italia. Alta competición

El Consejo Superior de Deportes reconoce a 1.158 deportistas de alta competición. Ello significa que merecen ayuda, ya sea económica o técnica. De éstos, 222 son mujeres. Pero existen dudas sobre si esa asistencia, reivindicada por las respectivas federaciones, no se pierde realmente.

Las mujeres reconocidas como deportistas de alta competición se reparten de la siguiente manera: gimnasia, 36; yudo, 30; voleibol, 27; hockey, 26; golf, 17; karate, 14; tiro olímpico, 14; lucha, 10; salvamento y socorrismo, 10-, esquí, 9; tenis, 9; atletismo, 5; actividades subacuáticas, 4; tiro con arco, 3; ajedrez, 2, esgrima, 2; tiro de pichón, 2; hípica, 1, y motonáutica, 1.

Los resultados no están en consonancia con el reconocimiento de l2t existencia, en estos deportes, de tal número de deportistas femeninas de alta competición. Según estas cifras, el deporte español estaría en condiciones de presentar un escaparate digno para fomentar la práctica deportiva entre las mujeres. Pero a la hora del recuento sólo Lilí Álvarez, Mari Paz Corominas, Carmen Valero, Blanca Fernández Ochoa y Marta Figueras fueron o son nombres que no resultan desconocidos.

La gimnasia, prototipo

La gimnasia es el deporte femenino por excelencia. Es el único deporte en España que tiene más licencias femeninas que masculinas. La incorporación de la gimnasia rítmica a esta disciplina ayudó a la expansión de este deporte entre las niñas, que así pueden seguir practicando la gimnasia cuando se convierten en mujeres.

La estética de la gimnasia permite que éste sea uno de los pocos deportes cuya realización es promulgada por los padres. En contra tiene que su práctica resultatan esclavizadora que la federación ha logrado que un colegio imparta clases especiales a las componentes del equipo nacional que así lo deseen. Son ocho horas diarias de entrenamiento para, a los 13 años, tener que dejarlo por el propio desarrollo natural del organismo. Viven como profesionales, pero en realidad son niñas que juegan con la gravedad y la elasticidad de sus cuerpos.

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