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La gaseosa pierde su fuerza si no se tapa la botella

La realidad, aunque dura, se impuso inexorablemente una vez más. El repunte del lunes, auspiciado el viernes por las aves mensajeras catalanas, fue como el leve estampido de una botella de gaseosa. El fondo del mercado, sin que muchos quisieran reconocerlo, no estaba para esas alegrías. Ayer no quedaba sino el recuerdo, y el índice general se vio obligado a ceder casi un punto, el doble de la ganancia anterior.¿Qué va a pasar ahora?, era la escueta pregunta que se hacían muchos operadores, sumidos en la más absoluta desorientación. En ese clima, aquellos que han apostado por vender a la baja se encuentran en posiciones más cómodas, al menos por el momento. La mayoría de los inversores, sin embargo, prefieren mantenerse con liquidez hasta que la situación indecisa del mercado vaya aclarándose.

Algunos expertos apuntan, a este respecto, que la reacción no puede tardar y que en dos o tres sesiones se habrá encontrado el suelo que permita un repunte más sólido que el registrado el lunes. No se puede olvidar, a pesar del riesgo de caer en la reiteración, que los chartistas habían anunciado una caída hasta límites próximos al 137%, cota que el mercado parece empeñado en conquistar. Pero aún se pueden encontrar opiniones más pesimistas, que apuestan por un descenso hasta el 130%. Y aquí tampoco se pueden olvidar las previsiones de una gran entidad bancaria, que apuntaba por una caída hasta el 135%.

Las opiniones mayoritarias, por consiguiente, coinciden en la continuación del descenso. Lo interesante sería poder afirmar hasta dónde. Porque la reacción tiene que venir más pronto o más tarde.

Independientemente de las presiones que realicen las grandes carteras antes de finales de año, con el fin de poder obtener unas minusvalías apetecibles desde el punto de vista fiscal, lo cierto es que continúa dándose una serie de elementos positivos que deben suponer una presión de signo contrario y, al menos teóricamente, de mayor entidad que las primeras.

Parece descontado que el sector eléctrico se ha convertido en el gran árbitro de todo el mercado. Y que según reaccione éste así reaccionarán los demás corros. Esa es la razón para que todos los operadores analicen con lupa las noticias que influyen en el comportamiento de aquellas sociedades. Las incógnitas sobre las compensaciones y ventas de activos, que ya no pueden tardar mucho, a pasar de que se supere el tope del próximo día 15, deben servir para reactivar el sector. Pero no sólo por eso. También hay que contar con las lluvias que recoge el suelo español y que favorecen la cuenta de resultados de las eléctricas. O la estabilización del dólar en torno las 165 pesetas. O la cancelación de créditos anteriores de estas compañías de costo superior al que ahora han recogido con las emisiones de bonos. Incluso los rumores de que el aumento de tarifas se situará un punto por encima de la inflación para el año que viene.

Claro que todo eso son teorías y buenas intenciones, porque el mercado siempre termina por imponer sus leyes, aunque en ocasiones no sean las mejores ni las más justas. Objetivamente, sin embargo, la situación permite mantener el optimismo.

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