El Madrid, de la angustia a la tranquilidad en tres minutos
En tres minutos se pasó de la desesperación a la paz interior, de la angustia a la tranquilidad. En 180 segundos la fortuna le hizo un guiño favorable a Amancio Amaro. En el minuto 65 el poste izquierdo de la portería de Miguel Ángel rechazó de forma espectacular uno de esos goles cantados que se intuyen desde que el balón sale de la bota del rematador, esta vez Minguela, hasta que besa las redes. "¡Fuera, fuera.!".En el 66 un disparo de Eusebio rebotó en el travesaño. Las protestas del público arreciaron: "¡Fuera, fuera, fuera.!". Santillana agitaba sus brazos. Había que dejarse de tanta medrosidad. Butragueño, que, quizá como premio a sus recientes goles con la selección y en Elche, chupó banquillo de salida, también se percató de ello. Una genialidad suya en el área acalló las murmuraciones. Y Sanchis alivió la tensión en el 67 con su gol. Del posible 1-2 al real 2-0. Volvió la calma que había iniciado el reaparecido Valdano. El argentino debutó en la Liga, tras su larga lesión muscular, con un gol a los tres minutos.
El asunto madridista consiste en un 4-4-2 inalterable esté El Buitre o Valdano, juegue Lozano o Juanito, actúen pegados a la izquierda Martín Vázquez o Michel aparezcan por el centro Gallego San José. Una estrategia inasequible al desaliento en casa y a domicilio, con Lozano de pivote -ayer lució sus dotes técnicas en esas fases alternas en las que entra en juego-, penetraciones de Sanchis por la derecha y Martín Vázquez, ayer, por la izquierda, y centros en busca del remate de dos arietes. Valdano, resolutivo y eficaz, abrió la puerta a la esperanza de un primer tiempo aceptable en el que se prodigaron los remates, del argentino y de Santillana, fundamentalmente, para lucimiento de Ferioy. Un magnífico disparo de Santillana (minuto 13) también pegó en un poste.
El Valladolid actuó con tres puntas, aunque sólo el chileno Yáñez acreditó peligrosidad; todos, con la consigna de situarse en barrera ante los ataques rivales. Un planteamiento valiente de Fernando Redondo, que dio orden de carga tras el descanso. Fue entonces cuando apareció ese Madrid cómodo, el tacaño, el de la falta de agresividad ofensiva.
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