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Primera División. el Barcelona aumenta su ventaja como lider

El Atlético, conservador, recuperó dos positivos

CARLOS FUNCIA El Atlético de Madrid se desquitó de la derrota que sufrió el pasado domingo. El Betis salía como víctima propiciatoria, derrotado a su vez por el Sevilla, y con su incapacidad en campo propio como espada de Damocles. Fue un partido jugado al cero-ceró por el visitante y a la desesperación por el local, en un jueves sin milagro y con malos precedentes para los verdiblancos. Los seguidores del Betis no cesaron de ondear sus banderas, aunque terminaron increpando a Paco y a Rincón.

El conjunto madrileño clamaba, desde el primer momento, por el empate y Luis Aragonés parecía saberse de memoria el Betis del Villamarín, con un eficaz entramado en el centro del campo, abandono de las labores ofensivas y marcajes zonales muy flexibles, de los que únicamente escapaba el argentino Calderón, el mejor hombre del Betis en esta primera parte del campeonato. El Atlético tenía una vía de agua en Tomás y las arriesgadas salidas en falso del guardameta Mejías estuvieron a punto de costarle un disgusto.

Presionó más el Betis. Llegó a la zona de peligro en más ocasiones que el Atlético, pero sin fe. Lo tiene crudo Alzate, porque no funciona su esquema y no tiene banquillo del que echar mano. Dispone de dos grandes jugadores, Calderón y Gordillo, que destacan sobre el resto, pero le cuesta encontrar hombres que les apoyen o resuelvan las jugadas que nacen de ellos. No tiene el Betis jugadores que finalicen con éxito lo que Rincón y Paco son incapaces de resolver. Se preocupan ambos, más de gritar y echarse en cara los fallos, que de buscar su sitio y tocar la pelota con precisión, con la exactitud de Cardeñosa o de Hugo Sánchez.

Si hubiera que hacer una película del encuentro sería, seguramente, semejante a las españoladas de los sesenta, pero sin destape. Un quiero y no puedo por parte del Betis ante un Atlético que no se dejaba de ninguna manera. Lo principal era no perder. Morán no tuvo suerte en su regreso al. Villamarín, tras su experiencia de banquillo en el Barcelona. Se mostró falto de reflejos, lento, fuera de forma. Pedraza le dio otro color a los tímidos ataques madrileños porque corría mucho, aunque sin rumbo; a su favor, la jugada del penalti que fue la del triunfo. Tampoco Julio Prieto tuvo su tarde y fue sustituido por las escasas veces que tocó el balón. Votava, que se empleaba con dureza y sin sitio, tampoco estuvo acertado.

A éste esquema respondía el propietario del terreno con su clásica táctica conservadora, la sustitución de Suárez por Ortega y la inoperancia de sus hombres-punta. Tanto Paco como Rincón gozaron de buenas ocasiones que marraron, unas veces por no estar en el sitio adecuado, otras por estorbo mutuo y el resto porque no hay más existencias. Súmese a ello los errores en las entregas, los fallos de colocación y se tiene la imagen de un Betis incapaz. Ésta lección parecen habérsela aprendido bien -y sin televisión- los entrenadores del resto de los equipos que ya ven en el campo de¡ Betis una segura inversión. El empate a cero de un partido nada brillante, gris como la tarde y con pasión en el público, sólo podía romperse por un toque de suerte, error o penalti, y así fue. Una medianamente peligrosa internada de Pedraza, la zanjó Diego con un empujón dentro del área. No protestó Diego y Hugo Sánchez no tuvo problemas para mandarla a la red. La maldición volvía a un Betis que precisa de una profunda renovación y cuya afición increpó duramente a su presidente, Martínez Retamero.

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