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DUELO TELEVISIVO ENTRE LOS DOS CANDIDATOS A LA PRESIDENCIA

Reagan quiere menos luz

Francisco G. Basterra

Los asesores de Ronald Reagan, al parecer más nerviosos que los de Walter Mondale, pidieron, unas horas antes del debate, una reducción de la potencia de las luces que iluminan a los candidatos en el escenario.Alegaron que en Louisville el exceso de focos produjo mucho calor y dio una imagen más cansada del presidente. En esta democracia electrónica, donde la imagen que recibe el votante es mucho más importante que el contenido de los argumentos, estos detalles tienen su interés.

Recordaban los hombres del presidente que en 1960 Richard Nixon perdió el primero de sus cuatro debates televisados con el aspirante demócrata John Kennedy por su aspecto en la pantalla. El entonces vicepresidente de Eisenhower acababa de recuperarse de una gripe y fue mal maquillado. El calor y los focos le hicieron aparecer con una imagen miserable frente al bronceado de Kennedy. Los que oyeron el debate por radio dieron un empate, pero la mayoría, que lo vio por televisión, dijo ganador a Kennedy.

Anoche, Reagan exigió también que la audiencia estuviera iluminada, ya que temía hablar ante un agujero negro, lo que impone más. A Mondale le daba igual.

Las tres grandes cadenas de televisión nacionales, a su pesar, ya que la retransmisión les supone pérdidas de publicidad superiores a los 3.500 millones de pesetas, iban a ofrecer en directo el debate. El encuentro tuvo que ser adelantado una hora a petición de la cadena ABC, que tenía contratado un partido de fútbol americano.

Cuatro periodistas, Georgie Geyer, columnista de Universal Press Syndicate; Marvin Kalb, corresponsal diplomático de la cadena NBC; Morton Kondragke, director de New Republic, y Henry Trwhitt, corresponsal diplomático de Baltimore Sun, fueron los elegidos para dirigir las preguntas a los dos candidatos.

En el anterior debate, en Louisville, el gran actor y comunicador televisivo que es Reagan olvidó su papel y mostró una imagen titubeante y senil. Su reto era ahora, por tanto, volver a dar la imagen de comandante en jefe y de estadista prudente con una mezcla de fuerza y flexibilidad.

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