Danza prima
El número de intelectuales españoles ignorantes crasos de la obra poética del último premio Nobel de Literatura es aproximadamente el mismo que el número de desconocedores supinos de la obra de los científicos europeos honrados ayer con el Nobel de Física. Resultaría injusto, sin embargo, interpretar este insólito empate de ignorancias como prueba irrefutable de la feliz superación nacional del viejo duelo a muerte entre las dos culturas.Es cierto que en otras ediciones del Nobel la estadística de incultos en materia científica era abrumadoramente superior a la de legos en literatura, lo cual proclamaba una profunda desigualdad en contra de los batas blancas. Pero a pesar de esta novedosa equivalencia de ignorancias entre el checo Se¡fert y el italiano Rubbia, es reconocer que todavía existen enormes diferencias sociales entre ambas inculturas. Sigue siendo mucho menos intelectual desconocer al poeta que al físico. O al revés: el conocimiento de la primordial danza fascinante de los bosones W y Z en el acelerador de partículas del Centro Europeo de Investigación Nuclear no es condición suficiente para merecer el pergamino intelectual, aunque el premiado experimento de Ginebra proceda directamente, vía Platón, Newton, Maxwell, Einstein y Weinberg, de aquellas primeras preguntas que fundaron la inteligencia humana: de dónde venimos, qué somos, cuáles son esas fuerzas que gobiernan o desgobiernan el universo, por qué tanto follón.
Una vieja y arraigada tradición española estima bastante más intelectual la sabiduría poética que la científica. El eje del mundo es una canción y no una ley, nos suelen repetir con prosodia lastimera de León Felipe, mientras combaten con himnos las catastróficas consecuencias laborales, económicas y sociales de nuestro célebre menosprecio de siglos por las leyes de las ciencias y de las técnicas. Pero, a pesar de todo, yo estoy de acuerdo, el eje del mundo es una canción. Y, más exactamente, una canción bailable. Hay más poesía en la danza prima de esas partículas W y Z del acelerador ginebrino que en los versos de casi todos los Nobel de Literatura.
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