El Murcia supo aprovecharse del conformismo del Barcelona
El capellán del Murcia, sotana negra preconciliar y tez morena,fruncía el ceño mientras miraba las pizarras con las alineaciones. En la de su equipo encontraba a faltar muchos nombres por lesión y en la del otro le sobraban casi todos. Él, como la mayoría de los espectadores, hubiera bendecido de antemano el empate. Y ése fue el resultado final de un encuentro que transcurrió plácidamente hasta que un juez de línea levantó su banderín y obligó a Pes Pérez a anular un precioso gol de Del Barrio. La duda de la validez del tanto persistirá siempre. Lo deleznable es que un posible error sea capaz de convertir a seres humanos en auténticos energúmenos. Pero éste es el fútbol español.
No fue anormal el 0-0 de los primeros 45 minutos. Ni unos ni otros tuvieron oportunidades de gol. Sin Husillos, nadie daba posibilidades al Murcia durante el descanso y algo parecido debió de pensar el técnico británico Terry Venables, que, sorprendentemente, llamó a Marcos al vestuario cuando estaba jugando una pachanguita con sus compañeros de banquillo. Unos minutos después el hijo de Marquitos volaba hacia un balón que le sirvió Carrasco con precisión milimétrica.
En pleno desconcierto murciano, Carrasco estrelló un balón en el poste. Curiosamente, a partir de ese momento, el Barcelona desapareció: se dedicó a mantener su ventaja, cediendo terreno a su rival, que inició la cordada de ataque con más voluntad que acierto hasta que llegó el polémico gol anulado y una concatenación de incidentes protagonizados por un público caliente.
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