_
_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El futuro de la izquierda

Con sospechosa frecuencia, que parece encerrar el propósito de inducir tópicos, vienen lanzándose contra los comunistas acusaciones del tipo "el PCE trata de conseguir en la calle lo que le han negado en las urnas" o "la protesta de masas que el PCE impulsa es desestabilizadora". Hemos llegado incluso a leer singulares comparaciones con episodios de los años treinta.Frente a ello cabe reiterar la común verdad de que la participación pública de los ciudadanos, la movilización responsable, cívica y pacífica de los mismos, es no sólo un derecho constitucional, sino también un componente imprescindible de la democracia, sin la cual ésta carece de vitalidad. En un país como el nuestro, con escaso rodaje democrático, donde la afiliación a los partidos e incluso a los sindicatos es muy baja, donde apenas se lee Prensa de partidos, donde el tejido asociativo en general es débil... y donde, por contra, el poder fáctico, cultural e institucional, del viejo régimen es aún enorme, la articulación y la dinamización de la sociedad civil adquieren particular vigencia y progresividad.

Así pues, si el PCE, contribuye hoy, consciente y rigurosamente, a esto, no lo hace como resultado de ninguna radicalización, de ningún escapismo demagógico. A esta común verdad se une otra: no es el PCE el que se ha radicalizado; son el Gobierno y el PSOE quienes han girado hacia la derecha de un modo radical.

No hay ni creación de empleo, ni mantenimiento del poder adquisitivo, ni mejora de las pensiones, ni jubilaciones a los 64 años, sino todo lo contrario; tampoco la salida de la OTAN ni una política exterior de autonomía y de paz. Tampoco la afirmación de la televisión pública, la unificación de los cuerpos policiales o la desmilitarización de la Guardia Civil.

No hay un desarrollo legislativo aceptable para una perspectiva de progreso en una España en la que son recientes todavía 40 años de régimen dictatorial. No se han remitido al Congreso de los Diputados aún leyes tan importantes como las del Código Penal, el Código de Justicia Militar, la ley de Sanidad, la ley del Consejo Económico y Social, la ley del Jurado, la ley orgánica de Unificación Policial o el Estatuto de la Función Pública.

Una ilusión colectiva

El fraude a las promesas electorales -inclusó de aquellas que requieren sólo voluntad política- trunca las esperanzas de millones de españoles que albergaron una gran ilusión colectiva el 28 de octubre y que ahora comprueban que la izquierda puede engañar como la derecha, que los comportamientos en las prácticas políticas son los mismos e incluso que sigue habiendo clientelismo, enchufismo, cuando no indicios de corrupción. Y ello conduce no ya al desprestigio del PSOE, sino al descrédito de la izquierda en su conjunto; la conclusión que se generaliza es la que muy a menudo se escucha en la calle: "Todos son iguales".Éste es el motivo por el que nosotros hemos pedido una urgente clarificación de las acusaciones que apuntan a una posible canalización ilegal de fondos públicos hacia el PSOE, porque puede comprometer una parte irrenunciable del patrimonio moral de la izquierda.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

En el orden económico y social, el Gobierno parece haber renunciado a crear las condiciones para un nuevo proyecto de vida que afronte las consecuencias de la revolución científico-técnica en curso con una visión progresiva, sin aceptar el paro masivo con una fatalidad inevitable, superando la brutal marginación en que se ve sumida la juventud, la discriminación legal y, cultural que sufre la mujer; que favorezca los valores de una cultura pacifista y ecologista, que dé lugar a un sistema de mayor participación. Acorde con esto, la opción exterior responde al simplista esquema de que hay que estar con los norteamericanos o con los soviéticos, como si el destino de la humanidad estuviera inevitablemente abocado a la confrontación permanente y como si estuviera cerrada toda expectativa esperanzadora.,

El mundo de la cultura está sometido a una continua presión, no exenta de éxito en algunos casos, para sustraerle su función social de ser factor crítico permanente, creador constante de ideas. Lejos de estimular que las energías intelectuales y artísticas se desplieguen en favor del fortalecimiento teórico y moral de la izquierda, se las concibe y constriñe en términos de mero sostén del Gobierno. Y quien no comulgue con esta concepción funcionarial de la cultura conoce dificultades discriminatorias.

En lugar de convertir los medios públicos de información en foro de pluralidad y de debate, se los empuja a manos privadas.

Pero quizá lo que mejor refleje la renuncia del PSOE a cualquier proyecto de cambio, es ese empeño permanente en transmitir un mensaje de pasividad y de desmovilización; esa política deliberada de negar todo protagonismo a la sociedad civil, de concebir toda la actividad política desde el Estado. Hace escasos días se celebraba en Madrid un acto de solidaridad con Chile apoyado por todas las fuerzas parlamentarias, excepto AP. Pues fue la voluntad del PSOE la que determinó que éste se hiciera en un local insuficiente y que para entrar en el mismo hubiera que entregar la invitación correspondiente. Es sólo un ejemplo que ilustra toda una concepción política y estratégica, toda una práctica que rehúye el contacto con la sociedad.

Todo pretende reducirse al ámbito institucional, lo que deriva inevitablemente en un empobrecimiento de la vida institucional. En virtud de un juego bipartidista según el cual no hay más oposición que la de Fraga (y éste no puede combatir a fondo coherentemente la política internacional y la política económica del Gobierno porque se asemejan cada vez más a la suya), el Congreso de los Diputados se ha convertido en un escenario triste que poco interesa a la opinión pública.

Se quiere reducir a la sociedad civil a mero espectador con la sola función de votar una vez cada cuatro años. Eso sí, ofreciendo opciones claras: o Felipe o Fraga, con el mensaje de que cualquier otro voto "no es útil".

El afán, por lo demás extremadamente partidista, en llenar todas las instancias de la Administración con adherentes y amigos no sienta bases para un proyecto de futuro. Un partido institucional omnipotente y estable, un PRI a la española, no es posible en España, dada la movilidad electoral de nuestro país, y no será posible nunca, si no es como una fuerza de derecha.

Lo que sienta bases para un nuevo proyecto de vida es el impulso de legislaciones progresistas que den mayores derechos y generen nuevas costumbres; el fortalecimiento de los sindicatos de la pluralidad de partidos; el desarrollo de los movimientos sociales, cívicos y culturales autónomos; la afirmación de una tercera vía en Europa de paz, desarme y distensión; la oferta de una nueva ética política en los hechos, y no sólo en palabras cada vez más vacías.

Generar ilusión

Lo que fortalece a la izquierda es su capacidad de generar ilusión, expectativa y participación entre la juventud y entre los 11 millones de españoles que se pronunciaron por el cambio. Y ello exige propuestas nuevas, imaginativas, orientadas a dar respuesta a la crisis de civilización. No es fácil, obviamente, pero es imposible desde la acomodación a lo establecido y a los poderes fácticos.No hay ilusión que valga si se renuncia a un nuevo proyecto de vida y a algo más perentorio: a la lucha contra la carestía de la vida, a la defensa del poder adquisitivo, al mejoramiento de las pensiones, a una mayor cobertura de las necesidades sociales, a la creación de empleo.

El desafío al que nos enfrentamos todos, dentro o fuera de los partidos políticos -de quienes compartimos ideas de izquierda y aspiramos a un futuro de progreso y de paz-, es romper esa dinámica esterilizante, destructora.

La crítica y el debate de ideas, la participación ciudadana, la movilización de masas, estas señas de identidad históricas de la izquierda, deben ser los catalizadores de ese desbloqueo, además de factores de vitalidad democrática. La pasividad, la resignación y la impotencia son, por el contrario, el caldo de cultivo de la derecha, de una derecha que, como vemos en Fraga, cada día se siente más iluminada por la nueva doctrina de Reagan.

No, no hay actitudes maximalistas en el PCE ni oportunismos o ligerezas en nuestra crítica al PSOE. El problema es más serio. Asistimos a un proceso que puede terminar incapacitando históricamente a la izquierda. Y para evitarlo es necesaria una alternativa política. De ahí nuestro empeño en que se abra camino una política alternativa. A ello va a estar dedicada la actividad del PCE en el próximo período.

Gerardo Iglesias es secretario general del Partido Comunista de España

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_