Lucha teologal
Cuando las ideologías huyen de la complejidad acontece el resurgir imparable de la teología. Es la deserción de los intelectuales lo que está provocando este desfilar incesante de teólogos de la liberación, de la salvación, de la conservación, de la revelación, de la negación. Si los ideólogos civiles sólo son capaces en estos instantes de producir fragmentos, prefijos, minúsculas, paradojas, perplejidades, pensamiento débil e hipótesis rigurosamente provisionales, aquí llegan los renovados teólogos de antaño con sus grandes relatos, sus totalidades mayúsculas, sus enormes ismos redentores y sus utopías salvadoras, a veces tan salvadoreñas.Estas célebres disputas teologales ocupan con toda naturalidad el exacto lugar de aquellas intensas polémicas intelectuales de hace un par de décadas. Es lógico. El sonido más o menos furioso que emiten los discursos de los nuevos teólogos resulta un alborotó encantadoramente familiar para los oídos de la progresía. Con una pequeña diferencia: Dios.
Lo que en definitiva hacen estos teólogos fin de siglo es introducir la figura de la divinidad en aquellas filosofías e ideologías sesentonas que prometían o negaban la revolución, el centralismo democrático, la autogestión, el falansterio o la liberación del Tercer Mundo. No es que todos los viejos discursos progres fueran ateos ahí están los nostálgicos felipes para demostrar lo contrario-; es que, como el astrónomo Laplace, no solían utilizar en sus argumentaciones la hipótesis de Dios. Pero salvo esté pequeño matiz, apenas veo diferencias entre aquellos ateísmos de rango teológico y estas teologías de inspiración atea.
Esta encarnizada lucha teologal todavía no ha sustituido a la lucha de clases, pero ha resuelto un viejo enigma. Al norte del paralelo 42, y con la preciosa ayuda de Reagan, Wojtyla y la Thatcher, Dios es de derechas. Mientras que el Dios del Sur habla un lenguaje inequívocamente izquierdista por boca de Jomeini, Helder Cámara, Ernesto Cardenal o este Boff. Si los teólogos ya no disputan acaloradamente de la Trinidad es porque andan muy ocupados en interpretar el no menos misterioso bilingüismo geopolítico de la divinidad.
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