Scargill contra Willis
Si como parece seguro, Nórman Willís sucede en la secretaría general del TUC a Len Murray, quien pedirá al Congreso una jubilación anticipada ya anunciada, este corpulento funcionario de Míddlesex será el principal obstáculo que Arthur Scargill, el presidente minero de Yorkshire, tendrá que enfrentar en retaguardia.Naturalmente, la gran enemiga de Scargill seguirá siendo la primera ininistra Margaret Thatcher y, por interposición, el. presidente del National Coal Board, Ian McGregor, quien, probablemente, dará al presidente del NUM nuevas oportunidades para demostrar su fibra luchadora entre negociaciones frustradas.
Por parte de Willis, continuará el silencio y hasta el reproche indirecto que Murray ha prodigado en los últimos tiempos contra las iniciátivas ilegales de la cuenca minera. Es difícil que Scargill renuncie, pese a ello, a su estrategia autónoma.
Arthur Scargill y Norman Willis representan dos caras del sindicalismo inglés, y dos vidas diferenciadas. Más joven, pulcro y enjuto, Scargill es hijo de un comunista, y militante, a su vez, desde los 15 años en esa tendencia, con una experiencia temprana de lucha en el pozo y en los piquetes de huelga.
Su lema es nacionalizar -"quiero, ha dicho, hacer propiedad común de todo lo que hay en Gran Bretaña"- y no encuentra traducción fácil dentro del Partido Laborista. Pero tampoco se entiende bien con el marxismo ortodoxo ni con el totalitarismo soviético, de manera que el sistema electoral proporcional sigue reflejando sus aspiraciones políticas.
Llegó a la presidencia de la NUM en 1982 con la promesa de defender los puestos de trabajo. "Queremos negociar y volver al trabajo, pero no a costa del cierre de 20 pozos", ha repetido incansable durante los últimos meses de una huelga que ha enfretado a trabajadores entre sí, y ha producido muertos en choques con la policía.
Dirige el sindicto minero con un estilo personal que ha dado pie a la acusación de que se preocupa más por sí mismo que por la clase obrera. Controvertido entre sus militantes -algunos le consideran demasiado de derechas- se echó a llorar recientemente, cuando la viuda de un minero le ofreció su pensión para apoyar la huelga.
Norman Willis tiene en cambio una apariencia de buen vivir, bonachona. Es un personaje popular que nació de un padre sindicalista -cuadro del transporte- y que hizo su propia carrera dentro de la cerrada cúspide burocrática del TUC, con, el apoyo de una cierta izquierda. Mantiene estrechas relaciones con líderes laboristas, y su esposa., Maureen, es la secretaria de Neil Kinnock.
Durante los últimos años, Willis ha sido el adjunto de Murray, y se dice que considera que la táctica de diálogo con el Gobierno, aprobada en el congreso sindical del año pasado, ha fracasado. Pero pocos le creen capaz de plantear una alternativa sólida. Su único contrincante para la secretaría es David Lea, otro antiguo miembro de la cúpula.
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