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Tribuna
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Fin

Todas las vacaciones incluyen un proyecto de salvación. Mediante ellas llegaremos a ser otros, pero también el mundo será otro. El espacio abierto frente al confina miento de¡ hogar, el itinerario asilvestrado contra el sumiso camino del trabajo, el. sosiego contra la convulsión, el reloj solar contra el jefe, lo arbitrario frente al orden, lo hermoso de la vida contra la usura de la repetición. Cualquiera sabe de cuantos modos la salvación es imaginada piara emplazarse en el tiempo, de las vacaciones.De este intervalo libre se tiene de antemano un concepto limitado y provisional, pero se espera emocionalmente con una medición desproporcionada, casi sin límites. El anhelo de ese tiempo salvífico convierte los 30 días en una metáfora de paraíso donde por supuesto se encontratá toda oportunidad para leer y viajar, visitar a los parientes y remar, dormir sin término o trasnochar, pintar, la verja y estar encima cariñoso con los niños. Siendo un tiempo excepcional todo cabe en su interminable aforo. Tratándose de un proyecto de salvación nada nos será negado o racionado.

El fin del tiempo real es el principio de las vacaciones. Una escena de fantasía donde pese a la experiencia de tantos otros años se inaugura con la dócil creencia de que lograremos redimirnos: libros pendientes, desavenencias conyugales, artrosis sedentarias e insomnios, colon irritable, palpitaciones o angustia laboral. Prácticamente todo lo que le cabe al deseo maltrecho parece que pueda recibir auxilio de la vacación.

Sólo hay que esperar sin embargo a estos días de clausura del paraíso para chocar con los resultados.

No es lo peor, con ser violento, el momento de reinsertarse en el trabajo. A fin de cuentas, el trabajo recibe siempre con un lenguaje muy concreto y de ese modo confortador. Lo más duro es hacer frente a este charco de la, vacación cuando agoniza. Lo que quedó pendiente por vivir o por hacer emerge entonces como un detritus mientras se conforma la evidencia de que el tiempo nos condena siempre y que así a todas las etapas, especialmente las de salvación, las cierra sin piedad el fracaso.

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