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Tribuna:Juegos de la 23ª Olimpiada de la era moderna
Tribuna
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Esther Williams, estrella de la natación sincronizada

ENVIADO ESPECIALLos Juegos Olímpicos han entrado en la fase definitiva del exotismo pazguato con la natación sincronizada, la gimnasia rítmica y la doma ecuestre. El olimpismo parece destinado a admitir en su seno a cuantas innovacciones con proyección comercial se presenten. En Los Ángeles ha sido novedad, además de las especialidades citadas, la tabla a vela. Para Seúl ha sido añadido el tenis de mesa. La gran atracción de la natación sincronizada, fue Esther Williams, que narró para televisión los ejercicios que recordaron su época dorada de Hollywood.

La natación sincronizada tiene cierta belleza plástica, pero no es un deporte. Es simplemente un ballet acuático de los que hicieron famosa a la Williams, con la diferencia de que, en lugar de colocar a la orquesta del viejo Xavier Cugat, se pone música enlatada. La natación sincronizada permite ver a señoritas con preciosos tocados y maquillajes cinematográficos, y su futuro debe estar en constituirse en un sustitutivo del Holiday on Ice. Para subir al podio debería ser obligado el traje tul ilusión. Intentar bailar, corno hicieron dos muchachas canadienses, La danza del sable es toda una cursilada.

Detrás de la natación sincronizada debe haber un buen negocio, como lo hay tras las tablas a vela, con la salvedad de que esta especialidad requiere unas condiciones físicas notables. Pero añadir por añadir es un error. A este paso, los Juegos se convertirán en una feria. de muestras en la que cada cual acudirá para vender lo suyo. Ya en estos momentos el deporte mundial está regido por cuatro multinacionales dedicadas a la vestimenta deportiva que han impuesto sus productos en todo el mundo. Esther Williams, que, a causa de una poliomielitis infantil, se dedicó a la natación como terapia, estuvo a punto de ser olímpica en 1940, pero aquellos Juegos programados para Helsinki se los llevó la segunda guerra mundial. La Williams no esperó cuatro años y, por consejo de un empresario, dedicó sus habilidades natatorias al mundo del espectáculo. Aquella famosa película Escuela de sirenas, en versión olímpica, es la que ha sido incluida en los Juegos como uno de los numeritos que habrá que padecer en el futuro. Por si algo faltara, en los concursos ecuestres existe también la doma, programa en el que unos señores con levita hacen caminar a los caballos con escasa gracia. Cualquiera de los caballos de Álvaro Domecq o los Peralta produciría un mayor impacto.

La gimnasia rítmica, que en España ha alcanzado un singular nivel, no es otra cosa que un sucedáneo de la gimnasia deportiva pasado por la habilidad circense y la gracia del minué. O sea que la cosa también va de ballet, con el agravante de que sus practicantes, en algunos casos, padecen los mismos problemas fisiológicos que las de la gimnasia deportiva. Ya se habla de ellas como de las niñas que se alimentan con alpiste.

Algún día habrá que empezar a explicar que el deporte no siempre crea salud.

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