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Juegos de la 23ª Olimpiada de la era moderna

El equipo español de baloncesto: 18 años de continua evolución física y táctica

ENVIADO ESPECIALUna de las claves de este éxito del baloncesto es, sin duda, la continuidad que ha tenido el entrenador de la selección y la constante labor federativa en busca de valores a los que ha habido que proteger para que cuajaran en grandes jugadores. Un caso singular ha sido el de Fernando Romay, al que desde su etapa de juvenil Díaz Miguel comenzó a cuidar y a llamar a la selección, para que fuera habituándose a ella mucho antes de su integración con pleno derecho. Lo mismo ha hecho con el barcelonista Tarín (2,17, con el que mantiene constantes contactos porque su talla debería permitirle llegar al primer equipo nacional. Otro de los jugadores que ahora controla de cerca es el zaragocista Martínez Sansegundo, que sin duda será uno de los próximos relevos junto a Antonio Martín.

Díaz Miguel, que ha realizado constantes viajes a Estados Unidos con el fin de recibir enseñanzas de entrenadores como, su entrañable Lou Carneseca, Dean Smith e incluso el actual entrenador estadounidense Bobby Knight, ha tenido el gesto de reconocer en Los Ángeles que parte de su formación se la debe al baloncesto de Estados Unidos.

A Bobby Knight le conoció cuando estaba en el West Point, un equipo de segunda fila, pero en el que ya se había ganado un prestigio. Díaz Miguel ha procurado adoptar las innovaciones norteamericanas a la mentalidad española.

Con Díaz Miguel se ha producido la renovación del baloncesto español, para el que técnicas como el tiro en suspensión tuvieron que llegar de la mano de jugadores puertorriqueños como Fredy Borrás y en el que no hace muchos años todavía el responsable máximo de la Federación Española, el general Querejeta, amenazaba con arrestar a quienes eran soldados porque desde su despacho no oía sonar los tableros.

Era el tiempo en que los jugadores españoles comenzaban a ensayar los lanzamientos directos al aro. El mismo responsable federativo, en la primera ocasión que se enfrentaron españoles y norteamericanos -en Bolonia, antes de los Juegos de Roma de 1960-, entró en la caseta y dijo a nuestros jugadores, entre los que se encontraban los Emiliano, Buscató, Alfonso Martínez y el actual médico del equipo, Jorge Guíllén: "Habéis visto a esos americanos tan altos. Pues no hay que asustarse. Se les juega raso, y en cuanto tengan que doblar el espinazo cuatro veces serán vuestros". Naturalmente, los jugadores no osaron ni sonreír, sino disponerse a recibir una palizón frente a aquellos baloncestistas que sobrepasaban los dos metros y a los que únicamente se podía enfrentar Alfonso Martínez, que siendo el techo del equipo medía 1,96.

En aquellos tiempos todavía se consideraba que ganar era cosa de la raza. En el vestuario de la selección española de fútbol, en Suiza, entró el general Gómez Zamalloa, y no tuvo otra ocurrencia que re comendar a los jugadores "cojones y española". Por cierto que fue el último partido que jugo Pahíño, aunque marcó dos goles. Al parecer, fue el único que esbozó una leve sonrisa. Y también el único que leía a Tolstoi y Dostoievski.

Díaz Miguel tuvo la fortuna de poder contar para el equipo nacional con Luyk y Brabender, dos norteamericanos con los que se pudo comenzar a circular por el mundo con algunas garantías de éxito. Y con él empezaron a llegar al equipo los jóvenes Santillana y Estrada, que fueron los primeros relevos que encontró el pivot Clifford Luyk.

El camino recorrido desde entonces ha supuesto desde un subcampeonato de Europa, logrado en Barcelona, hasta las primeras victorias sobre la URSS y Estados Unidos en competiciones oficiales. A los norteamericanos se les ganó en el pasado mundial de Cali, pero allí se perdió un partido clave con Yugoslavia con el mismo árbitro Reinoso, que esta vez, en el Forum, resultó complaciente con los españoles.

El estadounidense Reinoso debió quedar desde entonces con ta mala conciencia que en los dos en cuentros que ha dirigido aquí a España ha tenido mucho cuidado en no equivocarse en contra ni una sola vez. Cuando lo ha hecho, ha sido a favor.

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