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La simetría como superstición

La mala salud, en términos generales, de la intelligentsia española se manifiesta muchas veces en sus supersticiones, es decir, en el hecho de que muchos de sus agentes, en lugar de practicar la crítica de la ideología circulante, insidiosamente emitida desde los centros del poder -y otras veces de manera nada insidiosa, como cuando la policía habla del terrorismo-, reproducen de modo supersticioso esa ideología. "Se acabaron los gitanos / que iban por el monte solos", escribió una vez García Lorca; y yo rememoro ahora estos dos versos, pensando que se acabaron, o casi, los escritores capaces de caminar a su aire por la jungla del papel impreso por el sistema (capitalista) en que vivimos; y ello es tanto más curioso cuanto que "caminar a su aire" es lo que suelen pretender los intelectuales y los escritores que se dicen de vuelta de compromisos sociales atentatorios contra su poco menos que sagrada libertad. Es bueno aclarar que el caminar "a mi aire" que yo me propongo en mi trabajo literario apunta precisamente a un compromiso fuerte con la verdad -con la búsqueda de la verdad- y con los organismos que se plantean una práctica social, digámoslo así, subversiva. Lo que sucede es que, hoy por hoy, quienes hacemos esta elección andamos por el monte (de la vida intelectual) bastante solos, efectivamente. O sea, en la mejor de las compañías, que no es, claro está, la de uno mismo sino la de lo mejorcito de nuestros pueblos.Entre las supersticiones observables en esa vida que acabamos de llamar intelectual, se trata hoy de llamar la atención sobre la muy frecuente de la simetría; y, precisando más, es una de las especies de la simetría -la que suele llamarse bilateral- la que es asumida por estos intelectuales a la violeta. Por poner un ejemplo de lo más frecuente, ahí está una expresión que ya es tradicional y que suele reproducirse sin rubor alguno por muchos de estos precarios mandarines: es la que expresa la postura "contra la violencia, venga de donde venga". El convencional cliché aparece ahí muy nítido: se da un eje (imaginario) central, y a un lado y a otro "la violencia", desdoblada en dos imágenes idénticas: como dos identidades abstractas y necesariamente homologadas. La referencia abstracta entre los dos términos aparece así como una verdad metafísica.

Explicado así, no parece demasiado claro; pero si procuramos otros ejemplos, quizá no tan clamorosos y usuales como éste, el asunto puede aclararse bastante bien.

La simetría bilateral como superstición conduce a respuestas mecánicas de este tipo:

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Proposición: hay tortura policiaca en determinadas oficinas del Estado español. Respuesta supersticiosa: ¿Pues y el Goulag? ¿Pues y los psiquiátricos soviéticos? Quiere decirse así que nuestra proposición no es válida sin ese efecto simétrico.

Proposición: han despedazado a unos jóvenes en Almería. Respuesta supersticiosa: estamos sufriendo el azote del terrorismo.

Proposición: el Pentágono ha invadido la isla de Granada. Respuesta supersticiosa: hábleme usted de Afganistán o cállese.

La propuesta mecánica de un horror simétrico -muchas veces imaginario- forma una parte esencial de la estrategia de la derecha, que trata de provocar un desplazamiento de la atención hacia el exterior del campo de su propia ignominia, reduciendo las más de las veces el dato real de que se trata hasta negarlo en absoluto, incluso cuando hay un muerto como efecto de la violencia institucional: se cayó por la escalera, trató de escapar (ley de fugas), los disparos fueron meramente intimidatorios y al aire (al aire existente en el interior de los pulmones de la víctima, ha dicho con mucho ingenio Jesús Ibáñez).

Negar o reducir el dato no es, como se ve, suficiente para esta estrategia del ocultamiento; es preciso llamar la atención sobre un horror simétrico, con lo que se pretende servir a los fueros de la objetividad. Así, si yo propongo el carácter militarista (obvio) de la OTAN, por ejemplo, alguien me responderá dibujando la imagen, pretendidamente simétrica, del Pacto de Varsovia. Si yo analizo la falta de libertades reales en el sistema capitalista, el sistema simétrico dibujará, por ejemplo, el mapa de Cuba en el espacio vacío que había al otro lado de una línea inexistente que ahora se convierte en eje imaginario, en este mapamundi que es una especie de monumento a las especies más abstractas del pensamiento holístico. (Entiendo por tal el que presenta falsas totalidades).

Pensamiento holístico he dicho, y en realidad es una mixtificación de pensamiento, pues malamente puede dar cuenta de la realidad socio-histórica una rebanada sincrónica y superficial de esa realidad en un momento determinado; rebanadas que se usan luego metodológicamente a guisa de falsillas -¡qué palabra tan oportuna en este preciso momento!- aplicables a cualquier otra rebanada. Esta falsilla, cuando de este método simétrico-bilateral se trata, contiene una casilla en blanco, al otro lado del eje, cuyo objetivo es proveer de un fácil remedio paralizante contra los críticos del sistema capitalista. Es de uso muy sencillo y al alcance de la menos brillante inteligencia; a veces basta con escribir en la casilla un nombre como Sajarov o Polonia, y ya está: el enemigo queda paralizado y una ola de buena conciencia invade al practicante del método.

Se podría pensar que el diseño de este eje imaginario apunta a una división del mundo, a una bipartición más o menos maniquea de las realidades sociales y políticas en presencia; pero en realidad no es así, pues lo que se hace es extender un tupido velo de humanismo abstracto (o navideño, como lo he llamado en otras ocasiones) sobre la realidad de un mundo realmente dividido, que así queda malamente unificado en virtud de una especie de holismo simétrico-bilateral, del tipo "en todas partes cuecen habas" o, en otros casos, "mal de muchos..." (consuelo de tontos, añadamos nosotros echando mano, malignamente, de la frase proverbial).

El pensamiento, en realidad, queda al margen de este juego, al no considerarse el carácter de proceso que tiene el objeto de la reflexión; proceso que, desde luego, un pensamiento en forma no ha de considerar desde presupuestos -o, más bien, prejuicios- historicistas. Esto me parece obvio desde que el estructuralismo contribuyó al despertar del sueño historicista en que había caído una parte muy considerable del pensamiento marxista o posmarxista, en sus formas más vulgares, con las que se escapaba a planteamientos verdaderamente teóricos. El término que uno, que no es filósofo (al menos en el sentido técnico de la palabra), propone es el de estructura diacrónica para un modelo sincrodiacrónico de realidad; no sé si me explico, señoras y señores; pero es que, en verdad, y parece mentira que esto no se vea por quienes hacen oficio de ver y entender las cosas, uno no puede quedarse tan tranquilo diciendo, por ejemplo, que hay la OTAN y el Pacto de Varsovia (tal para cual), lo cual es, a lo más, y a lo mejor, una verdad boba, una proposición insustancial, pues ese hay no es sino un momento de cierto proceso en el que, en otro momento, hubo sólo la OTAN; y esto es sólo empezar a pensar en este asunto. Como hay el IRA hostigando a las fuerzas de ocupación británicas, que justifican sus torturas en función de un fenómeno simétrico (el terrorismo), porque había un país, por cierto muy pacífico, que fue forzado a pertenecer a la corona británica. La teoría simplista de los dos imperialismos forma parte de esta imagen bilateral, irrealísima; quiero decir con ello que en la base de esta homologación hay una creencia supersticiosa: una imaginación ideológica, acientífica, de la realidad; y tampoco se quiere decir con esto que la diferenciación que hace realmente asimétrica esta fenomenología se produzca en términos maniqueos, de bien y mal, con lo que, paradójicamente si se quiere, procuraríamos también una imagen simétrico-bilateral, supersticiosa. Para mí, por ejemplo, lo que de malo encuentro en el proceso del llamado socialismo real es peor que lo que de horrible encuentro en el imperialismo: en el imperialismo, digo, pues es éste un fenómeno muy preciso y seriamente diferenciado con relación a lo que sucede en el campo del socialismo real, de manera que -háganse cruces los supersticiosos de la bilateralidad, los especulantes o portadores del espejito mágico- Granada y Afganistán son fenómenos muy diferentes, y así, si situamos un espejo imaginario ante Granada sólo una mirada supersticiosa o interesada o boba es capaz de ver Afganistán en ese campo de observación. Por muy fastidioso que pueda resultar, el pensamiento tiene sus exigencias dialécticas para ser capaz de cumplir su función desmitificadora o descubridora, que consiste, aproximadamente, en revelar las reales identidades (u homologías) que subyacen en el interior de aparentes contradicciones, y, así mismo, las contradicciones ocultas en el seno de aparentes identidades.

Durante la guerra de Argelia, recuerdo que había quien homologaba las sevicias que cometía el Ejército francés con los métodos terroristas de los patriotas argelinos en las ciudades. Sartre nos dio una de sus inolvidables lecciones denunciando esta mentirosa simetría -la bomba es el arma de los pobres, llegó a decir en una ocasión- y yo me acuerdo de que, ya por entonces, pensé en escribir algo sobre la metamorfosis de una pistola. El arma era arrebatada por un fedayin a un para, y en el paso de unas a otras manos el objeto resplandecía transformándose en su contrario y conservando, de su primitivo ser, tan sólo la forma. Entre los ejemplos más clamorosos de mala simetría puede recordarse, de la historia cuasi reciente, el que fue famoso Comité de No Intervención durante la guerra de 1936 a 1939, producto infortunado de las democracias europeas de la época, que así mostraban probablemente su estar contra toda violencia, "venga de donde venga". La no intervención puede considerarse como un crimen político contra la República española, pero ahora me importa resaltar aquí su carácter de grave error filosófico.

Cuando hace unas semanas un periodista hizo una pregunta al portavoz del Gobierno a propósito de la muerte por las fuerzas del orden de unos militantes revolucionarios en dudosas circunstancias y sobre las investigaciones al respecto, dicho portavoz se apresuró a decir que también se iba a aclarar el asesinato de un militar en Navarra. Curiosa respuesta. "Lógica bipolar" ha llamado a este tipo de discurso Carlos Otamendi refiriéndose a la mala dialéctica OTAN/Pacto de Varsovia, y ha proclamado en una entrevista radiofónica la necesidad de salirse de esa lógica; nada más cierto.

A propósito de la lamentable anécdota -lamentable sobre todo por no ser atípica- de Eduardo Sotillos, me ha venido a la memoria otra más antigua y referente al teatro de la posguerra, es decir, a los tiempos más gloriosos del franquismo. Cierta empresaria teatral muy adicta a los principios del Movimiento Nacional había contratado para su compañía a varios actores republicanos, no hay que decir que con no muy elevados sueldos; pero además no se los abonaba con la puntualidad debida, hasta el extremo de que estos actores, depauperados, decidieron presentarse en comisión ante la empresaria para reclamarle respetuosamente el abono de alguna cantidad. La buena empresaria los miró de hito en hito y al final exclamó con ademán poco menos que amenazador: "¡Que ha corrido mucha sangre, que ha corrido mucha sangre!". El argumento resultaba, en verdad, un tanto asimétrico; pero el caso es que aquellos pobres actores rojos se quedaron sin cobrar los sueldos que, a pesar de ser más o menos rojos, se les adeudaban.

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