Los exámenes

Javier Sádaba (Examinando los exámenes, EL PAIS, 13 de junio de 1984) sabe muy bien que los exámenes universitarios que denuncia no son más que una consecuencia inevitable de métodos de trabajo a todas luces insatisfactorios. Uno ya se ha resignado al hecho de que para la mayoría de los profesores de universidad la "cuestión metodológica" no pertenece a tan alta institución, sino a los peldaños inferiores de la enseñanza primaria y secundaria. En general, la preocupación por los métodos responde al deseo de primar el aprendizaje inductivo y evitar el memorístico, y, a la inversa, la despreocupación respecto de ellos suele revelar una resistencia a los cambios que entraña todo tipo de aprendizaje operativo. Pues bien, es en la Universidad (con mayúscula) donde más se ejercen, por ejemplo, la capacidad de observación y las aptitudes de análisis y síntesis, y, sin embargo, es en la universidad (con minúscula) donde menos se valoran. Así las cosas, no habrá quien nos libre de los exámenes finales de regurgitación.Con un cambio en los métodos y en el profesorado -o de profesorado, según proceda-, la Universidad española estaría en condiciones de ofrecer más y, por tanto, de exigir más a un alumnado dada vez más amontonado, desatendido y anestesiado. Y los nuevos exámenes servirían no sólo para "exigir un alto nivel competitivo", como dice Sádaba, sino que formarían parte integrante del proceso educativo del alumno.

Claro está que todo esto es música celestial, pero entonarla de cuando en cuando nos sirve de estímulo a los que dudamos de que, tal como están las cosas, vaya a haber cambios sustanciales en la Universidad española, ni con la LRU ni con ninguna ley de reconversión universitaria.-

Profesor adjunto. Universidad de Murcia,