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Reportaje:

Mariano de la Antonia Hernansáez

Tres meses en la prisión de Carabanchel, acusado de un homicidio que no cometió

Amelia Castilla

Mariano de la Antonia Hernansáez, de 21 años, alto, muy tímido y con la cara picada de viruelas, abandonó el pasado viernes la prisión de Carabanchel de Madrid tras permanecer encarcelado 87 días acusado de un homicidio que no cometió. El joven ha estado privado de libertad casi tres meses porque siete personas le reconocieron como el autor de la muerte del grabador de joyería Aurelio Muñoz, asesinado el 17 de marzo pasado en la madrileña calle de Valderribas por un desconocido que le robó el coche.

"¡Qué dabuten! No me lo creía", gritó Mariano de la Antonia, roto por las lágrimas, al salir de Carabanchel. Un compañero le avisó que salía en libertad cuando se preparaba para el recuento carcelario que precede a la entrada en los dormitorios. "Tuve que ir a la oficina a que me lo confirmara el funcionario", dijo. Después, casi sin darse cuenta de lo que hacía, recogió toda su ropa en dos bolsas de plástico y le despidió de la sexta galería. A los que se quedaban les dejó la cama, porque "allí tener sábanas es un lujo".

"Venga, Mariano, que se ha acabado la tragedia", le gritó uno de sus amigos cuando el joven traspasaba la puerta principal de la cárcel. La madre y los seis hermanos de Mariano de la Antonia, que esperaban a la salida, pudieron abrazarle. Atrás quedaban las horas de amargura pasadas por la 'familia en estos meses en las que no han faltado los insultos ni los gestos de desprecio.

Pese a la extremada delgadez de Mariano, todos al verle coincidieron en que había engordado. También llegaron hasta Carabanchel dos amigos del muchacho, los mismos que testificaron ante la policía y ante el juez que estaban en su compañía en un cine de Vallecas a la hora que mataron al grabador de joyería.

Encontrar trabajo

Las primeras horas de libertad las pasó en Vallecas con su familia y sus amigos, bebiendo sangría y jugando al futbolín. De los casi tres meses de privación de libertad recuerda sobre todo los primeros días. "Me comía el coco un montón", dice. "Pensaba que me iba a volver loco. Podía tirarme casi 30 años en la cárcel porque me acusaban del homicidio de un hombre, pero luego aprendí a no pensar". Con el tiempo, Mariano, que es un muchacho endurecido, se acostumbró a perdonarse la vida todos los días y logró sobrevivir en Carabanchel.Lo único que le preocupa del futuro es encontrar un trabajo. Antes de ser acusado de homicidio trabajaba ocasionalmente como repartidor de prensa y mensajero. Podía estar en plantilla en una empresa en la que realizaba suplencias, pero ese puesto ya ha sido ocupado por otra persona. Como muchos de los jóvenes que viven en Vallecas, está fichado. Hace tres años, cuando se encontraba en los billares, fue detenido por la policía junto con toda la clientela del local. "Tenía una china y me acusaron de ser traficante de hachís, pero en el juzgado me pusieron en libertad", afirma.

A Mariano lo que más le gusta es la música dura, "la marcha total", y en especial los grupos de heavy metal como Judas Priest, Deep Purple o Iron Maiden. El día que lo detuvieron volvía a casa después de escuchar un concierto. Para hacerse un homenaje a sí mismo, ahora que está otra vez en la calle, si tiene pelas irá a escuchar dentro de unos días al viejo Dylan, que toca en el barrio, y tratará de pasar de todo.

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