Un delineante con el balón
Alguna vez confesó que habría sido mecánico ajustador, óptico o delineante. Pero lo suyo era ajustar al límite de lo inverosímil el regate, trazar quiebros secos al contrario, la visión del juego, el fútbol. Amancio Amaro lo ganó todo con el Madrid. Y el Madrid de entonces fichaba con arreglo a la trilogía mágica: bueno, bonito y barato. Exactamente, todo lo contrario a los últimos años. Entre diez y doce millones de pesetas, de los de 1962, le costó arrancar al gallego brujo de su Deportivo de la Coruña. Desde entonces, el diluvio. De goles. De títulos.La relación es interminable: nueve veces campeón de Liga, tres de Copa, campeón de Europa con la selección nacional en 1964 ante la URSS, otra con el Madrid yé-yé de 1966, dos trofeos Carranza, un Mohamed V, un Colombino, un Ciudad de Palma, máximo goleador de Segunda División (temporada 1961-62 con el Deportivo) y de Primera (1968-69 y 1969-70), tercer mejor jugador de Europa en 1964 y seleccionado para el equipo mundial por la FIFA en 1968. Jugó 568 partidos en el Madrid y marcó 212 goles, 120 de ellos en la Liga.
Al principio, algunos le confundieron. Un locutor radiofónico presentó en cierta ocasión a Amancio, a su llegada al Madrid, con las siguientes palabras: "ante nosotros, el mejor jugador de todos los tiempos, el hombre que levanta oleadas de pasión, el máxime) goleador, el que llena los estadios, el rey del dribling... Como nuestros oyentes habrán podido comprender, tenemos a nuestro lado al gran Alfredo di Stéfano". Toda una paradoja, en función de los hechos presentes.
Y... la cornada. Así se definió la entrada que le realizó un jugador' suramericano, un tal Fernández, en el estadio granadino de Los Cármenes. A punto estuvo de acabar con la brillante carrera deportiva de uno de los últimos genios que ha dado el fútbol español.
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