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Entrevista:Mis queridos monstruos

Tierno Galván

La cabeza de Tierno es una cabeza entre André Gide y fraile benedictino. Dos bustos femeninos y neoclásicos, en piedra blanca, asisten atentos a nuestra conversación. El alcalde da esta tarde una conferencia sobre La Celestina, entre una inauguración escolar y una cena de club político. "Fernando de Rojas, que sin duda conocía muy bien la litera tura de su tiempo, da respuesta, en La Celestina, a la novela de caballerías. En la novela de caballerías, dama y caballero son del mismo linaje. En La Celestina aparece el conflicto social, y esto la constituye, ya, en novela moderna". (Tierno llama siempre novela, y yo estoy de acuerdo con él, a la tragicomedia de Calixto y Melibea, mucho más literaria que teatral.) "Calixto, sin duda, es caballero, pero caballero, quizá, sólo era el que tenía caballo y lanza, y, naturalmente, algunos criados: lo necesario para no trabajar manualmente. Melibea debe ser de más alto abolengo".-¿,Y la tesis del judaísmo de Calixto, tan demostrada por don Américo Castro?

-Me parece una tesis excesiva.

-Aparte esto, querido alcalde, La Celestina nos plantea un problema casi municipal: ¿en qué ciudad de España ocurre?

-Los datos que al respecto desliza Rojas son contradictorios entre sí. Yo dijera que importa menos la localización exacta que el hecho de que La Celestina sea, ya, una novela urbana. La primera. La noción de huerto, el huerto de Melibea, es ya renacentista. En La Celestina es muy difícil encontrar, si no imposible, palabras como "gallina", por, ejemplo. No hay ruralismo en esta obra.

Tierno y yo nos hemos enrollado con este tema como a veces nos enrollamos con otro. La verdad es que Tierno y el cronista o coronista (como quizá diría él) siempre se han enrollado bien.

-No acabo de ver, querido alcalde, que un ligero matiz social sea causa de tantas calamidades, en la novela que comentamos. ¿Qué le pasa a Calixto por dentro?

-La Celestina, pese a ser una respuesta a las novelas de caballerías, toma ingredientes de ellas. El héroe caballeresco se inventa obstáculos, aventuras, antes de lograr la dama. Sin este rodeo no habría novela. Calixto, en lugar de seguir la vía normal, de petición en matrimonio, se mete en la aventura de la escala y el huerto. Eso quizá pertenece todavía al género anterior. "Municipalmente", digamos, y tiene usted en esto mucha razón, Umbral, La Celestina nos interesa como primera novela urbana de nuestra literatura, aunque yo vea asimismo, en ella, la influencia rústica y poeta del Arcipreste de Talavera, a quien, sin duda, Rojas había leído.

-Viniendo de la ciudad hipotética de La Celestina a la ciudad concreta que es Madrid, ¿qué lectura no hagiográfica puede tener hoy, en este mes madrileño, eso de que a San Isidro le labrasen los ángeles mientras oraba?

-La hagiografía persiste, secularizada, en los modernos mitos de nuestro tiempo. El pregonero de este año, Fernando Fernán-Gómez, sostiene que el milagro ocioso de San Isidro se explica por una natural propensión a la holganza del personaje. Yo, considerando la biografía completa de Isidro, pienso que su señor, Iván de Vargas, le debía algunas consideraciones, por su laboriosidad y porque además era santo. Con el tiempo, el señor hubo de venerar al criado muerto. El pueblo de Madrid, en su mayoría obrero, se identifica bien con este santo trabajador. Con el pueblo y con la hagiografia, yo dijera que siguen siendo las clases trabajadoras las depositarias de los mejores valores sociales.

-Alguna vez, en nuestras conversaciones de madrugada, querido alcalde, usted me ha dicho que se siente más capacitado para percibir la realidad como bloques, como estructuras, como masas, que como líneas o colores. ¿Ha llegado usted a unificar mentalmente Madrid en un bloque homogéneo?

-A la ciudad de Madrid hemos de hacerle siempre una lectura hegeliana. Una lectura dialéctica. Madrid no tiene por qué ser una ciudad uniforme, ni es bueno que ninguna ciudad lo sea.

Madrid es un continuo diálogo de contrarios, y esto viene muy bien explicado en los primeros capítulos del Diablo cojuelo.

-¿De dónde le viene, entonces, a Madrid, su mala leyenda de ciudad / caos?

-De su rápido crecimiento. Hoy estamos tratando de que Madrid se quede ya así. De que sea una ciudad razonable. De San Isidro, de quien hablábamos antes, se dice que es el pastor que aparece en Las Navas de Tolosa. Esto, de ser cierto, revelaría la condición entrometida de Madrid y del personaje: un acudir adonde no le llaman.

Algo de eso tiene el pueblo de Madrid. Pero su preponderancia se va corrigiendo.

-En el último libro de Areilza, Memorias exteriores, encuentro que echa de menos, en Washington y todas las ciudades americanas, ese trasfondo medieval tan característico de las ciudades europeas. ¿No es Madrid una ciudad que, teniendo tanto pasado, ha ido borrando sus huellas?

-La ruina. La valoración de la ruina. Madrid no ha valorado la ruina, salvo la muralla, en descomposición. La muralla dejó pronto de tener importancia en Madrid. Madrid, así, se haoe ciudad abierta. Pero, insisto, toda cultura vive de las ruinas de la anterior, y tenemos que valorar más la ruina. No sólo la de Itálica, claro, sino toda ruina.

-La ruina, la muralla, la Historia. Parece como si el pueblo de Madrid tuviese menos sentido histórico que otros pueblos: el catalán, por ejemplo.

-El pueblo madrileño, Umbral, es un gran generador de modos de vida, de conversación, de éticas y estéticas. Esto no se estudia, apenas. Usted lo ha estudiado, en cuanto a la creatividad verbal. Hay núcleos madrileños, sobre todo entre la juventud, que generan continuas novedades ambientales, de locución y de vida.

-Esto nos lleva, querido alcalde, como sin querer, a la vieja leyenda de la mimetización del pueblo por las clases altas. ¿Se sigue dando ese fenómeno?

-Claro que se da, con las debidas restricciones. Y llamo restricciones al pudor de clase, mucho más fuerte que el pudor individual. Por una parte, las clases altas son hoy menos consistentes, en cuanto que más extensas y dispersas. Por otra, ya digo está el pudor de clase, que es muy fuerte. Pero hay locuciones y modos en que las clases altas, efectivamente, siguen mimetizando al pueblo, que es más creador.

Grupos de niños, corros de niñas, ahí abajo, en la Plaza de la Villa, visitantes de las Españas bajo la lluvia vertical de primavera, cálida y verde. Esa cosa entre ilustrada y virreinal, sí, que Tierno le ha metido al Ayuntamiento de Madrid, cambiando el palacio consistorial mediante una metamorfosis que no se operaba, no ya en cuarenta años, sino casi en cuatrocientos. La cabeza de Tierno es una cabeza de pensador francés de izquierdas o de prior benedictino español (también de izquierdas). El despacho va ahondando su silencio y su cubo a medida que fluye la conversación suave y lúcida del alcalde.

-Con Calixto, Umbral, el autor, es decir, Rojas, se identifica por primera vez, emocionalmente, con el personaje. Yo dijera que hay relación y relato. Hay relación cuando personaje / autor se nos presentan muy identificados. Hay relato cuando el autor, como en las novelas de caballerías, se encuentra muy distante del personaje y se limita a relatarlo.

-Otro dato en cuanto a cómo La Celestina inaugura la modernidad. Por lo que se refiere a usted, alcalde, su paso por el Ayuntamiento, ¿es una anécdota en la carrera política o un fin en sí?

-Yo, Umbral, carrera política no he tenido. Lo más denso de mi carrera política ha sido la oposición, la pura oposición, y eso no es hacer carrera. Llegada la fusión de mi partido con el PSOE, a mí se me presenta como candidato a la alcaldía, supongo que sin muchas ganas ni esperanzas de que salga. Pero he aquí que salgo, por hechos azarosos. Se me ha apartado de la política. Pero voy a tomarme en serio el municipio que me ha sido destinado. Madrid es la ciudad donde he vivido siempre y, por tanto, no me era ajena. Ya le he dicho antes que he llegado a tener una idea de Madrid, que es una idea hegeliana. Madrid ha de ser una dialéctica o no es nada. Durante cuarenta años de desorden, no se hizo urbanismo, aunque hubo urbanistas honrados que lo intentaron, pero no pudieron con la especulación. Luego, con el ejercicio del cargo, la ciudad se ha hecho penetrante en mí. Las prosas de Répide o las teatralizaciones madrileñas de Lope, hoy me interesan de cerca. Antes, no. En cuanto al pueblo de Madrid, yo parto, como hemos dicho antes, de que en el proletariado y las clases bajas o medias están depositados los valores, de modo que, cuando me acerco a las gentes y convivo con ellas, ven (hoy ya lo ven) que no estoy haciendo comedia, que lo siento de verdad. Pero a mí me sobra ironía para la política, o sea distancia.

Tierno de los años conspiratorios. Tierno del restaurante El Bosque, y aquel populoso homenaje donde él lo dijo:

-La dictadura es un elefante de papel. Yo no soy sino una humilde hojalata donde os reflejáis los demás.

Tierno de las cenas con Carmen Díez de Rivera. Tierno de la

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ironía, el anís y la conversa. Los anises escarchados que me buscaba de madrugada, por el enero de Madrid, cuando él iba a cuerpo, como siempre, y me aconsejaba, paternal e irónico: "Abríguese bien, Umbral, que está arreciando un tanto". Tierno de la alcaldía, que se ha ido ganando a los madrileños uno a uno, dando la mano a todo el mundo, desde el cocinero del restaurante a la sardinera de la Puerta de Toledo, nuestra madrileña Puerta de las Lilas. "¿Y si no encontramos escarchado, le apetecería a usted Machaquito, Umbral?". Tierno entre los libros de su casa o, en el coche, tras el camión de los basureros del alba: "Dentro de tres horas tengo que darles un curso sobre Hegel".

-¿Cómo llega un intelectual puro a convertirse en un alcalde popular?

(Y recuerdo lo que me tiene dicho Haro-Tecglen, que Madrid es una ciudad de alcaldes pintorescos: Tierno ha acertado con el pintoresquismo de la cultura, entre sabio distraído y Azaña sin inminencias históricas.)

-El intelectual, por principio, y lo he escrito varias veces, Umbral, es un hombre de acción frustrado. Cuando le llega la oportunidad, entra en acción muy gustosamente. Yo he tenido esa oportunidad, aunque sé bien que con el Ayuntamiento se acaba mi carrera política.

-Una pregunta, casi, de informador municipal: ¿por qué es tan malo el cartel de este año?

-Yo dijera que no ha gustado tanto como los anteriores.

-Ya.

-Si usted se fija, Umbral, es un cartel muy lírico. No me explico cómo, habiendo pintores tan notables, entre nosotros, que dominan la técnica del cartel, no se ha presentado nada mejor. Usted, que vio la exposición de todos los seleccionados, comprobaría que no había mucho donde elegir. En todo caso, yo no soy quién para opinar. Estoy sometido a las cadenas de la libertad. Han elegido libremente.

-Aparte la calidad o no calidad del cartel, ¿no se podría prescindir de la apelación recurrente a lo castizo?

-La chulapona y todo eso, sí, tiene usted razón. Yo habría sw gerido un pasota comiéndose un bocata, pero no soy quién para imponer el tema.

-¿Le ha dado Tierno una huella peculiar a Madrid, así como reconoce que Madrid ha conseguido penetrarle?

-Algo hemos conseguido en cuanto a hacer aflorar la verdad y la realidad de las gentes.

-En contrapartida, lo que sí está claro es que usted ha sido un buen vendedor de Madrid por el mundo.

-Eso sí. Le hemos dado a Madrid una dimensión internacional, casi ecuménica, y hemos conseguido un respeto mundial para la ciudad, que hoy es un respeto incluso político.

-¿De dónde arranca la modemídad literaria de Madrid?

-Ya lo hemos dicho antes. De El diablo cojuelo, de Vélez de Guevara.

No se ha movido en toda la conversación. Está entre el frío de la ventana y el calor de los radiadores. Las unánimes cabezas femeninas deben haber escuchado muchas disertaciones como ésta, improvisadas, de Tierno Galván, porque sonríen en piedra. Tierno no gesticula ni cambia la voz. Solamente entorna el ojo derecho, que nos mira como desde detrás de la ceguera, para aguzar el concepto o penetrarnos de la idea. O sonríe con una sonrisa más amplia de lo que parecería previsible en él.

-¿Son hoy las relaciones con el Gobierno mejor que en los primeros tiempos de su alcaldía?

-Nunca fueron malas. Incluso los Gobiernos de UCD nos trataron bien. Hay discrepancias ideológicas, naturalmente. Y discrepancias de hecho. Ellos solucionarían las cosas de una forma y nosotros de otra. Pero la relación se ha serenado tanto que podríamos mantener un indefinido diálogo administrativo. Hemos coincidido, por fin, en lo administrativo, con olvido de otras cuestiones. Vivimos tranquilos.

Tierno bajo las mangas de riego que le echaban de la cátedra, y quizá de España, como un empujón de agua hacia el exilio. Tierno / ensayista, leído en la Casa de Campo (años sesenta), como una lectura dura y perseguida. Tierno comensal en José Luis, en Los Porches, en Valentín, donde tantas veces me ha citado. Mientras otros le hacían el trabajo sucio y la guerra fea, él parecía abstraído en sus ensofiaciones hegeliano / municipales. Luego, resulta que ha hecho verdad todas las abstracciones / ensofiaciones. Ha cambiado la luz mental de Madrid y ha devuelto el pueblo a la calle o la calle al pueblo.

Ahora sale conmigo hasta el antedespacho. Me pregunta por mi próximo libro. Me promete bibliografía rara para nutrirlo. Comienzan a cantarle los teléfonos de la urgencia. "Ya me están apretando". La Plaza de la Villa, primaveral y lluviosa, estatuada y torreada, pequeña, es, sí, con sus grupos alegres que esperan, con sus grupos graves que deliberan en torno de la estatua o de sí mismos, una cosa entre ilustrada y virreinal. Plural.

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