_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los 300 kilos, un sueño de cumplimiento condicionado

El número uno indiscutible de los levantadores de piedras vascos tiene la meta de alcanzar la cota de los 300 kilos. Le quedan nada más que 15, pero durante los Campeonatos de Europa de Halterofilia disputados en Vitoria, donde hizo una exhibición, comprobó que sin más y mejor entrenamiento le será muy difícil. Incluso se encontró enanito al lado de los campeones halterófilos. Perurena, pese a sus facultades y marcas, se considera únicamente un seiscientos si tuviera que competir con unos rivales de calibre Fórmula-1. Levantar una piedra arropando la alzada con el cuerpo no es lo mismo que unas halteras, donde la fuerza, sin velocidad y coordinación, es completamente inútil. El levantador vasco ha sentido envidia, que quiere sea sana.

El primero de mayo de 1984 quedará en mi memoria como un día muy importante. Más incluso que cualquiera anterior por difícil que hubiera resultado el récord batido. Durante muchos años había soñado con poder hacer una homologación, siquiera simbólica, de nuestro autóctono levantamiento de piedras vasco, con la modalidad olímpica y universalmente reconocida de la halterofilia.Soy el primero en defender que la comparación entre las dos es casi imposible, aunque haya aspectos parciales de la técnica de un harrijasotzaile, equiparables a los de un halterófilo. Yo mismo, que he tenido que abrir mucho camino, me he basado en la adaptación específica a nuestro deporte de lo desarrollado por soviéticos y búlgaros.

Pero quizás hay más diferencias que semejanzas, aunque los dos levantemos hilos. En todo caso, la primera sensación que he tenido al ver a esos grandes campeones, ha sido la de un cierto complejo y una envidia que espero poder convertir en sana.

Ellos son el producto final de una preparación altamente planificada. Se entrenan en un día casi tanto como yo en un mes, y en los ratos libres que me deja mi trabajo de carpintero o ganadero. La forma la mantengo casi exclusivamente gracias a las exhibiciones que prodigo por todo el País Vasco. Nosotros estamos a años-luz. Por poner un ejemplo fácil, me parece que tratar de competir con ellos sería como salir con un seiscientos viejo en una competición de Fórmula-1.

De la misma forma que se lo hice saber á todo el público que tuvo a bien ovacionarme en Mendizorroza, quiero dar a conocer que mi sueño es llegar a levantar un día 300 kilos. Es una cota que, sin embargo, no es alcanzable con el modelo de preparación que llevo ahora. Sería importante que alguien pueda ayudarme, que contribuya a que pueda también entrenarme con la misma seriedad y calidad técnica (casi diríamos científica) que estos campeones. Pienso que el pueblo vasco también desea y espera que yo pueda alcanzar la cota de 300 kilos.

Cuando comencé a levantar piedras, estaba metido de lleno en un mundo de apuestas, que me hubiera podido permitir, a base de trapicheos, obtener un dinero fácil. No lo quise hacer así y elegí el camino de la superación deportiva. El interés, para mí absolutamente inesperado, que despiertan mis marcas en el mundo de la halterofilia de elite, me ha llenado de gozo y, además, creo que me ha dado la razón. Es un gran honor que el presidente de una federación internacional preguntara con nombres y apellidos sobre mi persona y enviara inmediatamente a alguien en mi busca para conocerme. O, por ejemplo, fotografiarse con Zhabotiriski, bicampeón olímpico en Tokio y México, que fue como cumplir una vieja aspiración, la de tocar de cerca al ídolo. Aunque a su lado, me sentí un poco enanito.

He dicho antes que espero que mi envidia llegue a ser sana. Así lo será si alguien me da un empujoncito en ese camino, ahora imposible, de los 300 kilos. En caso contrario, Vitoria será sólo un bello recuerdo, pero frustrante.

, levantador de piedras navarro, 27 años, posee todas las plusmarcas absolutas de su especialidad.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_