Jordi Villacampa, el novato de una selección que aspira a llegar muy alto en los JJ OO
Jordi Villacampa soportará las novatadas por las que han pasado todos en su primera convocatoria con la selección española. Jordi es el encargado de recoger ' los balones tras los entrenamientos y, como último llegado, tendrá que invitar a todos sus compañeros a una cena al final de la concentración. Además, a él, que le gusta mucho dormir y es difícil verlo en la calle antes de las 10 de la mañana, le tocará madrugar para hacer footing. "Paso por todo para estar en la selección. Lo importante no es esta llamada, sino mantenerse. Habrá que luchar mucho".Conversar con Villacampa es fácil y en muchos momentos divertido. Conserva toda la espontaneidad de su juventud y no rehuye mostrar su opinión cuando se le pregunta sobre las posibilidades de España en el Preolímpico de Francia: "Yo creo que es accesible la clasificación con los equipos que nos han correspondido como rivales". Y es que Villacampa todavía no es muy consciente del protagonismo que va a tener a partir del momento en que la selección de Díaz Miguel entre en competición.
Una delgadez peligrosa
Todas sus explicaciones son peculiares, como cuando se justifica por haber nacido en Reus (Tarragona) porque en Falset no había clínica, aunque un año después ya vivía con sus padres en Badalona. Mide 1.95 metros -o al menos eso dice- y crece algún centímetro de una entrevista a otra. Todavía está en edad de crecer. Pesa 90 kilos y debutó en Primera División a los 16 años. Empezó a jugar en el colegio de los Salesianos a los ocho años, y cuando llegó a la edad de infantil -cadete, como se llamaba entonces- pasó a depender del Joventut, donde ha permanecido hasta ahora y con contrato en vigor hasta 1986. "Tengo que cumplir el contrato, pero también soy todo orejas a ofertas de mejora económica".El técnico Joaquim Costa es quien trabajó con él en lo que Villacampa llama "horas negras, las que no se ven. Me ayudó mucho". Pero quien lo llevó al primer equipo del Joventut fue Manuel Comas, que durante mucho tiempo presumió de tener en su equipo una futura figura. Su pronóstico fue totalmente acertado. Villacampa siempre recuerda que "cuando acabé mi última temporada infantil me fui de vacaciones y prácticamente me habían dicho que no volviera al equipo. Era muy delgado muy poca cosa, y no jugaba demasiado bien. A la vuelta del veraneo había dado el estirón y entonces por mi altura, el entrenador de los juveniles dijo que me podía quedar de jugador número 12. Hasta la segunda temporada juvenil no empecé a prometer".
Villacampa fue pieza clave en la selección juvenil que obtuvo la cuarta plaza el verano pasado en el Mundial de Palma. Fue el líder del equipo, lo que mermó un tanto su rendimiento. "Ahora, con la perspectiva del tiempo pasado, pienso que se me dio demasiada responsabilidad; todos estaban encima mío, y eso condicionó mi actuación". Anteriormente ya había sido internacional en su primer año de juvenil en el Europeo de Bulgaria, donde España obtuvo la quinta posición.
"Desde Palma no había vuelto a hablar con Díaz Miguel. Sé que este año ha viajado mucho y ha estado varias veces en Badalona. Su llamada es el premio al trabajo, no de este año, sino de los cuatro que llevo jugando en Primera. Sabía que tenía posibilidades, pero estaba muy igualada la elección con otros jugadores". En España, los buenos aleros abundan. Ahora, en la selección, López Iturriaga y Epi parecen destinados a ocupar las dos plazas de titulares, pero los jóvenes Villacampa y Arcega, y el veterano Margall, deberán trabajar a fondo en momentos de responsabilidad en el arduo camino hacia los Juegos Olímpicos que comienza el próximo mes en el preolímpico de París.
A nadie se le escapa que la renuncia de Sibilio abrió nuevas expectativas entre los posibles candidatos: "Con Chicho hubiera sido difícil que yo jugara en la selección, pero también hay quien cree que su renuncia ha beneficiado a Margall o a Arcega, aunque yo pienso que el más beneficiado he sido yo".
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