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Elecciones autonómicas de Cataluña del 29 de abrilLa primera legislatura de la cámara autonómica

Difícil papel de los partidos de la oposición en la Cámara

"Hacer oposición en este Parlamento es muy, muy difícil. Es el único Parlamento del mundo, posiblemente, en el que, cuando la oposición se dirige al Gobierno ha de anteponer la frase: 'No queremos poner dificultades'". Lluís Armet, a la sazón portavoz para temas económicos del grupo parlamentario del PSC, justificaba así los problemas de la oposición para cumplir con su papel en la Cámara legislativa catalana, en un debate celebrado en 1980, siete meses después de que Pujol accediera a la presidencia de la Generalitat. Pujol, en la réplica, se mostró "enternecido" y "emocionado" por las dificultades de la oposición, aunque precisó que también era difícil hacer de Gobierno cuando éste es minoritario.Sería injusto deducir de la intervención del diputado socialista que no ha existido ninguna oposición en el Parlament. Pero ésta se ha manifestado más en los grandes debates de cada septiembre sobre la política general del Consell Executiu y en las discusiones sobre el presupuesto anual de la Generalitat.

La izquierda ha actuado confiando durante mucho tiempo en encontrar aquel resquicio que permitiera dejar en minoría a Pujol, rompiendo la mayoría conservadora, conocida como el rodillo, que formaban Convergéncia i Unió, Esquerra Republicana y Centristes de Catalunya-UCD (Alianza Popular en la última parte de la legislatura). Tienen razón los portavoces del Consell cuando destacan que, en realidad, la mayoría de las leyes aprobadas en estos cuatro años lo fueron por amplísimas mayorías cuando no por unanimidad. Pero esto ha sido fruto tanto de las amplias coincidencias existentes entre los partidos catalanes en los temas institucionales como de los mecanismos introducidos en el Parlament, en particular aquél que establece que las leyes importantes se elaborarán a través de una ponencia parlamentaria unitaria, renunciando Gobierno y oposición a presentar sus propios proyectos.

El resultado electoral de 1980, por imprevisto, descolocó a todos los partidos con representación parlamentaria. A unos (socialista y comunista), porque creían que iban a gobernar; a los demás, por todo lo contrario.

Socialistas y comunistas tuvieron que hacer un gran esfuerzo por resituarse. No lo lograron del todo. Siguieron creyendo que el Gobierno minoritario de Jordi Pujol tenía unos apoyos débiles y no podría aguantar cuatro años. El Diario de Sesiones del Parlament está plagado de discursos de los líderes de izquierda en los que se alude año tras año a la debilidad del Gobierno Pujol.

Los comunistas fueron fieles a la consigna del Gobierno de unidad que preconizaban casi hasta la víspera de esta campaña electoral. En septiembre de 1982, cuando asumieron la iniciativa de presentar una moción de censura contra Pujol, aun a sabiendas de que no iba a prosperar, su candidato alternativo, Josep Benet, insistió en la fórmula unitaria. Los socialistas se abstuvieron. Es ahora cuando los comunistas propugnan una alternativa de izquierdas para gobernar Cataluña. Es ahora también cuando los socialistas, que siempre hicieron ascos de las formulaciones unitarias, destacan las virtudes del Gobierno de concentración de Josep Tarradellas.

Una oposición dividida

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La oposición no ha presentado siempre un frente común, tanto porque socialistas y comunistas han discrepado a menudo en temas fundamentales -no debe olvidarse que ha existido una mayoría llamada nacionalista formada por CiU, ERC y PSUC, que se puso de manifiesto por ejemplo en torno al conflicto por la LOAPA-, como por el manifiesto interés de los primeros de marcar distancias respecto al PSUC. A finales de 1980 estuvo a punto de cristalizar un amplio acuerdo parlamentario entre convergentes y socialistas. Este acuerdo se manifestó en la aprobación de la ley que se proponía vaciar de contenido a las diputaciones provinciales. Aunque los socialistas negaron que aquel acuerdo pudiera "extrapolarse lo cierto es que puso nerviosos a los aliados de Pujol, que ya se veían desplazados. El fracaso de la ley (fue anulada por el Tribunal Constitucional) y las amenazas de ERC de dejar solo a Pujol cuando se enfrentara con la izquierda, impidió que aquella iniciativa tuviera continuidad.

Cuando los socialistas, después del golpe del 23-F, intentaron una nueva aproximación a Pujol, ofreciéndose incluso para gobernar en coalición, las relaciones entre CiU y el PSC se habían deteriorado demasiado a consecuencia de la concertación autonómica entre el PSOE y el Gobierno de la UCD que daría lugar a la LOAPA. Pujol les contestó que la alianza sólo sería posible si se practicaba una misma política en Madrid, es decir, si los diputados socialistas en el Congreso se alineaban con los convergentes para combatir la concertación autonómica.

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