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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las huelgas de Semana Santa

DURANTE ALGUNOS años, la convocatoria de huelgas y paros en diversos sectores públicos en períodos especialmente sensibles para los usuarios -como, por ejemplo, la hostelería- han sido frecuentes. Las inmediatas vacaciones de Semana Santa se presentan este año, como consecuencia de los conflictos colectivos que confluyen en dos de las principales empresas de transportes del país, especialmente difíciles para el usuario.Los trabajadores de Renfe e Iberia han rechazado en referéndum, siguiendo las consignas de CC OO, los preacuerdos de convenio colectivo alcanzados entre la dirección de estas empresas de transporte y la central sindical UGT. Las negociaciones se han bloqueado y los conflictos han vuelto al punto donde empezaron. CC OO ha convocado diversos paros parciales en fechas claves del próximo período vacacional. A lo largo de los dos últimos meses, los comités de empresa de Renfe e Iberia han venido negociando el convenio colectivo que debería regir en 1984. Las alejadas posturas iniciales entre las reivindicaciones de los trabajadores y las ofertas de la parte empresarial -empeñada en ambos casos en conseguir un plan de reducción de las cuantiosas pérdidas que soportan ambas compañías con cargo al contribuyente- se fueron acercando hasta que se alcanzaron preacuerdos entre una parte de la representación sindical y la dirección.

En el caso de Iberia, el preacuerdo conseguido con UGT y SITA fijaba un incremento salarial en tablas del 3,8%, la reducción temporal de dos días de vacaciones y la disminución de algunas mejoras sociales de las que gozaba este colectivo, que en su conjunto disfruta de unas condiciones laborales comparativamente muy superiores a las de empresas del INI que no soportan, en cambio, las pérdidas de Iberia. En el caso de Renfe, el compromiso cifraba el incremento salarial en un 5,9%, incluidos deslizamientos, y también abría la puerta a la renuncia de ciertos derechos adquiridos. Ambos preacuerdos fueron sometidos a votación entre los trabajadores y los resultados han sido contundentemente negativos.

Comisiones Obreras, que propugnó el voto negativo, había convocado, con anterioridad a la celebración de los referendos, movilizaciones que fueran continuación de las que tuvieron lugar para presionar sobre el convenio. Las fechas elegidas para estos nuevos paros coinciden con días significativos de las vacaciones de Semana Santa, lo que traducirá las medidas de presión en importantes trastornos para los servicios públicos. Elegir los días que coinciden con el inicio o fin de las vacaciones de Semana Santa supone repercutir directamente sobre los ciudadanos los efectos de una decisión en la que no han participado. Los aplazamientos en las salidas de los trenes y aviones, las aglomeraciones en estaciones y aeropuertos -normales ya en esas fechas-, pueden verse multiplicados por la convocatoria de estos paros, que de añadidura no perjudicarán en exceso -y quizá en nada- a unas empresas en pérdida.

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La suposición de CC OO de que la irritación ciudadana por estas huelgas se volverá exclusiva o primordialmente contra el Gobierno es gratuita. La convicción de que las empresas públicas están mal dirigidas afecta también a la política que se acostumbra a llevar en este terreno, de espaldas a la realidad objetiva de las empresas y a las variantes económicas del país. La evidencia de que el sindicato de dirección comunista trata de ganar con movilizaciones en la calle lo que perdió el partido ante las urnas en las últimas elecciones es preocupante: la austeridad no afecta sólo a trabajadores de Renfe e Iberia en este país. Y no es verdad que el juicio detestable que los servicios de ambas compañías merecen al usuario no involucre en muchos casos al trato lamentable que el usuario recibe por parte de empleados y trabajadores de esas mismas empresas.

La tensión de las huelgas de Semana Santa se verá agravada con las noticias de que ambas empresas han de volver a negociar desde el principio, con la probabilidad de que en el futuro inmediato se repitan huelgas y movilizaciones. UGT, que propugnaba aceptar los puntos sometidos a referéndum, se ha desligado de la negociación futura y ha dejado el camino libre a CC OO.

Es censurable que miles de españoles sufran las incomodidades y la crispación de los paros en período vacacional, pero no lo es menos que las negociaciones, por la acumulación de varios y distintos factores, hayan desembocado en la incapacidad de llegar a acuerdos que satisfagan al conjunto de las partes. Las huelgas de Renfe e Iberia son el fruto de una complicada conjunción de hechos entre los que destacan la torpeza de la dirección, la demagogia sindical y la desorientación política. Los únicos que van a pagar el pato son los contribuyentes.

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