Bertil Guve
El niño español que eligió Bergman para protagonizar 'Fanny y Alexander'
Cuando le llamaron para protagonizar Fanny y Alexander no sabía quién era Bergman. Además, no quería hacer cine. Aquel papel de televisión, en el que representaba la infancia de un futbolista, no sólo no le había divertido, sino que lo recuerda como lo más pesado que le ha sucedido en su vida. Ahora, terminados los flashes y las entrevistas, caido el telón, aspira a seguir en su escuela de música de Estocolmo, a dar conciertos, a cantar en su grupo After shave, de música barber-shop, inspirada en los años veinte americanos, y, sobre todo, a continuar con el baloncesto, el tenis, el fútbol y el kárate.
Bertil Guve, nombre a todas luces más cinematográfico que José Bertil González, que es como se llama en su pasaporte español, es un chaval de 13 años repartidos a lo largo de casi un metro ochenta de estatura. Nació en Estocolmo y vive en aquella tierra de "inviernos largos, fríos y oscuros", a los que encuentra la ventaja de la nieve, para poder esquiar y jugar al hockey sobre hielo. Dice de sí mismo que es alegre, cariñoso, algo egoísta y descuidado y que nada le divierte tanto como la música y los deportes.Parece muy formal, aunque repregunte, con los ojos muy abiertos, "¿Que yo soy serio?", y cuando su madre explica que Bertil se diferencia del Alexander de la película en que éste es muy introvertido e inteligente, responde rápido, con un toque de humor: "Pero eso último también lo soy yo".
Bertil, de padre español y madre sueca, de la que ha tomado el apellido cinematográfico, habla ambos idiomas con parecida soltura. Estudia en una escuela de música, donde canta en una agrupación que recibió en Hungría el premio al mejor coro infantil del mundo y con el que ha grabado dos discos. Pero, además de esto y de sus clases de piano, afirma que le gustan las matemáticas y que, dentro de unos años, si no hiciera algo de cine o teatro, querría dedicarse a la informática. "Creo que en el futuro", explica, "será necesario saber mucho de computadoras. Mamá trabaja en una empresa que las vende y me parecen interesante y divertidas".
Un día, Ingmar Bergman se planteó hacer su último trabajo para el cine, y se interesó por aquel chaval que había representado en televisión a un futbolista de niño, papel para el que le habían elegido sólo porque sabía cantar y porque tenía el pelo oscuro. Bergman ignoraba que, de pequeño, Bertil se inventaba personajes de indios y brujas, e incluso "de un basurero que era muy divertido", y que, a veces, los representaba con su hermana. Tampoco supo, quizá, el director sueco, que Bertil no quiso hacer las pruebas, y que tuvo que convencerle su madre. Cuando se encontraron, a Bergman le fascinó lo imaginativo que era aquel chico de 11 años y a éste le divirtió mucho el mundo de los platós. Y, durante seis meses, Alexander se dedicó menos al tenis y más a escuchar a un director que le pedía que pensara en algo horrible y que luego apareciera contándolo por una puerta y se encontraba con que Bertil traspasaba el umbral diciendo: "Papá, acabo de matar al abuelo de un susto".
Bertil dice que Bergman, que no dejó leer el guión de la película a los dos niños protagonistas, "para que yo no pensara que Alexander era de una forma y luego no lo hiciera como él quería", trata "muy bien a todos los actores, con los que desarrolla una labor muy personal", y no se explica "cómo tiene energía para todo". Cuando fue galardonado con el premio al mejor director sueco por Fanny y Alexander, mandó a Bertil a recoger el trofeo. "Luego, me preguntó: ,¿Te gusta?' Y me lo regaló".
Fanny y Alexander ha sido, con "las vacaciones de verano en España y el viaje a los Estados Unidos para presentar la película, porque allí vivimos con un lujo tremendo", lo más divertido que le ha pasado a Bertil Guve en sus 13 años. Eso, y enterarse de los triunfos de sus tres equipos de fútbol favoritos: "el AIK sueco, el Liverpool inglés -aquí rezonga su padre- y el Real Madrid".
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