Cambio de clima la escena económica internacional
"Si los extranjeros dejaran de ayudar a los norteamericanos a financiar sus préstamos, sería preciso elevar los tipos de interés estadounidenses para obligar a ciertos prestatarios a abstenerse", escribía The Economist en su número del 4 de febrero, bastante antes de las duras palabras pronunciadas por Paul Volcker la semana pasada (véase la crónica de François Renard sobre los tipos de cambios en Le Monde del 19-20 de febrero).En esa misma línea podía leerse en el Wall Street Journal del 16 de febrero, de la pluma de David Hale, economista que trabaja para una compañía de Chicago, que, por una curiosa ironía de la que se encuentran numerosos ejemplos en la historia, Reagan, "que poco antes había prometido convertir de nuevo a Estados Unidos en una sociedad con un alto nivel de ahorro, ajustándose así a las tesis conservadoras de la Administración", en realidad había "presidido un boom del consumo al estilo suramericano, financiado por el endeudamiento exterior y la sobrevaloración del dólar".
Por ahora todo va bien
Después de recordar, a modo de ilustración, que durante el año 1983 las importaciones norteamericanas de bienes manufacturados habían aumentado en un 20%, el autor se preguntaba, quizá con cierto pesimismo, "si la necesaria disminución del consumo se obtendría, durante los años 1985-1986, a costa de un recrudecimiento de la inflación (acompañado de un dólar a la baja), de una recesión ligada a tipos de interés en fuerte alza o de una combinación de esos dos factores".Lo menos que puede decirse es que todavía no se ha llegado a esta situación. Los datos estadísticos disponibles y el testimonio directo de los hombres de negocios norteamericanos parecen indicar que la recuperación económica se ha reanudado a partir del mes de diciembre último, rozando la tasa de crecimiento el 6% frente al 4,9% registrado en el último trimestre de 1983 y no siendo ya el consumo lo único que progresa.
La inversión se ha reactivado también y, según los especialistas norteamericanos en coyuntura, alcanzará unos niveles mucho más elevados que los que suelen ser tradicionales en esta fase del ciclo económico. El índice de precios a la producción ha subido considerablemente en enero, pero sería precipitado concluir que va a producirse un incremento significativo de la inflación.
Por lo que respecta a los aspectos negativos, debe citarse la lentitud que viene caracterizando al proceso productivo durante los últimos meses. Ésta, tras una nítida, aunque corta, tendencia a la mejora durante los tres primeros trimestres del año pasado, prácticamente no registró con posterioridad ningún relanzamiento. Sin embargo, en este ámbito, teóricamente mal definido y experimentalmente mal explotado, las estadísticas globales deben interpretarse con especial prudencia (y modestia). Además del estancamiento aparente de la productividad norteamericana, lo cierto es que se han creado nuevos puestos de trabajo a un ritmo superior al previsto, lo cual ha hecho descender la tasa de desempleo de un 10,2% en diciembre de 1982 a un 8,2% en diciembre de 1983.
Gracias a la gran flexibilidad de los salarios norteamericanos, muchas empresas de servicios hancontratado recientemente personal a menudo escasamente cualificado, lo cual no impide en absoluto a las grandes compañías proseguir la mejora de su productividad, pese a la competencia de los fabricantes extranjeros en el mercado nacional (en realidad muy abierto, a pesar de las recriminaciones europeas, y sobre todo francesas, acerca del "proteccionismo norteamericano") y en el internacional.
Por otra parte, esta tendencia se ve cada vez más favorecida por el elevado tipo de cambio del dólar, factor este que constituye un serio inconveniente.
En este sentido, los grandes bancos y las compañías de corretaje de Nueva York han reflejado hasta principios de este año una aceleración constante en el ritmo de las inversiones extranjeros (depósitos bancarios, órdenes de compra en Bolsa, etcétera). Se trata de un fenómeno bien conocido según el cual "el alza llama al alza"; es decir, las inversiones en Wall Street han resultado muy atractivas, debido tanto a los beneficios obtenibles en Bolsa como a la certeza casi absoluta de ver al dólar subir todavía un poco más. Conviene también tener muy presentes las grandes sumas de divisas que en el curso de los últimos años se han encaminado por razones de seguridad a Estados Unidos, procedentes de los países afectados por la inflación y por la ineptitud de sus dirigentes económicos (quienes fueron los primeros en poner sus fortunas a buen recaudó). En este sentido, los países que más han destacado han sido los de América Latina, tanto los más desarrollados como los menos desarrollados.
Una cómoda ignorancia
El gran volumen de la partida de errores y omisiones" en las estadísticas del balance de cuentas con el extranjero, especialmente en las estadísticas norteamericanas, es a menudo una confesión de ignorancia, que se explica también en ocasiones por el desinterés en llevar más lejos las investigaciones, dado que redundarían en perjuicios políticos o sociales. Pese a ello, las cifras, o por lo menos los órdenes de magnitud, acaban de conocerse. En Nueva York se sabe, por ejemplo, que las fugas de capitales desde México (antes de asumir la presidencia De la Madrid, el 1 de diciembre de 1982) ascendieron como mínimo a 35.000 millones de dólares (suma a la que hay que añadir la deuda exterior de dicho país, cifrada en 80.000 millones de dólares).La entrada de capitales en Estados Unidos se ha reducido. Los países de América Latina están exhaustos, y el fenómeno de "el alza llama al alza", citado anteriormente, terminará por desaparecer. Si se mide la evolución de las cotizaciones de la Bolsa de Nueva York por el índice Dow Jones, en realidad muy imperfecto (ya que en un mercado tan grande todo índice medio es forzosamente insuficiente), se observará que desde hace seis semanas el descenso de dichas cotizaciones ha sido del orden del 10%. El alza se cifró en tomo al 65% desde agosto de 1982, momento en el que comenzaron a reactivarse las cotizaciones, hasta noviembre de 1983. La demanda extranjera representa del 10%, al 12% aproximadamente del total al que ascienden las operaciones.
Lo anterior da una idea aproximada de la importancia del movimiento de, capitales, seguida de un retroceso de poca envergadura; en este sentido, puede afirmarse que Estados Unidos no ha perdido su atractivo como país de refugio de capitales, ni tampoco, aunque resulte menos evidente, como lugar privilegiado para las inversiones (comprendidas las especulativas). Lo que realmente se observa es cierta desaceleración en el ritmo de entradas de capital, las cuales siguen siendo muy importantes. Así pues, ¿qué ha ocurrido para justificar la incontestable degradación del clima económico inmediatamente anterior?
Todo parece indicar que los mercados empiezan a ser conscientes de cierto número de facto res desagradables con relación al dólar. Además de los mercados hay también prestigiosas personalidades, como, por ejemplo, Raymond Barre, que parecen haberse dado cuenta de las limitaciones de la política de "saneamiento" del presidente Reagan para dirigir sus alabanzas (¿acaso no tienen necesidad los franceses, tanto de derecha como de izquierda, de que se les proponga siempre un modelo?) a la "gestión de calidad" del Gabinete Kohl, cuyo verdadero artífice es sin duda el ministro de Finanzas, el inflexible Gerhard von Stoltenberg.
El problema del déficit
Hay que señalar que el espectáculo al que se ha asistido en Washington desde hace algunas semanas ha contribuido a poner en tela de juicio la seriedad de la conducción de la economía en los países más importantes del mundo.El primer consejero de la Casa Blanca, Martin Feldstein, ha sido el primero en denunciar la política de irresponsabilidad presupuestaria de Estados Unidos, acusando en concreto al secretario del Tesoro, Donald Regan, cuyo optimismo al frente de la compañía Merrill Lynch, de la que fue presidente, impresionaba sin duda a sus clientes, pero que resulta demasiado ingenuo para el cargo que ocupa actualmente. Regan, que no pudo obtener la dimisión de su adversario, le ha atacado públicamente: "No vale la pena", declaró, "leer ni siquiera las primeras páginas del informe económico que la Casa Blanca acaba de presentar al Congreso". En Washington todo el mundo sabía que esas páginas fueron redactadas por Feldstein.
Los mercados, entusiasmados desde hace tiempo por los logros, auténticos o ilusorios según los casos, de la política Reagan de lucha contra la inflación y de retorno a la expansión, comienzan a percatarse del carácter considerablemente patológico de la fuerza del dólar, cuya cotización ha pasado, en Francfort, de 1,74 marcos en julio de 1980 a 2,84 marcos el 12 de enero de 1984, y en París, de 4 a 8,70 francos en este mismo período (tres devaluaciones sucesivas del franco explican que en el mismo intervalo el alza del dólar haya sido del 64% en Alemania y del 116% en Francia).
El alquiler del dinero
La prueba de que tal alza ha resultado potenciada más por factores de naturaleza psicológica, susceptibles de remitir, que por motivos de solidez intrínseca, es que los mismos argumentos que esgrimían hace poco los inversores para justificar sus actitudes ante el dólar suelen invocarse hoy día como razones complementarias para desmarcarse de una divisa muy expuesta actualmente. Tal ocurre con los tipos de interés elevados que alimentan los activos financieros en dólares. Aunque muy remuneradores, esos tipos aparecen hoy día debilitados por el riesgo de cambio que implican.¿Es preciso recordar que una moneda verdaderamente fuerte implica un bajo nivel de "alquiler del dinero" (cuyo ejemplo más próximo lo proporciona el franco suizo)? La causa principal del alto nivel de los tipos norteamericanos (véase nuestro artículo Le dollar est-il une monnaie solide?, publicado en Le Monde del 7 de septiembre de 1983) es el hecho de que el endeudamiento en dólares sigue creciendo, no sólo a causa del Tesoro norteamericano (para financiar el déficit presupuestario y de otros agentes económicos de Estados Unidos, si bien la situación de las empresas mejora gracias a la reactivación de los beneficios), sino también a causa de todos los prestatarios, públicos y privados, en el vasto mercado del eurodólar. Resulta de ello una oferta considerable de créditos en dólares, que tiende a reducir su cotización y, por consiguiente, a elevar los tipos de interés.
Los mercados de cambios han conocido ya, desde el principio del año, dos o tres sesiones de pánico. El hecho de que se divulguen rumores derrotistas rápidamente desmentidos (como la falsa noticia de la crisis cardiaca del presidente-candidato Reagan) es en sí mismo indicio de una situación febril. Lo más probable es que hayamos entrado en una era de incertidumbre sin precedentes.
La Administración Reagan, por más que aparezca a veces muy "desenvuelta", por retomar la expresión de Raymond Barre es poco probable que sea objeto de un voto masivo "de desafío" (expresado por una huida hacia adelante del dólar) de los inversionistas del mundo entero, debido al factor "psicológico". No obstante, la evolución de los grandes mercados está gobernada en el fondo por los elementos que se ajustan más a la naturaleza de las cosas (la dinámica destructora desencadenada por una gestión deficitaria, por ejemplo) que a las reacciones de los hombres.
Un motivo de satisfacción
Desde ese último punto de vista, todo parece indicar que el desarrollo de las fuerzas económicas (productoras) seguirá obstaculizado por crisis financieras y monetarias de magnitud variable que se manifestarán de manera imprevisible. Otro signo de la gravedad de la situación, que a largo plazo es también un motivo de satisfacción, es que hay hombres responsables (no muchos, bien es cierto) que comienzan a proponer soluciones realmente eficaces.Así, en la reunión ministerial organizada a principios de la semana pasada por la OCDE se expusieron diversas ideas presentadas por el viceprimer ministro de Bélgica, Willy de Clercq, para aliviar los pagos que deben efectuar los países fuertemente endeudados. De Clercq propuso que, de cara al escalonamiento de dichos pagos, una parte de las deudas vencidas y pagaderas en dólares se convierta en deudas pagaderas en otras monedas. "Una de las consecuencias de ese procedimiento sería que un cierto número de grandes bancos no norteamericanos en lugar de prestar dólares concederían préstamos en la moneda de su propio país".
Dicho de otro modo, la BNP prestaría en francos; el Deutsche Bank, en marcos; el Westminster Bank, en libras esterlinas, etcétera. Al mismo tiempo, según De Clercq, esos mismos bancos estarían sin duda dispuestos a participar en financiaciones más importantes, lo cual es una posibilidad que no debe descartarse.
Por nuestra parte, hemos de añadir que la ventaja principal de dicho sistema sería la de agotar de modo paulatino la fuente que origina tantos desórdenes en los euromercados, poniendo de nuevo las operaciones de crédito internacional bajo el control de los distintos bancos centrales nacionales. Esa reforma, sin la cual es inútil esperar un saneamiento en profundidad del sistema monetario y financiero mundial, es incompatible con la postura adoptada por Francia en materia de control de cambios, en el sentido de prohibir que los bancos franceses presten al extranjero en su propia moneda, o sea, en francos. Esta cuestión debería ser reconsiderada por Mitterrand y su ministro de Economía y Finanzas, Jacques Delors, tan deseosos como están de que la comunidad internacional negocie un nuevo Bretton Woods.
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