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"Supe que me había tocado el turno y decidí impedirlo a toda costa"

Una familia al completo de joyeros madrileños -padre, madre y tres hijos- redujo a bofetadas y mordiscos a dos jóvenes provistos de una escopeta de cañones recortados y una pistola del 9 largo, que pretendían desvalijar su establecimiento el pasado jueves a la hora del cierre.El suceso, en cuyo desarrollo las armas fueron disparadas tres veces sin alcanzar a nadie, es un nuevo hito en la guerra que enfrenta a los joyeros madrileños con los atracadores, y que ya ha costado varias vidas humanas por ambas partes. "Yo me lo calé. En cuanto los vi, supe que nos había tocado el turno, y entré decidido a impedirlo a toda costa".

Joaquín Castejón, 45 años, empleado de banca y propietario de la joyería Mara Castejón, había salido del establecimiento para estacionar su vehículo lo más cerca posible del local. Eran las 20.20 horas del jueves, y en la joyería, situada en el número 32 del paseo de Santa María de la Cabeza, habían quedado Mara, su mujer, y sus tres hijos: dos chavales de 19 y 17 años y una niña de siete. "Ve recogiendo, que nos vamos", había dicho Castejón a su mujer antes de salir.

Cuando regresó cinco minutos después, Castejón -un hombre de baja estatura y complexión no demasiado robusta- se encontró con aquellos dos sujetos. Aunque desde la puerta sólo veía sus espaldas, adivinó al instante lo que estaba ocurriendo.

Los atracadores eran tres. Uno había quedado al volante de un Talbot Horizon de color rojo, que, según averiguó luego la policía, había sido robado el día anterior en Usera. Los dos que irrumpieron en la joyería iban armados con una escopeta de cañones recortados y una pistola del 9 largo. Al entrar dispararon las palabras de rigor: "Esto es un' atraco; el que se mueva, que se dé por muerto".

La joería Mara Castejón, y abierta hace unos tres años, tiene apenas seis metros cuadrados para atender al público, un tercio de los cuales está ocupado por el mostrador. Cinco o seis personas de pie bastan para abarrotar el local, cuyas paredes son un abigarrado muestrario de relojes y platos de porcelana. La trastienda es algo así como un armario grande, y allí fue donde los atracadores acorralaron a los cuatro miembros de la familia Castejón que encontraron en. el comercio. "Las llaves de la caja, pronto", fue su segundo mensaje. En ese momento entró Joaquín Castejón.

"Uno de los atracadores, el que llevaba la pistola, me agarró de la solapa y me dijo: 'Tú, adentro, con los otros'". Castejón se transformó entonces en una mitológica furia: agarró a su vez al asaltante, le soltó un puñetazo en el estómago y ya no lo dejó hasta que apareció la policía. "Le di con los puños, con las rodillas, con la cabeza, con los dientes. Era un tío de 1,70 de altura, delgado, pálido, de pelo castaño, corto y rizado. Lo único que siento es no haberlo matado".

Durante unos segundos la caja de zapatos que es la joyería del paseo de Santa María de la Cabeza se convirtió en un infierno de golpes. Siete personas luchaban a muerte. Mara y los dos hijos de los joyeros se abalanzaron también sobre los atracadores, y todos acabaron revueltos sobre el suelo. Sonaron dos disparos de pistola: un proyectil se inscrustó en el suelo, y el otro, tras atravesar la vitrina situada bajo el mostrador, destrozó un cubo metálico. Nadie resultó alcanzado.

Segundo asalto

De modo misterioso, tal vez porque el espacio resultaba insuficiente para la contienda, la puerta se abrió y el enfrentamiento se trasladó a la calle. Uno de los asaltantes, al que nadie sabe describir muy bien, escapó corriendo. Era el que esgrimía la escopeta recortada. El otro, el de la pistola, efectuó un tercer disparo, que alcanzó a un coche estacionado en el paseo, pero no pudo zafarse del acoso de Joaquín Castejón. El tercero, el conductor del Talbot Horizont, del que sólo se sabe que vestía de oscuro, lo abandonó y dejó en su interior dos escopetas recortadas del calibre 12, marcas Lamber y Benelli.Minutos después llegó la policía. Sólo su presencia evitó el linchamiento. Los agentes rescataron al atracador capturado de un grupo de vecinos que descargaba sobre él una lluvia de golpes. Trasladado a la comisaría de la calle de la Escuadra, fue identificado como M. R. M., de 20 años, con 10 detenciones en su historial.

El balance del suceso en daños humanos fue el siguiente: el atracador, múltiples escoriaciones y contusiones en todo el cuerpo; el hijo mayor del joyero, corte en la cadera a causa de un cristal roto; el hijo menor, corte profundo en la frente por motivos desconocidos; Joaquín Castejón, daños en los nudillos provocados por un enérgico puñetazo que, según propia confesión, sacudió sobre el atracador, cuando éste se encontraba ya en la comisaría.

Al día siguiente, viernes, la joyería lucía en su escaparate un cartel con el siguiente texto: "Señores clientes. Cerramos unos días por atraco. Tenemos que dar gracias al Gobierno por proteger a los delincuentes". Sin embargo, permanecía entreabierta, y la familia Castejón al completo recibía constantes enhorabuenas de vecinos y compañeros de profesión, entre ellos la viuda de Pablo Perea, joyero asesinado el pasado 31 de octubre en su establecimiento de la calle de Tribulete por tres atracadores.

Ya Joaquín Castejón había abortado otro atraco. El 29 de diciembre, él y el camarero de un bar redujeron a un atracador armado con una pistola que había asaltado un estanco cercano a la joyería.

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