_
_
_
_
Crítica:El cine en la pequeña pantalla
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

También los gánsteres van al cielo

Tomàs Delclós

James Cagney, el enemigo público número 1, había pegado a Mae Clarke con un pomelo. Pero eso fue en 1930, pocos meses antes de que se publicara el código Hays de censura donde se especificaba que no podían mostrarse en detalle las muertes brutales. Clarke no se murió con aquella bofetada que le dejó medio cítrico en la mejilla, pero la industria había empezado a imponer las buenas maneras. Sin que las muertes gloriosas de Scarface o Pequeño César dejaran súbitamente de producirse, sí es cierto que menguaron en favor de finales redentores donde, inclusive, el cielo aguardaba a estos ángeles caídos.La muerte del gánster era la inevitable punición del delito, regla moral casi insalvable, pero tenía, al mismo tiempo, una faceta apologética, era su final lógico y, también, puro. De ahí que empezaran a prodigarse las muertes punitivas y sin carisma, al lado de la sacristía. Entre 1938 y 1939, James Cagney se morirá dos veces al pie del altar, una de ellas, además, bendecido.

Nuevos oponentes

Enfrentado al malechor empezaba a dibujarse una figura extraña: en lugar del policía, el asistente social. Ángeles con caras sucias (1938) es una de las primeras películas que abandona los cruentos dogmas del cine negro e inicia un turbio camino hacia el melodrama popular.A pesar de los aspectos rituales que tenía la violencia del cine negro, cuyas obligaciones ceremoniales rebajaban su dureza, las consignas de Hays lograron reblandecer el jaleo de las metralletas y, además, redimir a sus oficiantes.

A esta ley no escapó nadie. Ni Robinson, que en El último gánster respetaba la paz familiar de su esposa con otro porque a su hijo le convenía, ni Cagney, ni el mismísimo Bogart que, por otra parte, se pasó al otro bando, sin placa oficial, como detective más o menos fastidiado. En 1938, un personaje de Robinson casaba gozoso a su hija con un policía y otro papel del mismo actor consistía en buscar las recónditas razones cerebrales del delincuente.

Los filmes carcelarios sustituyeron en dureza a las películas de gánsters callejeros. Su reino, entre rejas, ya tenía fronteras pero, a pesar de sus poquísimas hectáreas, era un reino. El director de Ángeles con caras sucias es Michael Curtiz, partidario de los finales consoladores. Precisamente Curtiz firmó un clásico del subgénero penitenciario, Veinte mil años en Sing Sing.

Los espíritus rebuscados pueden encontrar en Ángeles con caras sucias un chocante paralelismo entre el afán de clientela de los dos amigos, uno delincuente y, el otro, pastor religioso. No es un título destacable si no se aprecian los vaivenes del género y cómo iba transformándose la fisonomía del delito y su derrota.

Ángeles con caras sucias se emite hoy a las 21.30 horas por la primera cadena.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_