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Telefónica estropeó un principio de año eufórico

Si no es por Telefónica, las bolsas españolas habrían iniciado 1984 con unas reuniones de traca. Todo valía, se compraba la mayor parte de lo poco que se ofrecía, y las cotizaciones, a las que lo único que les faltaba era un cierto mimo institucional, se dispararon al alza, con gran algarabía por parte de la parroquia.A la hora de establecer las razones por las que se produjo esta euforia compradora hay que señalar que el mayor componente de responsabilidad en este proceso correspondió a la retirada de órdenes de venta, que ya se había comenzado a apuntar en las reuniones precedentes. Las ventas fiscales dieron paso a un ambiente más calmado, que aprovecharon inmediatamente tanto los cuidadores de algunos de los valores más representativos como los más insignes miembros de la hermandad de operadores a corto plazo individuales, más conocidos como la santa cofradía de la barandilla.

No obstante, los valores eléctricos contaron con una demanda sorprendentemente real por su firmeza que, aparte de rocambolescos rumores sobre pintorescos telegramas con órdenes de compra hasta para agentes jubilados, ofrecieron un argumento real a las mejoras en los precios de estos títulos. Lo que más llamó la atención a los especialistas fue que una buena parte de estas órdenes de compra de títulos eléctricos tenía un claro origen institucional. Es posible que las reposiciones de acciones en algunas de las carteras que se dedicaron con mayor ardor a liquidar partidas antes de fin de año hayan constituido la última razón de este fenómeno.

Lo cierto es que las cotizaciones de las eléctricas se comportaron muy favorablemente hasta en el caso de FECSA, que, al tener que descontar ayer el importe de su dividendo, partía bastante descolocada en las apuestas de los habituales del mercado. Todo fue alegría en estos corros, aunque a última hora algunas voces comenzaban a recordar los riesgos de unas evoluciones tan fulgurantes.

La otra cara de la moneda la constituyó el comportamiento de Telefónica. Este valor perdía cuatro puntos en el mercado madrileño, rebasando de esta forma el límite máximo legal autorizado, y quedaba en una situación bastante precaria. La negativa gubernamental a aceptar la propuesta de subida de tarifas de la compañía, junto con los insistentes rumores sobre la posible pérdida de los privilegios de que gozaban las emisiones de renta fija de esta sociedad, enfriaron los ánimos de los inversores, hasta el punto de que nadie quería ayer ni una acción de Telefónica. Por si esto fuera poco, algunos de los conocidos agoreros del mercado comenzaron a señalar la posibilidad de que ante esta situación, y dado el hecho de que la, compañía está siendo auditada, se pueda incluso llegar a cuestionar el importe actual de sus dividendos.

Los bancos, por su parte, se limitaron a acompañar al resto del mercado en su carrera ascendente. Volvió a sorprender la falta de pujanza de los grandes del sector, que en su conjunto sólo eran capaces de ofrecer un saldo positivo genérico de 32.166 acciones. No obstante, las mejoras fueron significativas, e incluo el Bilbao, después de pagar 50,40 pesetas de dividendo, se permitía perder sólo siete enteros, lo que, en definitiva, representa un avance de tres puntos.

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