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El 'gordo' de los cajeros

La 'caza del millonario' por los agentes bancarios resultó un fiasco

Esta vez los cajeros parece que ganan la partida a los bancarios. Los décimos por antonomasia, los del gordo, habían sido depositados días atrás por el frutero turolense José María Lombarte en la vecina oficina de Sants de la Caixa de Barcelona, que los garantizaba: 800.000 pesetas, 8.000 millones de premio. Entre el frenesí y la sonrisa, los empleados no cabían en sí de gozo. Y eso que no les tocó ni un duro. "No ofreceremos coches ni regalos aparatosos, sino sólo el mejor servicio", musitaba con cara de spot publicitario Carles Llorens, el delegado de zona, rezumando impavidez.

Así se enteraron. Llama una clienta habitual de la caja, que tenía una participación, para confirmarlo. Al interventor, Amadeu, le da un vuelco el corazón. En la oficina, sólo el guarda jurado va siguiendo la radio. El número coincide. "Abro la caja fuerte", relata el director de oficina, Andreu Mairal, 39 años, "y ahí están los 32 folios del 53.288. ¡Cuántos nervios!", revive mientras atiende la llamada llorosa de una afortunada que ha perdido su boleto. "Tantos nervios, que que por primera vez en mi vida fumo un cigarrillo sin haber desayunado antes". Trece años en la entidad, cinco atracos. "Y nunca una alegría personal tan grande". Profesionalmente, "veremos qué porcentaje queda en la caja, esperamos que un 80%".Llama al director de zona. Llama a la central. Envía allá, fuerte escolta, los 32 folios. Recibe instrucciones: ofrecer servicio, Ia primera red de oficinas de la ciudad y la primera de Europa en cajeros automáticos, que acuda cada agraciado a la más próxima". Empieza el baile. Acude a la frutería.

En el barrio de Sants-Hostafrancs-La Bordeta, trabajador, artesano y pequeño burgués, han caído 1.200 millones, "una sensación tan agradable", silabea Carles Llorens. Y añade: "La mayoría de afortunados son mujeres, aquí la gente es de libreta". Más de 30 llaman para el ingreso automático en ella, a un año, al 12%. Otros piden anticipos, concedidos al instante. Un empleado comenta, con mezcla de ensueño perdido y tensión de papeleo: "Nos prometieron un talonario de ese número, pero se les acabaron".

La estrategia de la red y el servicio, el cajero automático y la libreta, ¿dará resultado?. Otros métodos no lo dan. En la calle de Escocia, en el popular barrio de La Sagrera, ha llovido la suerte como el txirimiri, y una una recua de bancarios -maletín en ristre- se desplaza al panal de rica miel. Prometen coches y pisos y facilidades sin cuento y gastan todas sus tarjetas, pero a nadie prenden en ellas. En la calle de Witardo, barrio de Les Corts, también hay batida. Se ven corbatas del Santander, Vizcaya, Banca March, Banco de Bilbao y la Caixa Laietana. "¿Alguno de los afortunados ha venido por aquí?", pregunta uno. "Por si llega alguien, dejo esta tarjeta o, por favor, que nos llamo inmediatamente", sugiere el otro. "Si vienen, hágame una seña, ¿vale?", guiña el tercero. La propietaría de la administración recoge cada tarjeta y la amontona sobre las anteriores. "No le garantizo nada porque el premio que ha tocado está totalmente repartido", replica, "y como en este barrio viven muchos profesionales, seguro que no aparecerán".

En la acera esperan otros hombres de gris formando grupo. Cruzan sus miradas con la propietaria intentando conseguir la señal. Tienen el anzuelo a punto. Esperan en la puerta, o en la esquina, la aparición de uno de los afortunados. Pero los nuevos millonarios no pican. Quizá porque saben que muchos anzuelos, ¿mejores cebos?, les están esperando.

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