¿OrweIl tiene razón?
Que la literatura es visionaria y a veces profética no es un descubrimiento. Cuando Dostoievski escribe su célebre "si Dios no existe todo está permitido", ¿no anuncia los horrores del siglo que inventaría los hornos crematorios colectivos? En sus parábolas del laberinto, ¿Kafka no avizora la sociedad sin rostro de las multinacionales, los fantasmales universos habitados por los manechini de Quirico? Sin alcanzar artísticamente estas cimas, 1984, del inglés George Orwell, nos presenta la visión de un mundo totalitario absoluto. ¿Nuestro siglo terminará por darle la razón? El tema oficial de los debates de la próxima Feria Mundial del Libro en Francfort será precisamente 1984. Es debate importante.El siglo XX, que ha asistido a tantas y tan profundas transformaciones históricas, ¿acabará contemplando los barrotes de una prisión planetaria? Es ya evidente que nuestro siglo no será el siglo de la aurora humana sino uno más de la intolerancia.y la barbarie. La violencia y la ferocidad de las guerras y de los conflictos políticos se parecen demasiado a la violencia y la ferocidad de las guerras de religión. Sólo que la crueldad, el horror y el cinismo alcanzan hoy dimensiones inimaginables en el pasado. En 1725 Montaigne escribió que con la invencio5n de la pólvora ya no existían c,udades inexpugnables y que, por tanto, tampoco existía en la tierra asilo contra la injusti-. cia y la violencia. Malraux diría luego que con la aparición del tanque lahistoria cambiaba definitivamente porque ya no era posible tomar otra vez la Bastilla. ¿Qué decir hoy de las dictaduras policiales que disponen de medios de opresión y de control policial absolutos? ¿La humanidad está condenada a padecer los atroces vaticinios de Orwell?Orwell piensa que toda revolución termina por ser totalitaria. No comparto su alucinante metáfora. No porque niegue que en demasiados países del mundo gobierne Big Brother, sino porque estoy en desacuerdo con su discurso histórico. 1894 es un libro fatalista. Y el fatalismo es una característica del reaccionarismo. Consciente o inconscientemente.
El hombre es un ser de deseos."La historia", dice Hegel, "es el conjunto de deseos deseados". No cumplidos, pienso. En otras palabras, el hombre no es un animal programado genéticamente para repetir la rutina sin tiempo del animal. El animal no forja proyectos, no tiene historia, carece de porvenir. El animal nace y es para siempre. El hombre no, no es: -el hombre llega a ser. En su alma luchan incesantemente el Bien y el Mal, o, si se quiere utilizar la clásica definición de Freud: en nuestro espíritu combaten sin tregua el impulso de vida (Eros) y el impulso de muerte (Thanatos). Supera esta situación por la creatividad que nace de la diferencia. Sólo por la diferencia el hombre llega a ser hombre. El lenguaje es una unidad, pero es una unidad construida de diferencias. El hombre es deYenir.El fatalismo no sólo niega el cambio: niega la posibilidad del cambio. En la historia -sostiene el fatalismo- no hay cambio: la historia se repite. Y enuncia: todas las revoluciones concluyen ineluctablemente en Therminor, en el totalitarismo. Plantear así el problema es postular que el hombre no tiene otro camino. "La historia es una pesadilla de la que quisiera despertar", escribe Joyce. Para el fatalismo no sólo es una pesadilla: es una pesadilla de la que es imposible despertar. Por eso (salvando la profunda sabiduría de la fatalidad de los mitos clásicos) el fatalismo es reaccionano.
La cosmovisión del Cambio, de la Revolución Revolucionaria, debería ser no sólo la transfor-
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