El Athlétic, más eficaz que el Valencia
Cada vez gana más adeptos la teoría según la cual el fútbol, siendo un juego de progresión vertical, ha de ser presenciado, preferentemente, desde detrás de una de las porterías. Los espectadores de la tribuna norte pudieron ayer degustar en San Mamés el verdadero sabor del fútbol en el despliegue que precedió al segundo tanto bilbaíno.A Liceranzu, que no se caracteriza habitualmente por la finura de su juego, le dio por hacer un quiebro científico desplazando con el cuerpo a dos contrarios, abriéndose así espacio para poder lanzar en profundidad a su extremo izquierda. Argote esprintó desde campo propio, y lo mismo hicieron por el centro, un poco más retrasados, Noriega y Argote. El extremo alcanzó el balón junte al banderín de corner y, sin parar, según le venía, envió un centro pasado, muy templado, al área pequeña, donde entraban como balas los dos candidatos a rematadores. No llegó Noriega, pero sí Sarabia, que tocó suavemente, como acostumbra, pero esta vez con la derecha, para batir al vendido Bermell.
Ese despliegue en semicírculo -el escultor Jorge Oteiza hubiera dicho: cóncavo- es la verdad del fútbol. El lenguaje de este deporte es el del cazador en un laberinto que utiliza la astucia para abrirse huecos. La concavidad excéntrica que precedió al tanto de Sarabia simboliza esa disposición del cazador furtivo. Y en el fútbol de hoy, el 80% de las piezas son cobradas en correrías furtivas.
Presión valencianista
El gol vino cuando mejor estaba jugando el Valencia, que dispuso en los primeros diez minutos de la seguda mitad de tres ocasiones de oro. La primera, en preciosa jugada de Urruti al borde del área, que controló, pasó la bola por encima de su marcador, y envió un pase adelantado hacia Saura, cuyo remate desvió a corner en última instancia un defensa rojiblanco. Dos minutos después cantó Zubizarreta en un lanzamiento de corner, pero no llegó Roberto, lanzado en plancha. En plena presión valencianista una colada de Saura, un minuto más tarde, hasta el palo, fue resuelta también en última instancia por un providencial cruce del lateral Núñez.
El Valencia plantó cara en todo momento. Sin contemplaciones atrás, tampoco se arrugó ante la falta de contemplaciones de la defensa bilbaína. Saura, Urruti y Pablo -este último casi siempre en forma de caracolillo, o tirabuzón- intentaron la penetración en todo momento apoyándose en la clase de Roberto y, la serenidad casi senatorial de Castellanos. Esta vez no hubo mandato.
Enfrente, el Athlétic de Bilbao, superando sendas fases de desconcierto que precedieron a los dos goles, buscó las más de las veces la vía más rápida.
Sin la precisión de su contrincante para las triangulaciones, los de Javier Clemente prefirieron los despliegues por los extremos, produciendo, especialmente en el último cuarto de hora, expectaculares jugadas que no se tradujeron en goles por milímetros (en tres remates consecutivos de Argote, que salieron ligeramente altos), o por el acierto de Bermell, a sendos remates de Urtubi y Noriega, este último por dos veces consecutivas.
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