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Hoy comienza la 'cumbre' de Atenas, decisiva para el futuro de la CEE

Andrés Ortega

ENVIADO ESPECIALYa sería un éxito si los diez se pusieran de acuerdo sobre los grandes principios que han de regir la reforma interna de la Comunidad Económica Europea (CEE) en la cumbre que, con tres días de duración, se abre hoy en Atenas. La gran esperanza está en que la locomotora franco-alemana se ponga a funcionar. Pero el acuerdo será difícil. La cumbre comienza con las posturas aún demasiado enfrentadas. Todo el mundo se ha guardado sus mejores cartas para el final y quizá la gran jugada llegue tarde La CEE es, desde luego, un asunto de intereses económicos. Cuando todos se pegan será porque es importante. Pero quizá los debates lleguen a un punto tan técnico que los jefes de Estado y de Gobierno sean incapaces de decidir.

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Aunque seguramente se hará no se ha previsto una estructura paralela a la reunión política para discutir los problemas técnicos. La impresión general es que los diez se conformarían con acuerdos sobre grandes líneas, que luego serían desarrollados en cuatro o seis meses de trabajos intensivos bajo la presidencia francesa de la CEE. Esto, al menos, es lo que indican los documentos preparados por la presidencia griega de la CEE. Uno de ellos ha sido redactado en los términos más sencillos posibles para que se pueda comprender.

Ésta es una negociación global sobre toda una serie de temas (véase el recuadro adjunto), y sin una decisión global sobre los diversos capítulos que están en la mesa no habrá nada, pues sólo así se equilibrarán los distintos intereses de los diferentes países. El caso es que la CEE no dispone ya de mucho tiempo, y un total fracaso en Atenas la haría entrar en un período de crisis interna poco recomendable, dada la situación internacional. Todos los ministros dicen lo mismo. De hecho, todos los grandes temas están ahora sobre la mesa y son bien conocidos. Que haya acuerdo es otra cosa. Un fracaso no significará, sin embargo, que la CEE se derrumbe inmediatamente, pero sí el comienzo de su degeneración.

Un nuevo esquema

Francia ha propuesto un nuevo esquema de reforma que ha sido bien acogido por Bonn y Londres, pues reclama una más estricta disciplina en los gastos. Ésta es quizá la luz más esperanzadora antes del comienzo de unos debates que prometen ser peliagudos. El problema es que, por una parte, los países pequeños y ricos de la CEE se resisten a la propuesta francesa, pues serían ellos los que pagarían la factura. Por otra parte, en el mismo documento, Francia se resiste a tocar al ingreso de sus agricultores, especialmente con las elecciones europeas y generales a la vista. Los agricultores de todos los países miembros, favorecidos por la CEE y creadores de excedentes, la han secuestrado. La CEE no ha cambiado de política agrícola en 20 años, mientras que EE UU ha cambiado la suya cuatro veces en el mismo período.

Hay que esperar, además, que la primera ministra británica, Margaret Thatcher, luche por lo suyo.

Así, la batalla está sentada: París mantiene cierta preocupación ante su contribución futura al presupuesto de la CEE y ante la suerte de sus agricultores. Bonn no ha cedido aún al principio de aumentar los recursos financieros de la CEE, exigiendo antes ahorros. Londres insiste en que le devuelvan dinero; y los pequeños países, junto a ellos. Quizá el más satisfecho sea Grecia, cuyos términos de ingreso en la CEE serán revisados en esta gran ocasión de Atenas. En algo hay un punto de acuerdo general: el gran valor personal del secretario de Estado griego para la CEE, Grigoris Varfis, que ha presidido, con un tesón admirable, las reuniones de estos últimos seis meses, que ahora culminan. Nadie, sin embargo, hace apuestas sobre el resultado.

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