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Cita de 'barones' ucedistas en la despedida al cónsul Marcelino Oreja

Eran, en total, 30. Treinta y uno con Adolfo Suárez, que llegó a retomar café. Se sentaron en mesas separadas, algunos ni se dirigieron la palabra durante todo el almuerzo en el ambiente decadente del hotel Ritz flotaba un aire de nostalgia, pese a que sólo había transcurrido poco más de un año. Algunos de ellos no habían vuelto a verse desde entonces, desde que abandonaron la gran mesa donde celebraron tantos consejos de ministros.Ninguna intención política en la convocatoria, asegura Rodolfo Martín Villa, ministro de tantas carteras, convocante de la despedida al ex titular de Asuntos Exteriores que, dentro de unas semanas, se incorporará al consulado en Lisboa. Pero era sin duda un mudo reproche a un Gobierno socialista que no supo, no pudo o no quiso ser más generoso con Marcelino Oreja. Tal vez por ello, Paco Fernández Ordóñez, el único de todos ellos hoy en el socialismo, no estaba presente.

Por lo demás, estaban casi todos: democristianos independientes, como Iñigo Cavero (22 kilos más delgado), Juan Antonio Ortega Díaz Ambrona, Landelíno Lavilla, o reciclados en el PDP, como José Manuel Otero y José Luis Álvarez. Liberales, como Ignacio Camuñas, que trata de poner en pie un nuevo partido, o Antonio Fontán, a punto de embarcarse en la coalición que preside Manuel Fraga; suaristas, como Agustín Rodríguez Sahagún; leopoldistas, como Calvo Sotelo o Luis Ortiz; socialdemócratas descolgados, como Juan Antonio García Díez, Carlos Bustelo, Luis Gámir o Luis González Seara; azules, como Juan José Rosón, Rodolfo Martín Villa o Jesús Sancho Rof; inclasificables, como Jaime Lamo de Espinosa, Clavero Arévalo, Lladó, Oliart, Sánchez de León, Rovira Tarazona, Martín Retortillo, Martínez de Genique o Ignacio Bayán. Militares, como el prestigiado Manuel, Gutiérrez Mellado o Ibáñez Freire. Y Pío Cabanillas. Entre los que faltaban, que no eran muchos, el antaño vicetodopoderoso Fernando Abril Martorell .

Poca gente recordaría hoy con exactitud qué carteras ocuparon los reunidos ayer. Pero todos ellos se sentaron, en un momento u otro, en la mesa del Consejo de Ministros, formando parte de algún Gobierno de UCD. Como recordando su pertenencia a las antiguas familias del centrismo, formaron corrillos separados. Comentaban el último -y cruellibro de Attard sobre "el partido". Nadie quiso preguntar a igo Cavero por la marcha del proceso formal de disolución de Unión de Centro Democrático, el partido que constituyó todo un récord para la historia. Charlaron mucho del pasado y algo del futuro y, sobre todo, evitaron, aunque no siempre lo consiguieron, hablar de política. Eran conscientes de que cualquier tiempo pasado no fue mejor, aunque tampoco haya sido necesariamente peor.

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