Alegría en negro
Dice Robin Wood en su libro sobre Howard Hawks: "Bogart y Bacall se enamoraron durante la filmación de Tener y no tener. Es imposible ovidarlo una vez que se sabe. Muy raramente han trabajado dos estrellas la una para el otro con tal precisión y espontaneidad". La observación es certera, pero estrecha, porque esta densa interrelación entre los actores existe en todas,las grandes películas de Hawks, de lo cual podría deducirse abusivamente que los rodajes de éstas eran continuas fuentes de enamoramientos. La absoluta comodidad de las relaciones de los actores de Hawks es una de las esencias de su cine, porque éste es, ante todo, expresión de la alegría de la comunicación humana, de la amistad, del enriquecimiento recíproco que origina el contacto entre dos miradas, dos pieles -ningún cine hay tan sutilmente erótico como el de Hawks-, dos temperamentos, dos aventuras o dos esfuerzos que se entrelazan hasta conformar, comouna piña, uno solo. Por ejemplo, en la perfección del diálogo -diálogo verbal, físico, emocional, sexual, absoluto- de Bogart y Bacall en Tener y no tener hay un tercer interlocutor, el viejo Walter Brennan, cuyo engarce alcanza tanta precisión y espontaneidad como la que observa Wood en el dúo anterior, y no por ello medió rodaje enamoramiento alguno.
Tener o no tener, como todos los grandes filmes de Hawks -Solo los ángeles tienen alas, Río Bravo, Hatari o Luna nueva-, es, además de una divertidísima película, un hondo y transperante poema sobre la relación humana creativa y solidaria, sobre la alegría que hay en esa pugna de identidades que se entabla siempre entre los seres inteligentes y libres, cuando se encuentran y se reconocen como tales. Esta alegría, que es indistintamente física y moral, es la quintaesencia de Tener y no tener. En medio de un cine como el europeo y norteamericano de hoy que, salvo excepciones, se está convirtiendo en un pozo de fáciles negaciones, el talento de Hawks es ese, tan escaso, de los que saben pronunciar la más difícil palabra que existe en arta, la palabra sí, la afirmación pura. Tener y no tener es, por ello, algo más que un bello filme, es una parte de la espiritualidad de esta época.
La fascinante sencillez narrativa de Tener y no tener, el hecho de que la película se devore como un suspiro, no disminuye la hondura y la complejidad del filme, sino que las acentúa. Si se observa cada escena con detenimiento se descubrirá que en cada plano hay infinidad de estímulos, ocurren infinidad de pequeñas cosas que, por acumulación, van apretando la densidad formal del relato a medida que éste avanza, de tal manera que, cuando finaliza, reconstruir el cúmulo de relaciones y datos barajados en él resulta poco menos que imposible. Es uno de esos filmes que no se pueden contar, que es cine puro, una endiablada, dinámica de actos e imágenes intraducibles a otro idioma que no sea el fílmico, y en el que el pretexto literario, la novela de Hemingway, es tragado, en sucesivas etapas, por los guionistas Jules Furtman y William Faulkner, los actores y el director.
Tener y no tener se emite hoy a las 21.35 por la primera cadena.
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