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Enric Barbat

El cantautor de los años sesenta quiere volver a experimentar con el arte

El ex cantautor catalán Enric Barbát vuelve a acariciar, 10 años después de su última actuación, la idea de experimentar artísticamente. Ha dejado por unos días su refugio menorquín para presentar un disco, cuyo punto de partida simbólico es el número cuatro, el "número de lo creado", en sus propias palabras. El cantante que fue en los años sesenta, con historias que contar y una guitarra a la que sacarle unos acordes de acompañamiento; el snob que, tomándose en serio, se reía de sí mismo montando con Joan ole Sagarra recitales de bolsillo en pequeños locales de Barcelona, ha encontrado en la isla mediterránea el silencio necesario para reordenar su vida.

Ha cambiado hasta tal punto su vida que hoy Barbat aconseja, como medida curativa, tres horas diarias sin ruidos, sin palabras e, incluso, sin música a quienes parecen inmersos en la tristeza inevitable de las grandes ciudades. Nació en Barcelona hace 40 años. Formó parte, en los años sesenta, del grupo de cantantes catalanes Els Setze Jutges más o menos con el mismo bagaje y con las mismas intenciones que los demás.Ha cambiado su forma de vida. En Menorca vive con su mujer y sus dos hijos, que asisten a una escuela pública y que se niegan a venir a Barcelona, "donde las casas no tienen patio". En su casa, desde la que se divisa el mar azul y la tierra yerma característica de la isla en una extensión superior a los cuatro kilómetros, mantiene el horario que más le conviene a su proceder. "Soy capaz de mantenerme en pie más de 24 horas si me siento inspirado o de dormir otras tantas horas si eso me relaja".

Ha roto con todas las obligaciones, la última de las cuales era el ejercicio de su carrera de aparejador y de constructor de viviendas. Ahora vive día a día sin miedo alguno al, futuro, sin atarse a nada si no es de su agrado y en plena confianza consigo mismo.

Lo primero que describe al llegar a Barcelona es cómo vio desde el avión su ciudad natal: después de las lluvias "todo parece un lago". Y recuerda que allí, en Menorca, no cae ni una gota por casualidad. Es la imagen casual que sirve para explicar lo muy diversa que es hoy su vida.

Su pasado musical, que se remonta al argumento de un buen centenar de canciones y a unos espectáculos junto a Guillermina Motta sobre tangos, que el actor y director Mario Gas inmortalizó en una película, casi no le sirve en estos momentos. Su disposición es otra. Hoy no pretende narrar historietas ni hacer psicologismo, sino "dar ambientes", de modo que, casi ni se siente realizador de su propia obra. Con él no es posible hablar de creación musical ni, por ende, de creación artística, "un acto divino que el artista no puede asumir". Para Barbat, la suya e es una actitud de humildad, porque ser artista es tan sólo el si nónimo de ser intérprete.

Realizarse con sintetizador

La música ya está hecha; al músico le queda la tarea de canalizarla y transmitirla según su propia visión". Enric Barbat se quita hoy el sombrero ante los avances de la técnica, que le permiten realizarse a través de un sintetizador. "Aun sin saber música y sin ser un perfecto ínstrumentista, puedes conseguir unos resultados sonoros muy próximos a los que has imaginado", afirma. "El teclado es gráfico, te permite ser consciente de cómo se relacionan las notas o los cordes y aprendes, en definitiva, al mismo tiempo que construyes algo".Su disco, 4, pretende ser "música del ambiente, pero realizada a partir del sentimiento y no tanto e pensamiento". Enric Barbat es un firme defensor, hasta rozar incluso la religiosidad, de la existencia deja inspiración, "de la que surge lo que después, con trabajo, se elabora y pule". Cuatro, porque cuatro son los límites de la vida, cuatro los evangelistas o la palabra de Dios, cuatro los puntos cardinales, cuatro las partes en que se divide el día.

Matinada (amanecer), migdia (mediodía), capvespre (atardecer) y nit (noche) son los cuatro puntos que ha escogido en esta su última experiencia intisical, "este camino sagrado entre el hombre y el todo, que va desde la periferia humana al interior, en la búsqueda casi imposible del punto final que es el nirvana, el cielo, la felicidad". Hay pocas palabras en sus composiciones, sólo las precisas, y al servicio de esta sensación que es el ambiente". Soy un anti-intelectual, un vital por excelencia", afirma, y reconoce que este disco es, sin duda, obra de transición. "No corras demasiado con tus proyectos sin saber antes cuáles son las intenciones de Dios", es su lema, y sin embargo, sin concretarse demasiado, sabe que la música electrónica es su medio laboral, susceptible de introducir como elemento de contrapunto instrumentos naturales, ya sea el piano, la guitarra, el saxofón o un cuerpo orquestal de violines y violoncelos.

Barbat considera que "toda idea de innovación en arte es errónea, porque el arte funciona a través del corazón y no a través de las ideas". De este modo es como valora el silencio que le rodea en la isla de Menorca, los colores dorados del atardecer isleño, cuya contemplación le sume en un estado de euforia capaz de hacer fluir su inspiración y de reconvertirla, a su vez, en música tan sólo para oír, sin más complicaciones.

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