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El proyecto de rehabilitácion parcial del 'monje rebelde', emprendido por el Vaticano, ha sido acogido en Roma sin excesiva sorpresa

Juan Arias

En Roma no ha sido una sorpresa el documento de Juan Pablo II sobre el monje rebelde Martín Lutero, ya que el Papa había iniciado una cierta rehabilitación del padre del protestantismo el 17 de noviembre de 1980, en la catedral de Maguncia, ante los representantes de las Iglesias protestantes. En aquella ocasión, el papa Wojtyla había dicho, con gran sorpresa de católicos y luteranos, que, del mismo modo que en 1510 Lutero había ido a Roma, "a la tumba del príncipe de los apóstoles", también él, en un mundo que ha cambiado, llegaba a la patria de Lutero "como signo de unión entre nuestra fe común".Sin embargo, la carta de Juan Pablo II, enviada el sábado pasado al cardenal Johannes Willebrands, presidente del Secretariado para la Unión de los Cristianos, reviste una importancia particular porque es el primer documento papal sobre Liatero desde que, en 1521, León X excomulgó al religioso agustino por sus famosas 95 tesis contra el Vaticano, expuestas en la puerta de la iglesia de Wittemberg.

Queda la excomunión

No es cierto, sin embargo, como han escrito algunos periódicos, que el Papa haya absuelto a Lutero. Queda aún en pie la excomunión que decretó su antecesor León X. Muchos católicos y protestantes esperaban precisamente que, con ocasión del quintocentenario del nacimiento de Lutero, como primer paso de rehabilitación concreta del reformador, Juan Pablo II le hubiese anulado la excomunión.

El gesto del Papa ha sido bien acogido en los ambientes protestantes italianos, aunque algurias voces, como la de Bruno Corsani, profesor de Teología Bíblica en Roma, hayan puesto en guardia acerca de la contradicción que existe entre esta toma de posición ecuménica del papa Wojtyla y los actos de autoridad católica que van", dijo, "en sentido opuesto, como la prohibición de la intercomunión entre cristianos de Iglesias diferentes y la proclamación del año santo".

El hecho de que Juan Pablo II insista mucho en que hay que volver a reconsiderar el plano histórico en que se produjo la reforma protestante y la parte de culpa que haya podido haber por ambas partes no significa, sin embargo, que vaya a ser fácil aún el encuentro entre católicos y luteranos en el campo de los principios. Lo ha dicho en Roma Franco Molinari, catedrático de Historia Eclesiástica, afirmando que los puntos cruciales para poder llegar a un verdadero encuentro entre ambas Iglesias serán "el papado y el número de sacramentos, que los luteranos reducen a dos: bautismo y eucaristía".

Otros puntos clave serán el problema mariano, -al que este Papa es tan sensible-, el sacerdocio femenino y, por supuesto, el del sacramento de la penitencia, es decir, la confesión, sobre la que tanto ha insistido Juan Pablo Il durante el último Sínodo de Obispos.

Quienes defienden a Juan Pablo II subrayan que este gesto que ha tenido a favor de Lutero le había sido pedido ya a Pablo VI, quien prefirió entonces aplazarlo a tiempos mejores. Juan Pablo II va a ser el primer Papa que va a tener el coraje de ir a predicar, el próximo día 11 en Roma, en una Iglesia luterana durante una función litúrgica.

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