La verdadera situación del futbolista en España
Juan José Iriarte, presidente de la Asociación de Futbolistas Españoles, explica en este artículo las causas por las que no avanzan las negociaciones con los clubes para solucionar la si tuación laboral de los jugadores. Para Iriarte, se enfrentan un sector inmovilista de la sociedad con otro evolucionista. El presidente de la AFE considera que la Administración debería intervenir para cambiar las estructuras deportivas.
Afortunadamente a lo largo de estos últimos años ciertos medios informativos están abriendo las puertas a las opiniones de los deportistas profesionales para analizar la problemática laboral que el fútbol entraña y que está muy por encima de los planteamientos tácticos y de los resultados deportivos. Hace escasos días se han roto de nuevo las negociaciones del convenio colectivo entre clubes (CNFP) y jugadores (AFE). No es hora de lamentaciones porque a lo largo de cinco meses y salvo algunos momentos fomentados más por la ilusión que por la realidad no se veían posibilidades de acuerdos.Se iniciaron las conversaciones previa denuncia de los acuerdos AFE-clubes, que extinguían el 30 de junio con dos planteamientos radicalmente opuestos: el CNFP con una plataforma apoyada en el real decreto 318/ 1981 de 5 de febrero, auténtica espada de Democles de los jugadores de fútbol y en el arcaico reglamento de jugadores anticonstitucional pero no por ello en desuso. La AFE, intentando solucionar las deficiencias de las normativas actuales con un convenio que recogiera la realidad del fútbol. Dos posturas bien claras, inmovilista una, evolucionista la otra.
Ante tamañas diferencias, AFE decide negociar sobre los acuerdos AFE-clubes del 79 en aras de llegar a firmar el convenio, consciente de su tránscendencia y a pesar de tener vanos acuerdos establecidos anteriormente con el CNFP incumplidos, por lo que nadie nos garantiza que los próximos sí lo serán. Con esta decisión, AFE renuncia temporalmente a toda evolución de la normativa existente, en función del acuerdo inicial de vigoncia de un año del convenio y de las espectativas de la nueva ley de relaciones laborales deportistas-clubes, prometida por el Ministerio de Trabajo para estas fechas, y conformándonos con solucionar el problema de las deudas y rebajar la normativa leonina que otorga a los clubes el derecho unilateral de prorrogar los contratos a su extinción.
Dos temas centrarán la discusión a partir de este momento: Derecho de prórrogas de los contratos y creación del fondo de garantía salarial.
Fondo de Garantía salarial
Los clubes, dando pruebas del nulo interés en llegar a un acuerdo, ofrecen crear una comisión que estudie fuera del convenio la constitución del Fondo de Garantía Salarial (FGS). Esta postura representa la realidad de las intenciones de los dirigentes, debido a que en noviembre de 1980 ya se firmaron con la Real Federación Española de Fútbol los primeros acuerdos sobre este tema, que incluso contemplaban que los efectos serían de aplicación a la temporada 80-81. En estos años precedentes, muchas veces ha exigido AFE solucionar por esta vía las deudas de los clubes con los jugadores, pero la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) ha preferido tapar con parches los números rojos de cada inicio de temporada porque le resulta más operativo y lucrativo que exigir responsabilidades a los dirigentes y controlar los presupuestos de los clubes.
Prórrogas de contratos
Situados en pleno siglo XX, nos encontramos a los dirigentes deportivos justificando este derecho de prórroga del contrato con motivos deportivos, económicos, etcétera. Esta aberración, que perdura en el fútbol español, refleja la incapacidad de la RFEF para acondicionar el deporte a las personas que lo practican y las normas a los tiempos modernos, y para dirigir el fútbol hacia el espectáculo y no hacia laviolencia y la pasión. La desaparición de esle "derecho" es irrenunciable, no solamente para los trabajadores del fútbol, sino para cualquier persona, porque atenta contra la libertad individual y ya no se puede justificar que existan esclavos para que la plantación florezca.
Este derecho, que tiene carácter facultativo para el club y obligatorio para el jugador, conlleva a situaciones como la siguiente, a un jugador que finaliza su etapa juvenil con 18 años, el club tiene derecho a contratarlo como amateur con un año deúontrato y uno de retención. A los 20 años, nuevo derecho del club de contratarlo como amateur compensado con un año de contrato y dos de retención. A los 23 años, nuevo derecho del club de contratarlo como profesional con un año de contrato y, según las tablas establecidas en los acuerdos AFE-clubes para menos de 26 años, le corresponden tres años Se prórroga llegando a los 27 años, en el mejor de los casos.
Si nos atenemos a la realidad, vemos que los clubes, a partir de los 23 años, exigen al jugador la firma del primer contrato de profesional por tres o cuatro años y que pueden prorrogar según tablas por otros cuatro años, con lo que se llega a los 31 años y la vida deportiva está a punto de concluir. Conviene recalcar que es un derecho unilateral del club y obligatorio para el jugador.
AFE pretendía rebajar mínimamente los baremos y anular por vez primera este derecho a partir de los 30 años, optando por una medida más simbólica que real que sólo perjudica a mentes cerradas a la más mínima evolución.
Los clubes, por el contrario, rebajan años de retención en las edades menos conflictivas de comienzo y final de carrera, y pretenden aumentarlos en laedad óptima de madurez deportiva, 26 años, por ser la etapa en que pierden el control ante la fuerza que posee el jugador respaldado por sus resultados deportivos.
El que analice estas negociaciones entre AFE-clubes no puede oír hablar sin indignación de "cimentar unas relaciones sobre la base de uw diálogo constructívo" (Josep Lluís Núñez, EL PAÍS, 27 septiembre 1983) ni puede permanecer pasivo ante quienes quieren dar la imagen de AFE luchando por mejoras económicas y a clubes en crisis a causa de jugadores millonarios.
Estos planteamientos, que no por muy utilizados parecen estar, en desuso, atienden a la demagogia utilizada constanteinepte por Federación y clubes, tratando de confundir a la opinión pública para que la discusión no derive a los puntos realmente problemáticos que les atañen directamente: claridad de gestión, responsabilidad jurídica, acondicionamiento de normas y leyes a la realidad, democratización de organismos rectores, creación de más instalaciones y escuelas de fútbol, mejoras de la calidad del espectáculo, etcétera.
No ha exisitido voluntad de relaciones constructivas" en estas negociaciones porque las estructuras del fútbol son inmovilistas y al igual que en resto de las luchas sociales la evolución sólo llega por imposición.
La existencia de un decreto
Las de por sí difíciles negociaciones estaban viciadas antes de iniciarse, por la existencia del Real Decreto de febrero del 81, mantenido aún hoy por el Ministerio de Trabajo faltando a sus promesas y a los planteamientos del PSOE cuando era oposición. Esta gran losa, que fue impuesta por la RFEF al anterior gobierno contempla la exigencia de la licencia federativa para ser deportista profesional y conlleva, entre otras cuestiones, a situaciones de despido libre con contrato en vigor por tiempo cierto.
Supongamos que un jugador con 26 años, en pleno rendimiento deportivo físico y siquico, que se dispone a recoger el fruto del trabajo de años anteriores y firma. un contrato por cuatro años en conformidad con el club. El jugador firma el contrato de su vida deportiva, porque ya se le termina y el club obtiene a un trabajador en su momento óptimo.
Al cabo de un año, por diversas circunstancias -entiéndase pocas simpatías con los dirigentes, represalias por defender sus derechos, etcétera, nunca por motivos laborales- es despedido, con lo cual, según decreto, tiene derecho a dos mensualidades por año de contrato con el agravante de que no se contempla como mensualidad la prima de fichaje, que es la cantidad más elevada y que deja al jugador por término medio en Primera División con 400.000 pesetas, teniendo un contrato en vigor, por ejemplo, de dos, tres y cuatro millones por temporada y, lo que todavía es peor, con una reputación imposible de mejorar debido a lo limitado de la vida deportiva.
Por el contrario, si es el jugador el que abandona el club, sí se contempla la prima de fichaje en la indemnización de éste al club, al -margen de las normativas federativas, todo un poema, que le prohibirían jugar en otro equipo.
La Seguridad Social
Rica es la casuística de los problemas laborales y Seguridad Social especial, donde cotizamos prácticamente igual que un trabajador -un punto menos- y, sin embargo, sólo existen dos prestaciones: asistencia médica, no utilizada por tener servicio médico propio cada club, e micapacidad permanente total, tampoco utilizada por motivos obvios.
Donde sí dejamos de ser ciudadanos especiales es en las cotizaciones a Hacienda, que nos considera normales a todos los efectos, no queriendo atender, como ocurre en otros colectivos, las limitaciones de edad de la profesión. Se nos debería incluir en un régimen especial que haga menos gravosos nuestros ingresos y que permita reanudar nuestra actividad laboral cuando dejemos el fútbol.
Como conclusión, cabe señalar que no es misión de la AFE ni de los jugadores imponer el cambio en las estructuras deportivas. Ha de ser la Administración quien, atendiéndose a la realidad del fütbol y a su ideología socialista, atienda con justicia las reclamaciones de los derechos que los trabajadores del fútbol solicitamos y que una vez más no nos son atendidos por la vía del diálogo, muy a pesar nuestro y siendo conscientes de contar con la razón de exigir derechos mínimos e irrenunciables.
es presidente de la Asociación de Futbolistas Españoles.
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