El Athlétic no supo contener la escalada del Atlético
Luis Aragonés debió hacer sonar el despertador en el descanso y sus hombres se espabilaron a tiempo para dar vuelta a un partido que los actuales líderes del campeonato tenían perdido. Los bilbaínos, de acuerdo con la consigna de Clemente -marcar pronto para obligar a los colchoneros a abrirse- habían salido en tromba y, aún sin llegar a hacer un gran fútbol, habían demostrado una neta superioridad sobre su rival, pero no supieron contenerlo después.Prueba de esa presión bilbaína en la primera mitad, fueron los trece saques de esquina (uno cada tres minutos y medio) que llegaron a forzar los locales en ese período. Él gol que señalaba el marcador al final de los primeros 45 minutos había venido a consecuencia de uno de esos córneres, botado desde la derecha por Argote, muy cerrado, y marcado por Noriega tras espectacular cantada del meta Mejías.
Los madrileños, muy desangelados, lentos y faltos de imaginación, apenas habían inquietado hasta ese momento la meta de Zubizarreta, mientras que los locales, al menos, habían demostrado fuerza y ansias de triunfo. Y hasta tuvieron una fase, mediado este período, en la que llegaron a jugar bastante bien, al primer toque, con velocidad y sentido del desmarque.
Por la derecha, la defensa visitante hacía agua, no sólo porque Argote, en gran forma en este inicio de temporada, podía siempre con el lateral Clemente, sino porque Pedraza, muy apático, no seguía a De la Fuente, de quien nacieron ayer las mejores arrancadas de los de casa.
Todo cambió tras el descanso, en particular a raíz del primer tanto colchonero, logrado por Rubio de excelente disparo cruzado, en el minuto 60. El tanto tuvo la virtud de convencer a los de Luis Aragonés -que parecían tener la moral comida después de haber sido goleados en sus tres anteriores visitas a San Mamés- de que la victoria, o al menos el empate, no eran ninguna misión imposible. La entrada de Mínguez en sustitución del lento Votava, dio más entidad al centro de campo colchonero, y comenzó entonces a funcionar su contraataque, la lección que mejor tienen aprendida Hugo y sus muchachos. Perdido el miedo, Quique se aprovechó de la desaparición de Sarabia, al que se ve sin fuerza ni moral, para sumar su clase a las acciones ofensivas de su equipo. El tanto del empate logrado por el lateral culminó una fase, de unos diez minutos, de neto dominio colchonero, que descompuso un tanto a la defensa local, que tan segura se había mostrado en la primera mitad. Incluso dio la sensación de que no se conformaban los visitantes con el empate.
A una gran jugada de Podraza, corriendo la línea, sucedieron dos grandes ocasiones de Sarabia, y una, increíble, de Sola, que solo ante Mejías, le estrelló el balón en la cara.
Pese a todo, fue el propio Sola casi el único bilbaíno que mantuvo el tipo hasta el final, desmintiendo la leyenda que decía de él que era un gran jugador de veinte minutos. Manolo Sarabia, cuya moral de cristal se rompe en cuanto no le salen un par de jugadas, fue sustituido faltando siete minutos por Endika. Pero era demasiado tarde.
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