La ficción democrática en Turquía
HE AQUI el sistema de filtros de los generales turcos para las elecciones parlamentarias del 6 de noviembre: tres partidos determinados presentan ahora 1.200 candidatos a los 400 puestos de un Parlamento del que saldrá, de acuerdo con la Constitución dictada, un posible Gobierno civil, sobre el que los militares depositarán la responsabilidad del caos económico, las obligaciones de la represión que no cesa (hay en estos momentos un proceso de sindicalistas en el que se piden 74 penas de muerte y acaba de terminar una huelga de hambre en las prisiones) y la utilización de un vocabulario democrático y legalista, sin perder por ello el control absoluto y férreo de la nación. La comisión política de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa ha anunciado ya que no dará por válidas esas elecciones y no aceptará la delegación que pudiera salir de ese Parlamento.La operación política emitida por los militares ha,consistido en el examen previo de las solicitudes de nuevos partidos sobre una lista de, por lo menos, 30 fundadores para cada uno de ellos. Más que estatutos, programas o propósitos, los militares han considerado e investigado la personalidad de los fundadores; de esta manera, el Consejo Nacional de Seguridad ha eliminado todos los partidos, excepto tres. Entre los eliminados se encuentran algunos que parecían tener alguna popularidad, como el socialdemócrata o el de la Justa Vía. Una vez seleccionados los tres partidos válidos, cada uno de ellos ha tenido que presentar al Consejo la lista de sus candidatos, de los cuales han sido eliminados los sospechosos en una decisión del 21 de septiembre; se les han dado dos días para sustituir por otros los eliminados, y, finalmente, el Alto Consejo Electoral ha aprobado la lista definitiva, en la seguridad de que no hay subversivos.
De estos tres partidos, dos están propiciados directamente por los militares. Uno es el Partido Nacional Democrático, presidido por el general Turgut Sunalp, que asume las directrices del Consejo de Seguridad actual. Es el que está designado para ganar. El otro es el Partido del Pueblo, que acepta un papel de centro-izquierda y que debería representar la oposición; los centros oficiales lo consideran como un ascenso de nuevas generaciones que han repudiado a los "viejos políticos" y los "sistemas caducos" que ellos abolieron con el golpe de Estado del 12, de septiembre de 1980, y con los incesantes fusilamientos y encarcelamientos, que no han conseguido, en los tres años recién cumplidos, depurar suficientemente -para sus criterios- la nación. Bien es cierto que el hambre, la miseria y la represión no son elementos que mantengan en suficiente silencio a las poblaciones.
El tercer partido es el que les parece más inquietante a los militares. No han podido desprenderse de él porque está fundado por uno de los suyos, por Turgut Ozal, que ha sido viceprimer ministro y autor del plan económico de los militares. El Partido de la Madre Patria, como se denomina, es, naturalmente, de un conservadurismo acérrimo, aunque guste presentarse como "conservador en lo político, liberal en lo económico y socialdemócrata en lo social", fórmula excelente, que sería digna de estudio si el partido triunfase en las elecciones y pudiera gobernar sinceramente con ella. Suele añadir que "cooperará con los militares, pero no estará a sus órdenes", lo cual parece aún más difícil. Entre sus fundadores y candidatos, civiles, hay una mayoría de lo que se consideran técnicos, ejecutivos, gentes de la pequeña y mediana empresa. La mayor inquietud de los generales con respecto a este partido consiste en que sea capaz de absorber los votos de la otra derecha, del Partido Nacional Democrático, y llegue a conseguir un Parlamento tripartito, en lugar del bipartidismo diseñado, para, según sus planes, "olvidar el pasado" y "consolidar la democracia". La manipulación de las urnas, después de presionar sobre los electores y dirigir la campaña en un país sin medios de comunicación, quizá no pueda evitar totalmente la adquisición de escaños por el Partido de la Madre Patria. Y puede hacer menos dócil la situación, aun sin salirse de lo permitido.
En ningún caso, las elecciones son creíbles. Los partidos excluidos y los que ni siquiera presentaron sus opciones al Consejo Nacional de Seguridad denuncian la maniobra y el Consejo de Europa la rechaza. Turquía fue expulsada de la Asamblea Parlamentaria Europea -por carencia de Parlamento-, pero tiene su escaño en el Consejo de Ministros de Europa; es posible que en la reunión de enero del Consejo se decida su expulsión definitiva, sea cual sea el resultado de las elecciones, visto el inforine que están ahora redactando tres expertos en Derecho constitucional acerca de la distancia de las leyes turcas con las que exige el estatuto del Consejo de Europa, y con el posible fallo de la Comisión Europea de Derechos del Hombre sobre una denuncia presentada por Dinamarca, Francia, Holanda, Noruega y Suecia. La falsificación de la democracia no parece tener ningún sentido práctico. Los militares turcos no engañan a nadie. Quizá se engañen a sí mismos.
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